FURIA DE TITANES
estreno el 31 de marzo


lunes, 15 de diciembre de 2008

"ESPECIAL DRÁCULA (1958)"

50 ANIVERSARIO: DRÁCULA VUELVE DE LA TUMBA


Fue el título de la tercera de las siete películas en que el inmortal Christopher Lee se metió en la piel del famoso y sanguinario conde, pero nos viene al dedillo para hablar de un momento especial para los amantes del cine de terror. 50 años han transcurrido desde que la productora británica Hammer nos presentara al que sin lugar a dudas ha sido la mejor interpretación del conde Drácula que jamás ha visto el celuloide. Vanity Films lo celebra lanzando por fin en DVD esta joya del séptimo arte, y lo hace en su colección “Leyendas del Cine”, que sale a la venta en exclusiva para la FNAC.

Algo que muchos desconocen, es que fue un español quien fundó en 1934 la
Hammer Films. Se llamaba Enrique Carreras, un empresario afincado en Londres que se dedicó a realizar producciones de bajo presupuesto que no llegaron a rebasar las fronteras del Reino Unido. El salto se produjo a mediados de los 50, con el estreno de “El experimento del doctor Quatermass” (Val Guest, 1955). Con ella, el cine de terror dio un salto cualitativo importante. De hecho, la censura británica estableció un nuevo tipo de clasificación para los llamados “horror films”, pasando de la clasificación “H” a la “X”. Nada de esto logró disminuir el éxito de la Hammer, que comenzó de este modo una nueva andadura que lograría establecer los nuevos parámetros del cine de terror, y que en cuestión de pocos años cambiaría por completo tanto el género como el concepto que se tenía de él.
Este éxito hizo pensar a la productora británica en una posible revisión de los grandes clásicos del terror, como lo eran Frankenstein, Drácula, la Momia o incluso el Hombre-Lobo
, por lo cual tuvo que enfrentarse a la Universal en un pequeño conflicto legal para no hacerse eco de ciertos aspectos que se habían convertido en un icono para la productora estadounidense.
El siguiente salto fue aún más audaz: rodar una película de terror en color, algo totalmente nuevo y conceptualmente inconcebible en aquella época. “La maldición de Frankenstein” (Terence Fisher, 1957) unió a Peter Cushing, Christopher Frank Carandini Lee (Chrisopher Lee para nosotros) y al director Terence Fisher por primera vez en la gran pantalla. El éxito de esta cinta, inauguraría para los tres una fructífera relación durante los años venideros. El propio Lee es consciente de ello al afirmar: “Peter Cushing y yo hemos hecho ta
ntas películas de terror, que la gente cree que vivimos juntos en una cueva”.
Fue apenas un año más tarde cuando se estrenó el que es sin duda el mayor de los clásicos de la Hammer, y un referente fundamental para el cine de terror universal: “Drácula” (Terence Fisher, 1958) vuelve de la tumba desde que fuera interpretado por Bela Lugosi para la Universal, en el film de Tod Browning de 1931.
Fue un proceso difícil, dado que lo que pretendía originariamente la Hammer era adaptar la famosa novela de Richard Matheson, “Soy leyenda”. La censura británica le había puesto excesivas pegas al guión de “Th
e night creatures” (así iba a llamarse), que fue escrito por su propio autor, y ante tanto inconveniente acabaron desechando la idea. Así fue como la Hammer, empeñada en filmar una película de vampiros, se fijó por fin en Drácula, mientras que Matheson acabaría consiguiendo que filmaran su guión algunos años más tarde, con “El último hombre… vivo” (Sydney Salkow, 1964).
La presentación de “Drácula” en Estados Unidos bajo el nombre de “Horror of Dracula”, evitó cualquier conflicto legal con la Universal, mientras que en España tuvimos que esperar un año más para poder verla en cines.
“Drácula” aporta docenas de cosas al panorama del terror, y a la propia historia del cine, vista ahora en perspectiva, convirtiéndose de este modo en un punto de inflexión que ejercita como eje entre el cine de terror clásico y el contemporáneo.
En lo que respecta al personaje del conde, le confiere un erotismo salvaje nunca antes visto, y que no ha vuelto a verse en ninguna otra adaptación al celuloide. El erotismo implícito en sus mordiscos posee una tesitura casi orgásmica, convirtiendo el pecado en un tentador placer para sus víctimas. El propio Fisher le indicó a la actriz Melissa Stribling, que debía interpretar “como si acabase de vivir un gran éxtasis sexual”. Esa mezcolanza entre hombre y bestia, oculta tras la nobleza de su siniestro porte, le convierte a los ojos de la crítica de un modo casi unánime en el mejor conde Drácula que ha tenido la gran pantalla (a pesar de que, como adaptación de la novela, deja que desear). A este mérito hay que añadir, como curiosidad, que Christopher Lee aún figura en el Libro Guiness de los records como el actor que ha intervenido en mayor número de películas (incluso más que John Turturro, fíjate).
Sin embargo, la aportación más importante de esta película es la incorporación del color. La sangre debe su pureza casi insultante al magnífico empleo del color, que le proporciona vida propia, y que resalta especialmente gracias a unas muertes explícitas, casi dolorosas, a golpe de estaca. Ese uso magistral del color, combinado con una iluminación verdaderamente formidable, y unos decorados austeros pero perfectamente logrados, hacen de “Drácula” un auténtico ejemplo a seguir por todos aquellos cineastas –y cinéfilos– que amen el género del terror.
El éxito de “Drácula” provocó una larga lista de películas sobre el conde, algunas con mayor fortuna que otras, que prolongaron su reinado hasta el estreno de la última película de la Hammer sobre el conde Drácula, “Kung-fu contra los siete vampiros de oro” (Roy Ward Baker, 1974), un auténtico cult movie donde los haya.
Ahora Vanity Films nos brinda la oportunidad de disfrutar de “Drácula” en formato DVD en todo su esplendor y colorido. Aunque eso sí, sin un mísero extra.

martes, 25 de noviembre de 2008

"OUTLANDER"

UN CÓCTEL PERFECTO

Sinopsis: Una nave espacial se estrella en las gélidas tierras noruegas, a principios del siglo VIII, en territorio vikingo. Su único tripulante vivo, Kainan (Jim Caviezel), se encontrará perdido en un mundo que le es del todo ajeno, en medio de unas gentes bárbaras que desconfían de él. Obligados por las circunstancias, por la masacre de un poblado rival y la misteriosa desaparición de algunos de los suyos, los vikingos se verán obligados a tener que confiar en el misterioso extranjero que viene de más allá del hielo, pues él mismo ha traído consigo una criatura monstruosa que amenaza con desolar toda vida que encuentre a su paso.

Con los rescoldos aún calientes de producciones de un corte similar, como fueran “Tristan & Isolda”, (Kevin Reynolds, 2006), “Beowulf” (Robert Zemeckis, 2007) o “Pathfinder, el guía del desfiladero” (Marcus Nispel, 2007), y aprovechando el tirón que las producciones de corte épico-fantástico están teniendo en los últimos años en las salas de cine de todo el mundo, el director Howard McCain nos brinda ahora una historia más que correcta, tanto en sus formas como en su contenido, que logrará entretener, impactar y dejar huella en la memoria del espectador, a pesar de lo difícil que puede llegar a ser el hecho de emular a auténticos mitos del cine de ficción, como pueden ser “El enigma de otro mundo” (Christian Nyby, 1951), “Alien, el octavo pasajero” (Ridley Scott, 1979) o “Depredador” (John McTiernan, 1987). Y lo mejor de todo, es que McCain lo hace con la que es su opera prima para la gran pantalla: conocido por sus cortos “Los pollos” y “Truman”, apenas se ha dedicado hasta el momento a hacer películas para televisión y algunos guiones para el cine.
Tal vez por ello demuestre tanto esmero en su estreno en salas, con una preocupación casi artesanal por los detalles y la factura, que le lleva hasta el extremo de no descuidar nada en absoluto, desde el guión hasta el plantel de actores, pasando por una espectacular fotografía y unos impecables decorados y vestuarios, hasta unos efectos especiales de los que hace un uso prudente que jamás raya en el abuso, y que hacen gala de una personalidad propia y definida que va más allá de los clásicos de los que bebe. Y es que no en vano se ha rodeado de un equipo de profesionales de primera fila: Patrick Tatopolous, diseñador de “Silent Hill”; Barrie Osbourne, uno de los productores de “El Señor de los Anillos” y “Matrix”; Ninth Ray Studios, responsables de los decorados, storyboards, vestuario, atrezzo y animatronics de películas como “Spider-man 2”, las precuelas de “La Guerra de las Galaxias” o “Hulk”; o la diseñadora de vestuario Debra Hanson, que ya trabajo en el de “Beowulf & Grendel”. A todos ellos, se une un elenco de actores que la dan mayor solidez si cabe a la historia, encabezado por el carismático Jim Caviezel –que a pesar de no sentirse demasiado cómodo con el papel de héroe trágico, finalmente consigue bordarlo–, el siempre efectivo John Hurt, Sophia Myles o un impresionante Ron Perlman dándole la réplica al veterano Hurt.
Lo que hay de especial en “Outlander”, no es tanto la esencia en sí de la historia –el enfrentamiento del hombre contra el monstruo–, que ya hemos visto retratada en el cine en innumerables ocasiones, sino la perspectiva desde la que se plantea: ponerse a la sombra de monstruos clásicos como el Alien, el Depredador o La Cosa, y pretender salir indemne en las insoslayables comparativas, no deja de ser una empresa harto difícil, y sin embargo lo consigue. El diseño artístico del Moorwen –nombre que se le da al monstruo, y que se inspira directamente en los Morlocks que H.G. Wells retrató en su novela de 1895 “La máquina del tiempo” y que, por cierto, también eran fotosensibles al igual que el Moorwen– posee esa peculiar mezcolanza entre el ser alienígena que pretende ser y el monstruo mitológico que parece ser, dislocado de un mundo lejano para encajar en otro mundo que se encuentra a miles de años de poder llegar a comprenderlo. Y en medio de tan ardua y admirable labor, su realizador consigue que su presencia en tierra y época vikingas entronque directamente con todos los mitos nórdicos de la bestia, que van desde el famoso Grendel del “Beowulf” hasta los ya clásicos dragones, convirtiendo así tan impensable cóctel en un puzzle perfectamente ensamblado.
Por lo que respecta al aspecto histórico del filme, hay que destacar también enormemente la gran labor realizada, desde los responsables del vestuario, maquillaje y decorados, hasta la música y la fotografía, que consiguen transportarnos a un mundo palpablemente real, lejos de las acartonadas producciones de serie B que suelen campar a sus anchas actualmente con pretenciosas visas de realismo histórico. La solidez interpretativa de todos sus actores, desde el infalible John Hurt hasta el intimidante Ron Perlman, pasando por una Sophia Myles a quien este tipo de papeles ya le son familiares (protagonizó a Isolda en “Tristán & Isolda” hace apenas un par de años), contribuye enormemente al sentimiento de realismo histórico que transpira el metraje. Y al frente de todos ellos vemos a un Jim Caviezel en horas de gloria, convertido en un héroe trágico de otro tiempo y otro lugar que sabe encajar a la perfección en su propia desgracia, y afrontar el destino con una heroicidad más propia del mundo en el que ha caído, que de aquel del que proviene. Y es que en una película de este calibre, con aspiraciones tan elevadas, ninguna pieza del engranaje debe chirriar lo más mínimo.
Por todo eso y más, “Outlander” satisfará las exigencias de un tipo de espectador desacostumbrado a ser sorprendido, de un tipo de espectador que ha perdido la costumbre de salir de la sala con un buen regusto en la boca, con la sensación de haber visto supurar profesionalidad en este tipo de producciones. Porque, aceptémoslo, normalmente es un tipo de cine destinado a caer en el cesto de las series B, aunque acaben convirtiéndose en auténticos “cult movies”. Y es que –esperemos que el tiempo me dé la razón– “Outlander” tiene toda la pinta de estar destinada a convertirse también en un “cult movie”.

domingo, 10 de agosto de 2008

"EL CABALLERO OSCURO"

LA DELGADA LÍNEA ENTRE EL BIEN Y EL MAL


Sinopsis: Al héroe llamado Batman y al teniente Gordon se une esta vez un hombre que traerá nuevas esperanzas a Gotham. Se trata de Harvey Dent, el nuevo Fiscal del Distrito, un hombre idealista y sacrificado que puede convertirse en el nuevo héroe de la ciudad, el relevo para Batman dentro de los límites de la justicia. Los tres hombres se unirán para derrocar a las bandas organizadas que campan a sus anchas por la ciudad de Gotham, pero un nuevo delincuente se interpondrá en su camino. Su nombre es Joker, y traerá consigo un nuevo concepto de la criminalidad, sin objetivos ni razones, que obligarán a Batman a acercarse peligrosamente a la delgada línea que separa el bien del mal.

A principios de los 90 el concepto y la estética del mundo de Batman comen
zaron a sufrir un cambio radical. Algunos autores se atrevieron a plasmar a través de sus guiones y de su dibujo nuevas perspectivas de esos misteriosos héroes enmascarados que siempre se encuentran un paso más allá de los límites de la justicia. La propia esencia, la estética y el origen mismo del hombre murciélago ponía las cosas aún más fáciles, y numerosos cómic-books de la época empezaron a mostrar al justiciero de Gotham como un personaje oscuro y atormentado, la otra cara de la moneda de toda una amalgama de villanos tradicionales que fueron transformados a su vez en psicópatas y asesinos, surgidos del Manicomio de Arkham y convertidos en grotescos engendros por la misma sociedad que los ocultó a los ojos del mundo. Este cambio de look venía dado en contraposición a un Batman tradicionalmente justo y recto, de vestuario colorido y comportamiento casi caballeresco, cuyos enemigos –incluídos gente como Joker o Dos Caras– no eran sino villanos esperpénticos de actitud circense, que parecían ridículos e incapaces frente a un superhéroe que arrancaba de sus lectores respeto y la admiración a partes iguales desde los años 40 hasta finales de los 80. Pero este largo reinado necesitaba un cambio drástico para seguir manteniendo con vida al hombre murciélago.
Tim Burton visualizó un Batman muy clásico en sus películas de 1989 y 1992, que se volvió aún más clásico con las ulteriores secuelas de Joel Schumacher en 1995 y 1997, dos auténticos fiascos algo desfasados que se hallaba más próximo a la serie de televisión de los años 40 que a las expectativas que tenía puestas el público en ellas. En contraposición, DC, Warner BROS. y el realizador británico Christopher Nolan decidieron comenzar de cero con “Batman Begins” (2005), filmando
a un Bruce Wayne mucho más oscuro, introspectivo y atormentado en una cinta a través de la cual realizaba un auténtico viaje interior que culminaba con el nacimiento del hombre murciélago. “El Caballero Oscuro” (Christopher Nolan, 2008) prosigue con ese viaje interior, amplificando y mejorando los conceptos, afianzando su personalidad, sus sueños y sus miedos, y enfrentando al justiciero de Gotham no sólo consigo mismo, sino también con unos antagonistas sin los cuales, Batman no puede ser entendido hoy en día. El Joker es la Némesis de Batman, ese otro yo en el que se puede convertir si algún día olvida dónde están los límites de la justicia. En ese sentido, Heath Ledger nos ha dejado un legado fantástico, una soberbia interpretación de un villano que merecía algo más que la histriónica versión que de él hizo Jack Nicholson, y que envilece al personaje hasta extremos francamente grandilocuentes sin abandonar esos matices bromistas y macabros, dementes y circenses que siempre han caracterizado al personaje. Y entre esos dos extremos tenemos al Fiscal del Distrito Harvey Dent, un Caballero Blanco que esgrime la justicia como Batman, pero sin rozar sus límites. Un hombre que puede traer la esperanza a Gotham, y que sufrirá también su propio viaje interior, una transformación que conllevará la pérdida de conceptos y valores hasta extremos francamente interesantes, convirtiéndole en Dos Caras. Nolan ha hecho un trabajo fabuloso en el desarrollo de los personajes. Ha seguido supeditando la acción a la historia en favor de unos personajes mucho más próximos al espectador, más humanos y menos heroicos, siguiendo esa corriente gótica en la que no hay buenos y malos, sino diferentes niveles de grises.
Gotham es el otro gran personaje de esta historia, una ciudad de 30 millones de habitantes invadida por el cáncer de la delincuencia de bandas, y empeorada por la llegada de los psicópatas, asesinos y dementes que escaparon del Arkham Assylum al final de “Batman Begins”, y entre los cuales se encuentra el Joker. Compensando la balanza, continuamos disfrutando de todo ese gran elenco de actores que adornan al Caballero Oscuro de Gotham, interpretados con gran acierto por unos siempre fabulosos Michael Caine, Gary Oldman y Morgan Freeman, y que le dan mayor consistencia aún a ese espíritu que posee la cinta de anteponer la elaboración de los persona
jes al despliegue de la mera acción y de los efectos especiales.
Hay un gran trabajo visual en Gotham, algo que ya pudimos ver en “Batman Begins”, pero que aquí cobra una nueva dimensión aportando una fotografía más oscurantista aún si cabe, en la que las luces y las tinieblas juegan un papel decisivo en ese viaje interior de los personajes, adjetivando con su presencia algo que ya venimos intuyendo a medida que avanza el metraje. Hans Zimmer y James Newton Howard han creado una partitura más que correcta, y que plasma con gran acierto esa sensación de caos y de tensión que supura por toda la cinta. “El Caballero Oscuro” es una secuela mucho más dinámica y oscura que su predecesora, resultado de ese viaje hacia el límite al que me he estado refiriendo, y que deja las puertas abiertas a un mundo totalmente distinto, en el que la delgada línea entre el bien y el mal se vuelve más delgada todavía. Un mundo en el que, tal y como sucede en nuestra realidad cotidiana, el bien y el mal se encuentran cara a cara sin saber muchas veces si se encuentran a un lado o al otro de la línea.

viernes, 25 de julio de 2008

"LA MOMIA 3: LA TUMBA DEL EMPERADOR DRAGÓN"

EL ALUMNO SUPERA AL MAESTRO

Sinopsis: El explorador Rick O’Connell regresa a la aventura acompañado de su esposa Evelyn y su cuñado Jonathan. La petición de entrega de una joya por parte del Gobierno Británico, les llevará hasta la lejana China, en una aventura épica que irá desde los yacimientos y tumbas de la antigua China, hasta los picos del Himalaya. Al grupo se unirá también Alex, hijo de los O’Connell y responsable de la excavación causante del despertar de la maldición del Emperador Dragón. El grupo de aventureros se enfr
entarán a un mal ancestral que amenaza con someter a la humanidad entera.

El género pulp ha estado alimentando a generaciones enteras de fans
durante décadas con más o menos acierto. Desde las producciones pretendidamente serias –como la saga de Indiana Jones (Steven Spielberg), “Tras el Corazón Verde” (Robert Zemeckis, 1984) o “La Joya del Nilo” (Lewis Teague, 1985)– hasta algunas tristemente risibles –ejemplos los hay por docenas, como las prescindibles “El Templo del Oro” (J. Lee Thompson, 1986), “Las Minas del Rey Salomón” (J. Lee Thompson, 1985) o “Allan Quatermain y la Ciudad Perdida del Oro” (Gary Nelson, 1986), por nombrar algunas–, el abanico es tan amplio que aburre por reiterativo. Que todas ellas han bebido del género pulp –no se salva ni Indiana Jones–, es indiscutible, pero luego resta por analizar la elegancia con que lo han hecho, que en unos casos es mucha y en otros más bien nula.
La trilogía iniciada con “La Momia” (Stephen Sommers, 1999), ha sido un ejemplo único que cabe mencionar. Ha sabido conservar netamente el espíritu de las novelas pulp de las que bebe directamente, mezclando con bastante acierto la aventura y el humor, lo fantástico y lo mágico, en un cóctel verdaderamente genuino que la convierte en un referente para el género, y que logra distanciarla airos
amente de inevitables –y a veces sobadas– comparaciones con Indiana Jones, la serie cinematográfica pulp por excelencia. Y es que lo mejor es que ha sabido proporcionar acción y aventura, efectos especiales y magia, humor y amor en dosis perfectamente mesuradas y desmesuradas a la vez, creando un microcosmos que será recordado largo tiempo, y que seguirá proporcionando placer a los amantes del género, desde los más chicos a los adultos que no quieren envejecer. Desgraciadamente, la trilogía se ha establecido ya sus propias limitaciones, algo que hemos podido presenciar en esta tercera entrega, a saber: la momia ha sido, es y seguirá siendo (a juzgar por el comentario de Jonathan al final de la cinta) el eje central de la aventura, el Némesis perpetuo de Rick O’Connell –ya sea en Egipto, en China o en Perú– y un condicionante sine qua non para el desarrollo de la serie en cuestión.
Sin embargo esto no parece ser impedimento para que los productores sigan echando mano de ingenio y ofreciéndonos, no sólo un repertorio de efectos especiales, situaciones y aventuras cada vez más amplio y fresco, sino también un despliegue de esfuerzo que nos lleva de punta a punta del globo en un carrusel que apenas da tiempo al respiro. Tal vez lo peor de todo sea el comienzo de la película, donde el realizador nos muestra la actual vida de los O’Connell y el cambio que están a punto de experimentar. En ese sentido, esta parte de la cinta peca de una ligera lentitud que desaparecerá en cuanto pisen suelo chino. A partir de este momento, la alternancia de hu
mor y aventura irá dosificada como con un gotero de tubo ancho, manteniendo al espectador en vilo frente a unas secuencias realmente bien trabajadas, con unos efectos especiales que en la mayoría de los casos son inapelablemente grandiosos, y que en otros rozan lo vulgar –como es el caso de los Yetis–.
Grosso modo, podemos asegurar que “La Momia: la Tumba del Emperador Dragón” (Rob Cohen, 2008) es una opción de corte clásico y factura moderna altamente recomendable para el gran público, que nos traerá el regusto de las películas de aventuras pulp que tanto gustan al público en general y que, desgraciadamente, otras producciones con más medios y solera no han sabido llevar a cabo últimamente, a pesar de su enorme experiencia en el sector. Hasta tal punto es así que, visto lo visto, “Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal” no parece ser sino una burda copia de “La Momia: la Tumba del Emperador Dragón”. En ese sentido, el alumno ha logrado superar al maestro.
Y que conste que digo esto dolido en el alma, pues aunque es ineludible la obligación de admitir lo que es obvio, no por ello puedo dejar de ser un fan incondicional del hombre del sombrero.

sábado, 5 de julio de 2008

"HELLION, EL ÁNGEL CAÍDO"

OTRO DEMONIO MÁS

Sinopsis: Para Max Truemont, éste va a ser su último trabajo. Si todo sale bien, tendrá el dinero suficiente para reabrir ese bar en la esquina que últimamente se ha convertido en su sueño. Junto a su novia Roxanne, comenzará una nueva vida en la que no habrá más robos ni secuestros. Pero este último trabajo se complicará más de lo esperado. Lo que parecía un asunto sencillo, como es raptar a u
n niño y pedir un rescate a cambio, se convertirá en una auténtica pesadilla de un calibre como jamás pudieran haber imaginado.

No diré nada qu
e no se sepa ya nada más leer el título de la cinta que nos atañe, no más de lo que ya han destrozado cualquier misterio que pudiera haber, con esa soberbia traducción que del título original ha hecho la distribuidora española. Nada más decir, que la película se titula “Whisper” (Susurro), y aquí hemos preferido hacer –como en nuestros mejores tiempos– un auténtico spoiler que merece, como mínimo, cincuenta latigazos para los responsables. No se si ha sido la morriña por las viejas usanzas, o si en verdad se debe al miedo a no pillar ni una sabiendo que se enfrentaban a “La Momia: la Tumba del Emperador Dragón” (Rob Cohen, 2008). Sea como fuere, “Hellion: el Ángel Caído” (Stewart Hendler, 2008) jugaba contra la momia con las cartas marcadas. En primer lugar, tenemos a un director novel tras la cámara, algo que ya de por sí supone un riesgo en ocasiones, aunque no ha sido este el caso. En segundo lugar, se ha visto obligado a llevar a la gran pantalla la enésima historia que tiene como referente el advenimiento demoníaco, llámesele Anticristo, Hellion o como se quiera, embutido en el cuerpo de un niño de apenas diez años, de aspecto angelical y diabólico a la vez. A pesar de todo debemos decir que esta temática, salvo por su evidente carácter recurrente, no deja de poseer un atractivo claro para el público en general, que asiste una y otra vez dispuesto a presenciar un enfoque que, en la mayoría de los casos, ni siquiera aporta el más mínimo aspecto innovador.
Desde que, en 1968, Roman Polanski nos sorprendiera a todos con su excelente “La Semilla del Diablo” (otro magnífico ejemplo, típicamente nuestro, de cómo destrozar todo el misterio de la cinta en los dos segundos que se tarda en leer su título), el género del terror vio inaugurado una especie de nu
evo subgénero al que, con el tiempo, se irían incorporando más y más cintas con enfoques similares y resultados dispares. El ejemplo más claro de ello, fue sin lugar a dudas “La Profecía” (Richard Donner, 1976) –aquí sí acertaron con la traducción–, sin lugar a dudas la única que supo retomar la temática del Anticristo con gracia, ofreciendo no sólo una nueva perspectiva, sino también una dimensión del terror mucho más explícita y menos psicológica. Tanto éxito tuvo, que gozó de dos secuelas exitosas en taquilla pero mucho más vacuas de espíritu.
“Hellion: el Ángel Caído”, es la enésima de ellas, y precisamente por ello sufre el peso de la comparativa, que en algunos aspectos le perjudica y en otros le beneficia. Entre los primeros, se encuentran los inevitables paralelismos existentes entre el David que interpreta Blake Woodruff, y el Damien de la profecía, a saber: corte de pelo clásico, chaleco pijo de escuela privada, actitud sosa y mutismo inquietante. Estos clichés de los que ha echado mano su realizador, de un modo consabidamente torpe, nos obligan en todo momento a cotejar esta cinta con la de “La Profecía”, y a sacar nuestras inevitables conclusiones: no le llega ni a la suela de los zapatos. El propio Hendler definió su película durante una entrevista a la revista SciFiWorld: “la defino como El Rescate conoce a La Profecía”. Cómo obviar lo obvio, si incluso su propio padre no
puede obviarlo. Al final, la película se convierte en una sucesión de sustos poco elaborados, seguidos de un elenco de muertes de las que el espectador ya es conocedor antes incluso de que sucedan, y cuyo único encanto reside en el modo en que van a ser llevadas a cabo. El hecho de conocer con antelación cuál va a ser el siguiente paso, provoca una ligera sensación de hastío en el espectador, cuyo único interés reside ya en ver cómo va a suceder más que en qué es lo que va a suceder.
Pero por otra parte, hay cosas novedosas en esta producción, beneficios claros que al igual que los perjuicios, no pueden ser tampoco obviados. A pesar de que el planteamiento del niño diabólico es exageradamente mimético con sus predecesores del celuloide, la ausencia de las sectas satánicas sabedoras de su existencia le confiere a la cinta una nueva dimensión en la que, a falta de la riqueza que pudiera conferirle, le obliga a resaltar aspectos que, de otro modo, jamás verían la luz. Estos aspectos son en concreto los poderes sobrenaturales de que goza el joven demonio, desde
su habilidad para generar ilusiones hasta su capacidad para controlar la mente de sus víctimas, o conocer los secretos más recónditos y oscuros de su pasado. Estas nuevas características le convierte en un ser difícil de dominar, que no necesita de sicarios ni adoradores que le protejan –como ocurría con “La Semilla del Diablo” o “La Profecía–, y que no tiene otra razón de ser que su mera existencia para sembrar el mal y la cizaña entre los mortales. Hay que destacar también la banda sonora de Jeff Rona, que aunque a veces también se ve afectada por ese mimetismo de las bandas sonoras de sus predecesoras (como por ejemplo, en los coros eclesiásticos con tintes satánicos), subraya los momentos más inquietantes de la cinta. Por último, señalar que también el final es marcadamente diferente del de sus predecesoras. Si es mejor o peor, eso es algo que ya queda subordinado al gusto particular de cada consumidor. Yo, particularmente, sigo prefiriendo “La Profecía”.

lunes, 16 de junio de 2008

MUERE STAN WINSTON

MUERE EL MAGO DE LOS EFECTOS ESPECIALES

Tras siete años luchando contra un mieloma múltiple (cáncer de médula ósea), hemos tenido que decir adiós al mago de los efectos especiales, Stan Winston, que falleció el pasado domingo a los 62 años en su residencia al sur de California.
Responsable de los efectos especiales de innumerables películas de éxito que ya son mitos, entre ellas “La Cosa (El enigma de otro mundo)” (John Carpenter, 1982), “Aliens” (James
Cameron, 1986), “The Terminator” (James Cameron, 1984), “Eduardo Manostijeras” (Tim Burton, 1990), “Parque Jurásico” (Steven Spielberg, 1993), “I.A., Inteligencia Artificial” (Steven Spielberg, 2001) o “Depredador” (John McTiernan, 1987), también ha sido supervisor de alguno de los últimos grandes éxitos de la ciencia-ficción, como “Iron Man” (Jon Favreau, 2008), cuyos efectos especiales fueron realizados por la Stan Winston Studio.
Padre y responsable máximo de los Stan Winston Studio, que recogen su valioso testigo, el palmarés de este monstruo de los efectos especiales es verdaderamente impresionante: ganó 4 premios Oscar, el primero de ellos por “Aliens” en la categoría de Efectos Especiales, 2 más por “Terminator 2: El Día del Juicio” por sus Efectos Especiales y el Maquillaje, y un cuarto por los Efectos Especiales de “Parque Jurásico”. Además, recibió 17 premios y otras 30 nominaciones a lo largo de su ca
rrera. En el 2001, consiguió su Estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood.
Nacido en 1946 en Richmond, y tras estudiar pintura y escultura en la Universidad de Virginia, intentó fortuna en Hollywood donde quería cumplir su sueño de ser actor, sueño que terminó con su fichaje por los estudios Disney como aprendiz en el departamento de maquillaje.
También hizo un par de incursiones como director, concretamente en “Pacto de Sangre” (1989) y “Gnomo Cop” (1994). Aunque ninguna de las dos cosechó un gran éxito de taquilla, “Pacto de Sangre” obtuvo tres nominaciones de la Academy of Science Fiction, Fantasy & Horror Films de los Es
tados Unidos, al Mejor Actor (Lance Henriksen), Mejor Director (Stan Winston) y Mejor Película de Terror. Pero su fracaso en taquilla y el descalabro económico de su horripilante “Gnomo Cop”, le hizo entender que debía continuar por la senda de los efectos especiales.
En un emotivo discurso pronunciado por Arnold Schwarzenegger, el gobernador de California, quien calzara la piel del mítico Terminator junto a Stan Winston, confesó tras dar el pésame a sus familiares que “la industria del entretenimiento ha perdido a un genio, y yo he perdido a uno de mis mejores amigos”. “Su trabajo para ganar sus premios Oscar hablan por si mismos –dijo también el gobernador– y por ello el vivirá por siempre en mi corazón y por su forma de amar a todos y cada uno de sus amigos a los que trataba como si fueran de su familia”. Y concluyó: “más adorados que cualquier Oscar era evidente su amor por su esposa Karen y sus hijos Matt y Debbie así como por sus cuatro nietos. Lo extrañaré enormemente y me siento honrado de haber trabajado con él”.
En el futuro, sólo veremos una vez más su nombre, como supervisor de efectos especiales. Será, si todo va bien, en “Terminator Salvation: The Future Begins”, cuyo estreno está previsto para 2009, y que cuenta con un hiperactivo Christian Bale metido en la piel de John Connor y James Cameron de nuevo en la dirección.

domingo, 1 de junio de 2008

"EL INCREÍBLE HULK

¡¡NADA ES MÁS FUERTE QUE HULK!!

Sinopsis: El científico Bruce Banner sufre las irreparables consecuencias de un fallido experimento científico. La exposición a los rayos gamma ha despertado en él un ser terriblemente poderoso e incontrolable, una masa de músculos y bestialidad de color verde que despierta cuando sus pulsaciones se aceleran en exceso. Obligado a apartarse de su colega y prometida, la Doctora Elizabeth Ross, se esconde en una favela en Brasil buscando por todos los medios una cura a su enfermedad. Mientras tanto, el General Thaddeus Ross, padre de su prometida, le busca insistentemente a toda costa con el único fin de que el ejército pueda hacerse con el poder que reside aletargado en la sangre de Banner.

Ni la Marvel ni el público parecieron estar de acuerdo con lo que el brillante Ang Lee hizo del mítico hombre verde. Cuando rodó “Hulk” (2003), el realizador taiwanés pretendió al personaje con la humanidad que merece. Le proporcionó un trasfondo humano, complicando tal vez en exceso las relaciones que unían al protagonista con el resto de personajes, y trabajó –tal vez también en exceso– su pasado para que el espectador se sintiera más identificado con él. Fue una película marcadamente reflexiva, rozando la introspección, pero pecó en la falta de un poco más de acción. Por eso la Marvel quedó tan decepcionada con el producto final y se empeñó en empezar de cero, olvidando por completo la película de Lee.
Era importante repasar este histórico porque así comprenderemos por qué “El Increíble Hulk” (Louis Leterrier, 2008) cambia por completo todo el equipo titular. Además de a Ang Lee, dejaron en el banquillo a Eric Banna, Jennifer Connelly y Sam Elliott, y sacaron al campo a Edward James Norton, Liv Tyler y John Hurt en sus respectivos papeles. Han insistido todos hasta la saciedad en decir que “El Increíble Hulk” arranca de cero, que lo hace olvidando por completo a “Hulk”, pero lo cierto es que no han querido chafarse los dedos, y que ha sido más bien una advertencia al público para asegurarse que irán a verla: en esta nueva entrega se pasa de puntillas por la transformación de Banner en Hulk (se da por entendido que la gente ya lo ha visto en la versión de 2003), y comienza con el científico en una favela brasileña, mientras que “Hulk” terminaba casualmente en una selva sudamericana, por lo que en cierto modo retoma un poco el testigo dejado por Lee.
Cierto es que han conseguido salir airosos en su empeño de inyectarle más acción a la película. Han ganado mucho con el elenco de actores escogidos (especialmente Edward Norton, John Hurt y un siempre brillante Tim Roth), ya que consiguen proporcionarle a la historia toda la profundidad humana que necesita con diálogos escasos y escenas pobres, abandonando el metraje prácticamente a la acción, las luchas, los efectos especiales y las persecuciones.
Sin embargo, el savoir faire de los actores consigue salvar el apartado de las relaciones humanas, añadiendo al valor final de la cinta algo sin lo cual Hulk no sería mas que un monstruo verde dando puñetazos y saltando de un lado para otro para que no le atrapen. Es de agradecer, en ese sentido, que hayan tenido la prudencia de elaborar correctamente este aspecto, sin el cual “El Increíble Hulk” no sería más que otro experimento infográfico impactante pero sin alma, destinado al soporífero consumo veraniego, al estilo de la lamentable “Transformers” (Michael Bay, 2007).
Ayuda muchísimo la potente banda sonora compuesta por Craig Armstrong, autor de partituras tan sugerentes como lo fueron las de “Moulin Rouge” (Baz Luhrmann2001), “El americano impasible” (Phillip Noyce, 2001) o “Elizabeth: la Edad de Oro” (Shekhar Kapur, 2007), y que resonará en la cabeza del espectador mucho después de haber acabado el visionado de la película.
Es de destacar la evolución conceptual y técnica que ha sufrido el diseño infográfico de Hulk, que luce un verde más grisáceo, no tan llamativo, y una musculatura mucho más fibrada, así como un rostro de expresión severa, brutal, que le confiere un aire primitivo y salvaje sin llegar a abandonar esos ramalazos de humanidad domesticada que sufre cuando ve a su querida Beth.

Es muy sugerente el guiño que se incluye cuando Banner sufre la transformación y se le ponen los ojos verdes, ya que esas escenas están presentadas del mismo modo en que lo estuvieron en la serie de TV y las consecuentes películas de las décadas de los 70 y de los 80. Tampoco le faltan los cameos, por supuesto, desde el clásico de Stan Lee hasta el merecidísimo de Lou Ferrigno (quien por cierto le presta la voz a Hulk las pocas veces en que habla, al igual que ya hizo en la de Ang Lee), pasando por otro de Robert Downey Jr. al final de la película que es de lo más especial, y que despertará pasiones entre aquellos espectadores que posean un cerebro más imaginativo.
Son especialmente memorables dos secuencias de la película: la primera de ellas la del campus de la universidad, donde el ejército intenta atrapar a Hulk; y en segundo lugar el enfrentamiento final de Hulk con Abominación, de lo más grande en cuanto a duelos de superhéroes en la gran pantalla. Vamos, cien por cien Marvel.
“El Increíble Hulk”, en resumen, es una propuesta cargada de adrenalina y de espíritu de cómic, un producto de lectura amena y metraje veloz, bastante fiel a su fuente en cuanto a espíritu –salvo en el modo en que Banner se convierte en Hulk, que tampoco representó correctamente Ang Lee–, y que dejará un buen sabor de boca en el espectador, quien incluso podrá llegar a lamentar que no haya más minutos por delante.
A modo de posdata, hay que agradecer a los realizadores que por fin expliquen por qué durante la transformación se le rompe toda la ropa salvo los pantalones. De no ser por ellos, seguiríamos pensando que sólo es debido al intolerante puritanismo yankee.
Y a disfrutar, pues como él mismo dice, “nada es más fuerte que Hulk”.

domingo, 25 de mayo de 2008

"LA NIEBLA"

EN LA MENTE DE KING

Sinopsis: Un pequeño pueblo de Maine se ve arrasado por una repentina y desastrosa tormenta. Mientras sus habitantes amanecen intentando regresar a sus vidas y arreglar los desperfectos, una espesa y extraña niebla cubre por completo la tranquila localidad. Pero hay algo más detrás de esa niebla.

La pasión que siente Frank Darabont por la literatura de
Stephen King es algo especial. Prueba de ello son las cuatro adaptaciones que con esta ha efectuado ya de novelas y relatos del maestro del terror. La primera de ellas fue un corto de principios de los 80, “Dollar babies”, resultado de una fabulosa iniciativa de Stpehen King, que vendía los derechos cinematográficos de algunos de sus relatos cortos por tan sólo 1$, con el fin de promover a los autores noveles. El resultado satisfizo enormemente a King.
Pero lo que Darabont tenía en mente era “La niebla”. Lo qu
e jamás hubiese imaginado, es que antes de poder cumplir sus sueños acabaría adaptando otras dos obras de King: “Rita Hayworth y la redención de Shawshank” –estrenada como “Cadena perpétua” (1994)– y “El corredor de la muerte” –estrenada como “La milla verde” (1999), dos dramas carcelarios que en verdad se encontraban un poco lejos de su verdadera pasión, que es el género del terror.
“La niebla” es un relato de terror con sabor clásico, cuyo mayor mérito no es la
originalidad de su historia, sino los hechos y el desarrollo que plantea. Si en algo es un maestro King, es en el desarrollo de sus personajes y de las relaciones humanas que les unen. Es un analista de la condición humana, y en ese sentido Darabont se ha convertido en un perfecto intérprete de su obra. “La niebla” pretende, no tanto atemorizarnos con el terror ignoto que se encuentra tras ella, sino más bien encararnos con el terror a nuestro propio comportamiento. El verdadero quid de la cuestión son las reacciones de las sociedades humanas cuando se ven sometidas a situaciones extremas, y que con tanto acierto supo exponer William Golding en su obra “El Señor de las Moscas” (1954).
Pero es cierto que el espectador podrá encontrar algo más que un profundo estudio antropológico sobre la condición humana. Hay monstruos de herencia lovecraftiana, y están tras la niebla. El espectador se quedará atenazado a su sillón mientras asiste a un futuro incierto, al despliegue del ingenio humano por sobrevivir en unas secuencias rodadas con gran eficacia, y a un final que no pinta ser, para nada, alentador.
Los puristas, advertidos quedan: Darabont ha optado por un final distinto del que propusiera King en su obra, agridulce, pero ligeramente más esperanzador.

martes, 20 de mayo de 2008

"INDIANA JONES Y EL REINO DE LA CALAVERA DE CRISTAL"

EL HOMBRE DEL SOMBRERO HA VUELTO

Sinopsis: Nevada, 1957. Indiana Jones se enfrenta en esta nueva era a un nuevo enemigo: los rusos. Corren tiempos muy diferentes de aquellos lejanos años 30, e Indy debe enfrentarse ahora al peor momento de su carrera: el gobierno le acusa de ser simpatizante de los soviéticos, y en su universidad se ven obligados a darle una salida digna. A punto de abandonar la ciudad, conoce a un joven llamado Mutt, que le pide ayuda para salvar a un antiguo compañero de Indy, el profesor Oxley. Esta nueva empresa llevará al famoso arqueólogo en pos de la Calavera de Cristal, un objeto místico que, según la leyenda, confiere poderes inimaginables a aquel que lo devuelva a la ciudad perdida de Akator. Lo que Indy no sospecha, es que los rusos, comandados por la mística Irina Spalko, también andan tras la ancestral reliquia.

Han sido 19 los años que hemos tenido que esperar para ver de nuevo en acción al que es sin duda alguna el mayor héroe de aventuras del celuloide, y aunque en algún momento nos atenazara el miedo a no encontrar al mismo que dejamos a la salida del Templo de la Media Luna, lo cierto es que al espectador le gratificará enormemente descubrir que Indy sigue estando en plena forma, a pesar de sus ya casi 66 años. “Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal” –“Indy 4” a partir de ahora– (Steven Spielberg, 2008) estaba obligada a cumplir el siempre difícil reto de igualar una leyenda, que no es otra que la consagrada trilogía del arqueólogo más famoso de todos los tiempos. George Lucas sabía muy bien lo difícil que podía resultar –véase como ejemplo el de “Star Wars, Episodio I: La amenaza fantasma” (Lucas, 1999)–, y no sólo por el listón fijado por estas leyendas del celuloide, sino también –no se si decir “más bien”– por las elevadas expectativas que preestablecen sus propios fans. Efectivamente, “Indy 4” no ha sido una excepción. Sin embargo, hay que decir que han sabido solventar el dilema con gran maestría.
Las escenas de acción son verdaderamente formidables –sobre todo en los dos primeros tercios de la cinta–, y en una línea al más puro estilo Indy, con una puesta en escena y un montaje absolutamente impecables. Hay, eso sí, ciertas secuencias algo exageradas, si las comparamos con anteriores momentos de la saga, y que pueden llegar a decepcionar al espectador. Y todo porque Spielberg y Lucas han querido enfrentar a Indy con los nuevos tiempos, todo ello en el más puro estilo pulp: la era de los ensayos nucleares, la Guerra Fría, el anticomunismo exacerbado del gobierno de Eisenhower, o incluso los supuestos descubrimientos de vida extraterrestre en los Estados Unidos. Esta cuarta entrega profundiza mucho más en la vertiente histórica, como ya hiciera en su momento “En busca del Arca perdida” (Spielberg, 1981), y profundiza un poco más en la vida de Indy, prosiguiendo así el estilo de “Indiana Jones y la última cruzada” (Spielberg, 1989). Y lo hace retomando al personaje de Karen Allen como Marion Ravenwood –a falta de un Sean Connery que tanto aportó a la saga– y alguna sorpresilla más. Es más que acertada la incorporación del nuevo chico de oro de Spielberg, Shia LaBeouf, que ejerce un poco de puente entre Indy y la década de los 50. Interesante aunque poco aprovechado es el papel de John Hurt como el profesor Oxley, antiguo compañero de carrera de Indy. Un Ray Winstone bastante soso y una Cate Blanchett de lo más artificiosa, completan el elenco de secundarios. La interpretación de Cate Blanchett, a pesar de las expectativas, deja bastante que desear, y se halla lejos de otros malos de la saga, que con menos renombre han desempeñado un papel bastante más acertado. Su profunda e inquietante mirada no ha sido suficiente.


En general, “Indy 4” posee todos los rasgos típicos de la serie, y está llena de guiños que harán las delicias de sus fans, con un guión bastante acertado que, sin embargo, se precipita un poco durante la última media hora de película, rompiendo un poco el buen ritmo del resto de la cinta. El descubrimiento de la ciudad de Akator, no posee la magnificencia de otros descubrimientos emblemáticos de la saga (como el del Pozo de Almas o el Templo de la Media Luna), y tal vez por ello no llega a sorprendernos debidamente. Del mismo modo, la aparición del pueblo amazónico que protege –me imagino que era esa su función– las ruinas de la ciudad, es verdaderamente pobre y breve, muy desaprovechada, a mi parecer. Por otro lado, intenta recobrar el aire casi oscurantista de “Indiana Jones y el Templo Maldito” (Spielberg, 1984), pero por desgracia se queda en un mero intento.

“Indy 4” no es distinta de las otras entregas, y hay que entenderla como lo que es: un film de aventuras lleno de humor y de acción, un folletín al más puro estilo pulp, un tobogán que no pretende otra cosa que mantener al espectador en vilo casi todo el tiempo. Y todo ello con un trasfondo elaborado y acoplado a los nuevos tiempos, con incorporaciones infográficas donde antaño eran puros escenarios naturales y decorados costosos y muy elaborados. Eso sí: la acción sigue siendo puramente física al cien por cien.


jueves, 1 de mayo de 2008

"ESPECIAL INDIANA JONES"

INDIANA JONES: EL REGRESO DEL HÉROE

Años de rumores han quedado por fin acallados, y el sueño de ver de nuevo a Indiana Jones en acción en una cuarta entrega de la famosa serie, es ya una realidad. Eso sí, con todo el secretismo que requiere un acontecimiento similar. Y es que, el hecho de que el nombre de Indiana Jone
s, haya ido siempre parejo al concepto de franquicia multimillonaria, no es gratuito.
Desde que en 1981 dos de los talentos más prometedores de la industria cinematográfica norteamericana, Steven Spielberg y George Lucas, se unieran para darle a luz, el género del cine de aventuras no ha vuelto a ser el mismo. Indiana Jones siempre será sinónimo de la más pura aventura. El responsable de todo esto fue George Lucas, quien por aquella época llevaba tiempo deseando realizar una película de con el sabor de los cómics de aventuras que leía de niño, y sobre todo de las novelas pulp y los seriales televisivos de los años 30. Contactó con Steven Spielberg y le ofreció la posibilidad de relajarse con una película de aventuras, algo que le vendría muy bien tras el descomunal fracaso que supuso su última cinta, “1941” (1979). “Siempre quisiste rodar una película de James Bond”, le dijo Lucas a su amigo Spielberg. “Ahora te brindo la oportunidad de rodar una película al estilo de las de James Bond”, añadió.
Con el título de “En busca del Arca perdida” (1981), y partiendo de la historia original d
e George Lucas y Phillip Kaupfman, Lawrence Kasdan desarrolló un guión extraordinario, en el que mezcló no solo la neta aventura, sino también la historia, la arqueología, el humor y lo sobrenatural. De hecho, es este último factor el eje sobre el cual giran las tres primeras películas de la serie: la búsqueda de un artefacto sagrado con poderes supuestamente sobrenaturales, a caballo entre la historia y la leyenda. Así pues, en “En busca del Arca perdida” buscan el Arca de la Alianza, donde Moisés guardó las Tablas de la Ley; en “Indiana Jones y el Templo Maldito” buscan las Piedras Sankara, que proporcionan un poder indescriptible a quien las posea; en “Indiana Jones y la última cruzada”, el objeto deseado no es otro que el Santo Grial, la copa que Jesús de Nazaret utilizó durante la Última Cena. Lawrence Kasdan consiguió transmitir con el guión un aire años 30, a lo Michael Curtiz y Preston Sturges, con un personaje central muy inspirado en el de Humprey Bogart en “El Tesoro de Sierra Madre” (John Huston, 1947).
Al principio, Lucas decidió que el personaje debía llamarse Indiana Smith. El nombre de Indiana, fue en homenaje a su mascota, un enorme perro malamute que tuvo durante los años 70. A Spielberg le pareció buen
a idea, salvo por lo de Smith. Pensó que Indiana Jones tenía más gancho que Indiana Smith, y así fue como se bautizó finalmente al personaje.
Rodada fundamentalmente en Túnez e Inglaterra, “En busca del Arca perdida” supuso un auténtico mazazo para la taquilla. Aún hoy en día, es una de las veinte películas más taquilleras de la historia. También supuso la consagración de Harrison Ford como uno de los actores más cotizados y mejor valorados de todos los tiempos quien, por aquel entonces, apenas lograba malvivir a medio camino entre su frustrada vocación de actor y su necesario oficio de carpintero. Su papel en “La Guerra de las Galaxias” (1977), le puso en el punto de mira de Spielberg, aunque Lucas no parecía dispuesto a convertir a Ford en su particular Robert De Niro (ya había aparecido en dos de sus películas, “American Graffiti” y “La Guerra de las Galaxias”). Actores como Tim Matheson, John Shea, Peter Coyote o Tom Selleck, participaron en el casting inicial, siendo éste último el candidato elegido para interpretar al doctor Jones. Pero todo se vino abajo cuando Selleck no pudo cumplir con las fechas debido a que, por aquel entonces, se encontraba en pleno rodaje de una serie de televisión que, irónicamente, le proporcionaría toda la fama que perdió al rechazar el papel de Indiana Jones: “Mágnum”. Mejor para Ford. Esta película supuso su lanzamiento definitivo al estrellato, de donde no se le ha podido mover en décadas. Aún hoy en día sigue siendo uno de los cinco actores mejor cotizados y más taquilleros del firmamento hollywoodiense, y no en vano. Fue elegido como el Mejor Héroe del Cine de Acción de todos los tiempos por la revista británica The Sun, y la Asociación Nacional de Exhibidores Norteamericana le nombró “Estrella del Siglo” en 1994. El American Film Institute, le otorgó en 2000 el prestigioso premio a toda una carrera, y en 1999 ganó el premio People’s Choice Award como la estrella de cine favorita de todos los tiempos. Recibió sendas nominaciones al Oscar y al Globo de Oro por sus interpretaciones en “Unico Testigo” (Peter Weir, 1985), “La Costa de los Mosquitos” (Peter Weir, 1986), “El fugitivo” (Andrew Davis, 1993) y “Sabrina (y sus amores)” (Sydney Pollack, 1995). En la pasada edición de los Globos de Oro 2002, recibió el premio Cecil B. DeMille a toda su carrera. A pesar de tanto elogio, aún no tiene ningún premio Oscar en su haber.
El esfuerzo fue recompensado con 8 nominaciones a lo
s Oscar (Dirección Artística, Efectos Visuales, Montaje, Sonido, Fotografía, Dirección, B.S.O. y Película), y obtuvo 4 de los premios (Dirección Artística, Efectos Visuales, Montaje y Sonido). Nadie diría que iba a ser así, sobre todo cuando al principio, ninguna productora estaba dispuesta a financiarla. Tan crítica era la situación, que Lucas y Spielberg a punto estuvieron de olvidar la idea de la película y convertirla en una serie de televisión. Por suerte, en el último momento la Paramount aceptó el proyecto.
Tras el éxito de esta película, el tándem Lucas-Spielberg-Ford, no dudó en comenzar lo antes posible con una secuela. Lucas le dijo a Spielberg que era él, indefectiblemente, quien tenía que rodar la saga. Lucas, Spielberg y Ford, firmaron un contrato por tres películas de la serie, e “Indiana Jones y el Templo Maldito” (1984), comenzó a gestarse.

Esta segunda entrega era bastante más oscura que su predecesora, en parte porque Lucas se empeñó en hacer un símil con la segunda parte de su saga galáctica, “El Imperio contraataca” (1980), que también era bastante más oscura que la primera, y en parte porque George Lucas estaba pasando por un divorcio que le estaba marcando. En un principio, Lucas planteó una historia de “castillo encantado” (de ahí que en el teaser original, aparecieran escenas del Castillo de Brunwald), pero a Spielberg no le gustó demasiado la idea, tal vez porque ya tenía su “Poltergeist” (1982) y no quería repetir tema. Sea como fuere, aceptó el reto, y Gloria Katz y William Huyck empezaron a trabajar en el guión partiendo de la historia original de Lucas y Spielberg. La inclusión de un culto indú de adoradores de Khali, la Diosa de la Muerte, niños esclavos, devoradores de bichos y un sacerdote que arrancaba el corazón a sus víctimas, convirtieron esta película en un paseo oscurantista no apto para menores. De hecho, a partir de su estreno se volvió a incluir en las salas de exhibición una vieja categoría en desuso, la de No Recomendada para Menores de 13 Años.
En ella apenas existen los trazos del Arca perdida. Nos presenta a un Indy menos arqueólogo y más aventurero, casi un ladrón de guante blanco. Pero lo más destacado son las alusiones que hace a “Gunga Din” (George Stevens, 1939). Basada en la novela de Rudyard Kinpling, y en la que Cary Grant, Douglas Fairbanks Jr. y Victor McLaglen, en ella se enfrentan a los estranguladores thuggee (o thug, como se prefiera), sectarios de un culto de adoradores de la Diosa Khali. Incluso hay una escena al final sobre un frágil cuente colgante, como también sucede en el Templo Maldito. Más que un guiño, Spielberg y Lucas parecen haberse alimentado directamente de este clásico del cine.
El éxito estuvo asegurado. Por aquel entonces, Spielberg, Ford y Lucas se habían convertido ya en tres de los mayores talentos del cine mundial, y conseguir que los huecos en sus agendas confluyeran en el tiempo, fue de lo más difícil. Ford decidió que no iba a hacer mas que una sola película al año, y los proyectos de Spielberg iban por otros derroteros, mientras que Lucas comenzaba a embargarse en otra trilogía, la de su precuela galáctica, que le ocasionó más quebraderos de cabeza de los que pensaba. Diez años más tarde, en 1989, consiguieron por fin unirse de nuevo, e “Indiana Jones y la Última Cruzada” vio la luz por fin. Los sectores más detractores no dudaron en poner en duda la credibilidad del personaje de Ford: habían pasado diez años, y se estaba haciendo mayor, pero todos callaron al ver el extraordinario resultado de la cinta.
Decidieron que, aprovechando que era la última entrega de la serie, lo lógico era darle un mayor empaque al personaje y profundizar en su vida. De hecho, en los primeros minutos de la cinta conocemos al joven Indy, cómo adquirió su ofidofobia y su destreza con el látigo (y como se hizo la característica cicatriz en su barbilla). Para ello, Ford sugirió al malogrado River Phoenix, quien ya interpretó un papel como hijo suyo en “La Costa de los Mosquitos”.
Por otro lado se profundizó en la historia del padre de Indy, el doctor Henry Jones, personaje que debía de estar a la altura del personaje principal. Para este papel, Spielberg tuvo claro desde el principio que no podía ser otro que James Bond, y el mejor James Bond de la historia (eso son palabras textuales de Spielberg) no era otro que Sean Connery. El res
ultado fue altamente satisfactorio, y las escenas que realizaron juntos nos recuerdan los mejores momentos de Jack Lemmon y Walter Matthau.
En la Última Cruzada, se recupera el espíritu de la primera entrega, no solo por el hecho de tener como eje central la búsqueda de una reliquia judeocristiana, sino también a los nazis como antagonistas
indiscutibles del intrépido arqueólogo. Hay que decir que, técnicamente, esta película es muy superior a sus predecesoras, aunque es de alabar que muchos de los efectos especiales sigan siendo de la vieja escuela: si en el Arca Perdida llegaron a reunir más de 7.000 serpientes reales de diversas especies para la secuencia del Pozo de Almas, y en el Templo Maldito otra innumerable cantidad insectos de todos los tipos y tamaños, en la Última Cruzada contaron con más de 10.000 ratas, eso sin contar las mecánicas, que quemaron en las catacumbas venecianas. Eran películas casi artesanas. En Kairouan, donde rodaron las escenas de El Cairo para el Arca Perdida, llegaron a quitar manualmente entre 200 y 300 antenas de los edificios de la ciudad, con el fin de que las vistas panorámicas de la ciudad fueran más acordes con la época.
Ahora corren otros tiempos, y supongo que todos debemos esperar un Indiana Jones técnica, visual y espiritualmente más acorde con los tiempos que corren. Pero no será sólo esto lo que cambiará. Spielberg y Lucas se han encontrado con el gran dilema de volver a meter a Harrison Ford en la piel del personaje. No es fácil seguir convirtiendo en héroe incombustible a un hombre de 65 años, ni siquiera aunque sea Harrison Ford. Los fans seguimos deseando fervientemente el regreso del héroe, pero al mismo tiempo tenemos miedo de no encontrar lo mismo que dejamos frente a nuestras butacas hace casi veinte años. Los más objetivos, se limitan a afirmar que ya es hora de que Harrison dé el relevo.
Y en cierto modo, así será.
Shia LaBeouf será quien tomará, en cierto modo, el testigo de Ford. Se trata de un joven californiano de 21 años, a quien hemos visto últimamente en “Bobby” (Emilio Estevez, 2006), “Transformers” (Michael Bay, 2007) y este mismo mes en “Disturbia” (D.J. Caruso, 2007), otro remake del célebre thriller “La ventana indiscreta” (Alfred Hitchcock, 1954). LaBeouf interpretará al hijo de Indy en la cuarta película de la saga, dándole así una nueva vuelta de tuerca a la historia, y mucha mayor profundidad al microverso del arqueólogo, y siguiendo de este modo el hilo que ya se comenzó a tejer en la Última Cruzada incorporando la figura de su padre.
Sobre el resto del reparto, se ha estado profiriendo una auténtica avalancha de conjeturas, incluyendo y quitando constantemente a Sean Connery, John Rhys-Davies, Denholm Elliot, Karen Allen y Kate Capshaw. Sólo ahora que ya nos encontramos en pleno rodaje (comenzaron a rodar el 18 de junio), podemos dar la lista completa de los convocados. La gran sorpresa es que Karen Allen volverá a interpretar a Marion Ravenwood. A ella se unirá
n Cate Blanchett, Ray Winstone, John Hurt y Jim Broadbent entre otros. No aparecerán ni John Rhys-Davies, ni Denholm Elliot ni Sean Connery (éste último dijo que no se veía haciendo aún de padre de un hombre que casi parecía mayor que él).
Otro aspecto que ha estado levantando rumores, apuestas y conjeturas de todo tipo, ha sido el título que llevará esta cuarta entrega. Lucas Films habló en todo momento de “Indiana Jones and the City of the Gods” (Indiana Jones y la Ciudad de los Dioses), pero todo s
e volvió más confuso aún cuando decidieron hace unos meses registrar otros 5 títulos más para la película: “Indiana Jones and the Destroyer of Worlds” (“Indiana Jones y el Destructor de Mundos”), “Indiana Jones and the Fourth Corner of the Earth” (“Indiana Jones y la Cuarta Esquina de la Tierra”), “ Indiana Jones and the Lost City of Gold” (“Indiana Jones y la Ciudad Perdida del Oro”), “Indiana Jones and the Quest for the Covenant” (“Indiana Jones y la Búsqueda del Pacto”) e “Indiana Jones and the Kingdom of the Crystal Skull” (“Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal”). En la gala de los premios MTV, el pasado 9 de septiembre, LaBeouf fue el encargado de anunciar que sería éste último el título definitivo de la película (a falta de saber si en España lo van a traducir como les he dicho), a pesar de que habían dicho que no lo desvelarían hasta el cuarto jueves de noviembre de 2007 (el Día de Acción de Gracias). Sin embargo, dicha fecha sigue manteniéndose de cara a la presentación del primer teaser de la película, cosa que ha puesto a los fans aún más eufóricos teniendo en cuenta que su estreno en prácticamente todo el mundo ya está previsto para el día 22 de mayo de 2008.
Del guión se desconoce prácticamente todo, salvo tal vez el nombre de su guionista, David Koepp, quien ha guionizado películas como “La Sombra”, “El Último Escalón”, “La Habitación del Pánico”, “Spider-Man” o “La Guerra de los Mundos”. Lucas afirmó que la historia transcurrirá unos 10 o 12 años después de la Última Cruzada (es decir, hacia 1950 o 1952), para que Indy tenga una edad más acorde con la que tiene Ford actualmente. John Williams volverá a tomar su batuta para escribir y dirigir la partitura del film.
Y poco más. Sabemos que, de momento, están rodando en Veracruz, en México, que ya han rodado en Connecticut, y también que el siguiente punto del itinerario de rodaje es Hawai. El resto, sigue siendo conjetura, y todo para mantener un secretismo tal que convierta esta cuarta película (¿tal vez la última?) en un auténtico fenómeno de masas, en una despedida descomunal y merecida del mayor héroe de todos los tiempos. Una despedida merecida y esperada, que no puede acabar como cualquier otra película.

martes, 15 de abril de 2008

"LAS RUINAS"

EL HORROR EN LA SELVA

Sinopsis: Cuatro jóvenes norteamericanos que se encuentran de vacaciones en Cancún, son invitados por Mathias, un turista alemán, para ir a ver a su hermano Heinrich a unas ruinas en las que está excavando la actual novia de éste. Lo que e
mpezará siendo un fabuloso descubrimiento de una pirámide maya en medio de la agreste selva, acabará siendo una inesperada lucha por salvar sus propias vidas.

A pesar de los muchos símiles sugeridos entre “Las ruinas” (Smith, 2008) y “Turistas” (Stockwell, 2006) –por aquello de los jóvenes turistas americanos que las pasan canutas en un país sudamericano–, lo cierto es que, por suerte, poco tiene que ver con ella.
“Las ruinas” es una adaptación de la novela homónima de Scott B. Smith (responsable también de la magnífica “Un plan sencillo”), que él mismo ha guionizado para la g
ran pantalla. El planteamiento que nos propone, sencillo de principio a fin, se torna claustrofóbico y asfixiante a pesar de que casi todo el metraje transcurre íntegramente en exteriores. Tiene un aire clásico que nos recuerda a películas atemporales como “La Cosa” (Carpenter, 1982), “Blob, masa mortal” (Yeaworth, 1958) o incluso “Alien, el octavo pasajero” (Scott, 1979), salvando las diferencias, claro está, dado que a estas alturas resulta ya muy difícil sorprender al espectador con nuevos miedos.
Aun así, hay que decir a favor de ella que retoma con gracia ciertos arquetipos del terror clásico, horror
es que ya en su día nos sugirieron autores como H.P. Lovecraft, Robert Bloch o incluso Stephen King, y que gracias a su propio carácter materialista dejan de parecernos imposibles. Smith se limita a plantearnos la existencia casi secreta de un horror ancestral de procedencia desconocida, algo tan primitivo y salvaje como la propia naturaleza en la que se oculta. Luego lo reviste de situaciones límite, pinceladas al estilo gore en ocasiones, pero sin caer en la banalidad o la simpleza.
Nos encontramos pues ante una cinta interesante y fresca, donde tal vez lo único que se eche de menos son dos cosas: por un lado, la presencia de personajes un
poco más sólidos, más elaborados, que logren transmitir al espectador la verdadera tragedia de sus circunstancias; por otro lado, el desarrollo de un final mejor, más elaborado, que hubiera logrado redondear el film, y que sería consecuente con la posibilidad casi apocalíptica que se está planteando a lo largo de toda la cinta, y que parece obviarse en los últimos minutos del metraje, en favor de la más que manida y excesivamente sobada sugerencia de una posible secuela.

miércoles, 6 de febrero de 2008

"30 DÍAS DE OSCURIDAD"

LA NOCHE MÁS LARGA

Sinopsis: El pueblo de
Barrow, en Alaska, tiene la desafortunada fama de ser el pueblo más septentrional de los Estados Unidos de América. Por ello, cada verano, durante 30 días, queda sumido en una noche eterna. El frío se agudiza y dos terceras partes de sus habitantes emigran a otros lugares donde la luz del día ilumine sus amaneceres. Pero este año, esa noche eterna no será lo único contra lo que se verán obligados a enfrentarse: una comunidad de vampiros ancestrales ha decidido instalarse en Barrow durante esos 30 días de oscuridad, dispuestos a saciar su interminable sed de sangre con las vidas de aquellos que han decidido quedarse en el remoto pueblo.

No era misión fácil llevar a la gran pantalla una obra como “30 días de oscuridad”, convertido ya en un icono del cómic actual. Y es que el mayor acierto del planteamiento general de esta obra, es el entorno en
el que se ubica: un remoto paisaje de Alaska, gélido hasta la saciedad y perpetuamente nocturno, alejado de todo aquello que pueda recordarnos que, algún día, perteneció al reino de los hombres. Sin embargo, sus realizadores han conseguido plasmar de manera encomiable la asfixiante atmósfera de la obra original.
Si bien fue Sam Raimi quien rompió una primera lanza en favor de esta adaptación al poner las habas sobre la mesa, le corresponde al tándem Slade-Niles el éxito final de l
a cinta. Steve Niles no sólo es el autor del cómic-book, sino también el guionista de la película, por lo que podemos respirar tranquilos al saber que es gracias a él que ésta conserva todo el espíritu de su obra. Respecto a David Slade, ya nos sorprendió en su momento con su primer largo, “Hard Candy” (2005), y con este segundo largometraje ahonda más en su intento por demostrar su poderosa capacidad gráfica y visual. Y es que “30 días de oscuridad” le ha permitido volver por sus fueros con imágenes que rozan la estética del videoclip, con una iluminación y fotografía que hacen honor al espíritu original del cómic, y en las que nos sentimos continuamente atrapados hasta llegar a la asfixia. La composición casi pictórica de cada fotograma, el uso y abuso de la roja sangre sobre la blanca nieve, de la mortecina piel de los vampiros asomando bajo las oscuras sombras de esos días eternos, consigue recoger en su metraje toda la esencia de la obra.
Hay algo en ella
que nos recuerda al estilo de Neil Marshall, y otro poco que nos trae a la mente los mejores momentos de “La Cosa” (John Carpenter, 1982). Y sin embargo, sigue manteniendo el espíritu del cómic al que adapta, con unas imágenes plagadas de sombras y de ventiscas confusas, de un gore extrañamente elegante, de miedo irracional en cada pulgada de su metraje, y que queda acentuado por la sensacional banda sonora de Brian Reitzell –que por momentos también nos recuerda a la música de “La Cosa”–, reiterativa y metálica, grave e intencionadamente discorde, como una cadenciosa letanía inquieta y voraz, que apuntala cada fotograma sin darle al espectador un solo minuto de descanso.
Es destacable el mo
do en que han sido pincelados los vampiros, convertidos en auténticas bestias de gran inteligencia, cuyas guturales voces hablan una lengua que ensombrece la fonética de Mordor, y que nos pone los pelos de punta sólo con oírla.
Este cúmulo de detalles, engarzados con una maestría inusual en un director tan joven, pone de manifiesto un savoir-faire de insoslayable calidad que, con el paso del tiempo, convierta probablemente a ésta película en un auténtico clásico y referente del género de terror.