FURIA DE TITANES
estreno el 31 de marzo


domingo, 1 de febrero de 2009

"EL CURIOSO CASO DE BENJAMIN BUTON"

EL DESEO DEL RELOJERO CIEGO

Sinopsis: Benjamin Button es un niño que nace con una extraña enfermedad que le hace parecer físicamente tan viejo como un hombre de 80 años. Pero las cosas empeoran cuando comienza a rejuvenecer a medida que pasan los años. Benjamin Button nos arrastrará desde Nueva Orleáns hasta los más recónditos y exóticos lugares del planeta, en un intento por enfrentarse a su aciago destino y a la dudosa bendición que le ha sido otorgada.


Uno no puede dejar de maravillarse por el modo en que el extraordinario David Fincher (“Seven”, “El Club de la Lucha”, “Seven”, “Zodiac”) se redefine a sí mismo con cada nuevo largometraje que nos brinda. Ha dejado de lado el salvajismo visual y el retrato de la parte más oscura del corazón humano –con el que nos embargó en sus exitosas “Seven” (1995) y “El Club de la Lucha” (1999)–, para profundizar de un modo especial en la materia intangible que forma los sueños y temores de la mente y el corazón humanos. Partiendo de un conceptualismo ciertamente surrealista, desde esquemas marcadamente literarios –no en vano está basada en un relato corto de F. Scott Fitzgerald–, y utilizando como vehículo narrativo un mensaje epistolar que toma forma de diario, Fincher solapa el pasado y el futuro a través de un cuento imposible de tintes clásicos que llega a converger en ciertos puntos con el particular mundo de Tim Burton. Digno de Burton sería el relojero ciego, que construye un reloj que gira en sentido contrario como metáfora del tiempo que nos atrapa y nos cambia, que destruye nuestros sueños mientras nos empeñamos en construir un futuro que jamás llega, y que se erige de este modo en responsable indirecto de lo que estamos a punto de presenciar, como una especie de oráculo que vaticina lo imposible y provoca la extraña “maldición” que caerá sobre Benjamin Button al nacer, justo el mismo día en que finaliza la Gran Guerra. Una maldición que, dicho sea de paso, puede recordarnos de algún modo a la que sufre el protagonista de “El increíble hombre menguante” (Jack Arnold, 1957).
Pero salvando cualquier otra distancia y comparación, “El curioso caso de Benjamin Button” es una auténtica obra de orfebrería, una compleja maquinaria que trabaja a la perfección, con cada una de sus piezas minuciosamente diseñadas, construidas y engrasadas para que funcionen bien hasta en el más mínimo detalle, como si se tratara del reloj de la estación de Nueva Orleáns, con el que comienza la narración. Puede que el mayor de sus logros, sea la solidez con que está construida toda la historia, sustentada sobre unos personajes completos y detallistas que evolucionan a cada minuto que pasa y que están espléndida y sólidamente interpretados. En ese sentido, el excelen
te trabajo de Eric Roth consigue despertar en el espectador el sentir hacia los personajes, convirtiéndoles en testigos en primera persona de su envejecer físico y resistencia espiritual, de sus búsquedas y desencuentros, y de todo cuanto significa el hecho –tan sencillo y complicado a la vez– de vivir nuestras propias vidas y ser testigos al mismo tiempo de las vidas de aquellos que nos rodean.
Hay que hacer una mención especial al sorprendente y realista trabajo de maquillaje –especialmente al de Brad Pitt–, así como a la comedida y cuidad
a interpretación de los actores, que consiguen ser consecuentes con la evolución de sus personajes y hacérnoslos de este modo creíbles. De no haber sido así, la historia habría perdido gran parte de su solidez.
La poderosa banda sonora y una excelente fotografía contribuyen, y no poco, a reforzar el aura casi mágica de cuento que transpira toda la cinta, sin que por ello abandone en ningún momento la sensación de realismo d
e la que hablábamos. Una curiosa y difícil simbiosis que Fincher consigue llevar a buen puerto de un modo verdaderamente loable. Y para aquellos que aún quieran saber más, decir que Fincher se supera a sí mismo evitando sobrepasar los límites dramáticos, huyendo de la melosidad a la que se pudiera haber prestado por la propia naturaleza de su obra, y midiendo al mismo tiempo con precisión de cirujano los márgenes de una historia de amor e infortunio que bien pudiera haber repercutido en exceso sobre la cinta de un modo innecesariamente melodramático. Esos excesos evitados, esos límites no alcanzados, los compensa con un poderoso mensaje existencial que en ningún momento llega a ser cargante o pretencioso, sino más bien sencillo y próximo. Sencillo porque no busca misterios que no sepamos. Próximo, porque nada lo es más que los entresijos de la vida, del tiempo, y de lo que seamos capaces de hacer con ellos mientras estemos de paso por este mundo.