FURIA DE TITANES
estreno el 31 de marzo


lunes, 17 de diciembre de 2007

"LA NIÑERA"

LOCURA Y SOLEDAD

Sinopsis: Frank, Julie y su hijo recién nacido, Sam, se mudan a una apartada casa en una zona rural despoblada. Julie está afectada de estrés posparto, y Frank está haciendo lo imposible por intentar ayudarla a él y a su hijo mientras trabaja en su libro. Mientras tanto, ambos comenzarán a enfermar, y en medio de atormentadoras pesadillas, comenzarán a descubrir que no están solos.

Lukas Haas, el niño de “Único testigo” (Peter Weir, 1985) ya se nos ha hecho mayor, a pesar de que parece seguir teniendo la misma cara. Tras sorprendernos el pasado año con interpretaciones como la de “Brick” (Rian Jonson, 2006), la de “Alpha Dog” (Nick Cassavetes, 2007) o la de “Last Days” (Gus Van Sant, 2007), ahora lo hace con menos acierto junto a Tim Brown, quien se lanza a la aventura de la dirección con “La niñera” (2007), en la que sobresalen con demasiada claridad tanto su inexperiencia como sus deficiencias como direc
tor.
Lo hace para presentarnos una historia sencilla y sin pretensiones, destinada claramente a su consumo directo en DVD, y en la que Lukas Haas es el eje principal de un argumento intenso, soportando con dificultad el peso interpretativo de toda la cinta. Consigue
algo muy difícil hoy en día, y es llegar a captar la atención del espectador y generar en él cierta intriga hasta los últimos quince minutos de película. Y todo ello sin recurrir a hipérboles sensoriales ni a efectos manidos, salvo tal vez la presencia del espíritu junto a la cuna, cuyo dedo acusador, camisón sucio y greñas mugrientas nos llega a recordar a los espíritus torturados de tantas y tantas cintas de terror oriental.
En ella nos regala un gratificante viaje por la soledad y la locura durante el cual, Frank (Lukas Haas) y Julie (Emily Hampshire) se verán abocados a un progresivo distanciamiento que les trastornará. El insomnio y la soledad, el amor y el odio, conforman los elementos fundamentales de este thriller de engañoso título y peor carátula (junto a estas líneas ofrezco la versión canadiense, bastante más sugerente y acertada), que sembrará en el espectador un cierto desasosiego a medida que vayan transcurriendo los minutos.

Apunte especial merecen algunas de las secuencias de la cámara de video y del escucha para bebés, que provocará ecos en los más avezados, recordándoles ciertos pasajes de “La habitación del niño” (Alex de la Iglesia, 2006).
Por contra, la pesadez y falta de pulso del tempo narrativo, hace que por momentos nos dé la sensación de que la historia no avanza, y que fluctúe nuestra atención por los hechos narrados, algo que no debe cegarnos a la hora de apreciar las virtudes de una cinta que, contada por otro director con más experiencia de un modo más convencional, lograría resultados ciertamente mejores.

sábado, 15 de diciembre de 2007

"LA BÚSQUEDA: EL DIARIO SECRETO"

EL PRIMO FEO DE LARA CROFT

Sinopsis: El famoso cazador de tesoros Benjamin Franklin Gates, descubre esta vez un barco cargado de oro hundido en 1867 frente a las costas de Dry Tortugas, en Florida. Las iniciales de una pequeña cajita hallada a bordo indican que perteneció a Thomas Gates, un antepasado suyo. Su antepasado defendió la existencia de una conspiración para matar a Lincoln a cargo de una orden secreta conocida por el nombre de los Caballeros del Cír
culo Dorado, y que acabó siendo cometido por John Wilkes Booth. Thomas se encontró con Booth en una taberna horas antes del asesinato del presidente, y allí le propuso asociarse con el fin de descifrar un código secreto que les llevaría hasta la mítica ciudad de oro de Cíbola, cuyo paradero es desconocido desde hace siglos. Benjamín Franklin Gates tendrá que enfrentarse a esta nueva búsqueda, y a las calumnias que involucran a su antepasado convirtiéndole en uno de los hombres que asesinaron a Abraham Lincoln.

Si algo funciona, no lo toques. Esa parece haber sido la máxima con la que Jon Turteltaub ha afrontado la segunda entrega de las aventuras de Benjamín Franklin Gates, a juzgar por el resultado, el de un producto destinado claramente a la diversión navideña y el lucro personal de los implicados, desde Nicolas Cage, hasta la mismís
ima factoría Disney. Y es que en estas fechas, y ante tantas opciones, lanzar una película de esta índole es apostar a caballo ganador.
A medio camino entre Indiana Jones y Lara Croft, con menos estilo que aquel y menos gancho que esta, este aventurero de nombre tan poco comercial parece empeñado en instalarse definitivamente en el imaginario colectivo con esta secuela de La Búsqueda (Jon Turteltaub, 2004). Situaciones
rocambolescas, pruebas complicadas y mucha imaginación, son los elementos empleados por sus creadores para potenciar las deficiencias de un personaje que no llega a estar a la altura de los grandes aventureros de la pantalla, entre ellos, los anteriormente mencionados. Y todo ello combinado en un continuo espectáculo de deducciones, mensajes cifrados y mecanismos ocultos que parecen ser un cruce entre el Brain Training y los juegos de Tomb Raider, pero a los que le falta la elegancia minuciosa de un trabajo concienzudo y, sobre todo, mucha credibilidad.
En el plano de actores, además de repetir Nicolas Cage, Jon Voight y Harvey Keitel, la aparición de Helen Mirren en el papel de la madre de Gates, aporta un importante aditivo al film (está imponente, como siempre), así como la presencia del gran Ed Harris, que en esta ocasión ha aceptado un papel que le permite lucirse bien poco, al contrario de lo que ocurrió en la primera entrega de la serie con uno de los malos por antonomasia del cine, Sean Bean.

Bien resuelta a nivel de factura, la cinta exhibe ciertas secuencias que superan con creces a su predecesora, como los complicados planos de persecución por el centro de Londres. Por otro lado, la incredibilidad de ciertos aspectos, en contraposición al intento de rigor histórico que se pretende exhibir durante todo el metraje, le resta puntos a una película que no pasará a la historia por ser una de las mejores películas del género ni de lejos.
En definitiva, una producción al estilo más puramente hollywoodiense, más pretenciosa que sincera, pero efectiva a fin de cuentas, y que no desagradará en absoluto a los amantes del cine de aventuras, que podrán ir haciendo boca hasta que llegue la próxima Indiana Jones y, si el tiempo lo permite, la tercera de Lara Croft.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

"SOY LEYENDA"

VAMPIROS POSMODERNOS

Sinopsis: El científico militar Robert Neville (Will Smith), se ha convertido en el único hombre vivo sobre la faz de la tierra. Un virus de laboratorio se ha propagado con inusitada y mortífera rapidez, aniquilando por completo el mundo tal y como lo conocemos. Abocado en una desesperada búsqueda or salvar su cordura y al mundo mismo, Neville se enfrentará con sus fantasmas interiores, y con seres humanos convertidos en terroríficas criaturas de la noche.

Hay algo en la novela de Richard Matheson ("Soy leyenda", 1954") que me hizo estremecer de desasosiego cuando la leí, hace ahora ya más de diez años. Tal vez fuera ese intento casi maníaco de Robert Neville por salvar su propia cordura, o puede que el simple hecho de encontrarme frente a la que es sin duda una de las mejores obras literarias del terror contemporáneo. Por desgracia, poco de ello encontramos esta vez en la que es la tercera adaptación cinematográfica de la obra cumbre de Richard Matheson.

A quien esto suscribe le sorprendió gratamente la primera versión ("El último hombre sobre la Tierra", Ubaldo Ragona, 1964), con un impecable Vincent Price un poco teatral. Charlton Heston hizo de las suyas en la segunda adaptación ("El último hombre... vivo", Boris Sagal, 1971), en cuyo guión su creador ni siquiera llegó a participar, aunque sí que lo hizo en la primera. Acorde a aquellos tiempos, esta versión fue bastante más apocalíptica, dejando de lado gran parte del bagaje humano que caracterizaba a la obra. Desgraciadamente, "Soy leyenda" (Francis Lawrence, 2007) es antes un remake de ésta última que una fiel adaptación de la novela.
Para aquellos a quienes esto no les importe, sigan adelante. Se encontrarán frente a una película que sin duda satisfará sus apetitos navideños, con una impecable puesta en escena donde destacan, sobre todo, las apabullantes y desérticas escenas de una ciudad de Nueva York asolada por la vegetación, y manadas de animales campando por doquier, mientras Will Smith recorre las calles fusil en mano, como antaño hiciera el que fuera presidente de la National Rifle Association. Lo peor de todo es que, esta vez, la grandeza del personaje de Robert Neville ha quedado convertida en poco más que una mera anécdota, en un puñado de flashbacks sin espíritu ni motivación, insertos en la cinta con escaso acierto y mucha desgana. Los esfuerzos de Smith por manifestar credibilidad, dada la grandeza del personaje literario, no sirven para mejorar en demasía las deficiencias del film. Sus responsables lo intentan suplir con la adición de unas innecesarias pero impactantes criaturas digitales, a medio camino entre el Gollum de "Las Dos Torres" (Peter Jackson, 2002) y los seres subterráneos de "The Descent" (Neil Marshall, 2005), a las que añaden una pizca de los agónicos alaridos del sacerdote Imhotep en "The Mummy" (Stephen Sommers, 1999). Las adrenalínicas escenas en las que aparecen dichas criaturas, desvestidas una vez más de la humanidad e inteligencia que les confirió su creador en la obra literaria, consiguen al menos mantener en vilo al espectador, pero pierden a su vez todo el sentido que tenían inicialmente. Los originales vampiros endémicos que volvieron del revés el concepto clásico del terror como si de un calcetín se tratara, se convierten en esta cinta en poco más que una incontrolada jauría de pseudozombis dispuestos a arrasar con todo lo que encuentren a su paso. El acoso sufrido por el personaje tanto en la novela como en las dos anteriores adaptaciones, ha quedado reducido a cenizas por unas criaturas salvajes que apenas se limitan a gruñir obscenamente.

Y por último, ese mensaje esperanzador y casi empalagoso que caracteriza las producciones hollywoodienses, alejado infinitamente del mensaje primigenio recogido en la obra de Matheson, y maquillado conveniente y apresuradamente para parecer algo que no es, y que nos proporciona un final pobre que no está a la altura del concepto general de la cinta y mucho menos de la obra.
En definitiva, un producto apto para el consuño navideño,diseñado para el lucimiento personal de la estrella Will Smith (y del perro que le acompaña), y convertida en otra ocasión perdida para adaptar como merece una de las obras cumbres de la literatura de terror y ciencia-ficción contemporáneas.

lunes, 10 de diciembre de 2007

"1408"

UNA DE FANTASMAS

Sinopsis: Basada en un relato del maestro Stephen King, nos narra las vivencias de Mike Eslin (John Cusack), un escritor de investigaciones paranormales de segunda fila pero con bastante fama, ha vivido a base del descrédito que le ha proporcionado a un montón de lugares supuestamente encantados. Incapaz de aceptar aquello que no pueda ver con sus propios ojos, Eslin se enfrentará al más sorprendente y escalofriante de cuantos lugares encantados ha conocido: la habitación 1408 del Hotel Dolphin.

Aunque el binomio King-Cusack pueda ser suficiente para atraer per se a más de uno, es de justicia advertirles que no esperen hallar en esta cint
a un producto destacable. Basada en el relato homónimo publicado en su libro “Todo es eventual”, nos encontramos frente a una historia de fantasmas de corte clásico. Stephen King la define en su prólogo como una “historia de posada encantada”, de esas que todo escritor de terror que se precie debería tener en su haber. Pueden imaginar cuán trillado está ya el tema, y también cuánto pueden esperar de la película. Por otro lado, hay que decir en su favor que es una historia bien resuelta, de esas que nos alegramos de ver de vez en cuando en las carteleras, sin histrionismos innecesarios ni facturas complejas, con un protagonista impecable que le da credibilidad a la historia, que profundiza en la complejidad de la mente humana y sus trastornos, haciéndonos sentir un miedo e impotencia que no queda supeditado a sustos gratuitos ni a grandilocuentes efectos sonoros innecesariamente ensalzados.
“1408” es una sencilla historia de fantasmas que no pretende ocultar misteriosas e intrincadas razones ocultas, sino únicamente presentarnos un repertorio de sucesos paranormales elaborados de un modo casi artesanal, a la vieja usanza, haciendo eco de los elementos que tan bien supo tratar su autor en otras historias suyas de la misma índole, como en “El Resplandor”. De hecho, en ocasiones puede llegar a recordarnos vagamente a aquella, aun lejos de alcanzar la brillantez con que nos la presentó Kubrick en su momento.
Mikael Håfström ya ha demostrado con anterioridad su maestría en algunos aspectos de esta cinta. Así, trató con gran fuerza y realismo la maldad del espíritu humano y sus complejidades en la excelente “Evil
” (2003), e hizo una precaria pero efectiva primera incursión en el género del terror con “El fantasma del lago” (2004). “1408” es floja en comparación con la fuerza de “Evil”, pero superior a “El fantasma del lago”, lo cual la convierte en un claro producto de subsistencia que requiere del reclamo King-Cusack a falta de algo mejor. Y por si eso fuera poco, se ha asegurado la siempre infalible baza de contar con el efectivo Samuel L. Jackson en un papel que bien pudiera haber interpretado cualquier otro con igual fortuna, pero que le asegura la asistencia de ese sector del público al que Cusack les dice bien poco. Pero estamos de suerte y está ahí para acompañarnos en la pesadilla.
En su sobriedad, “1408” tiene el aire de las películas clásicas de terror, elaborada con una disciplina casi académica, tocando todos los palos con la soltura de quien sabe que juega una mano ganadora. No hay nada nuevo en ella y, sin embargo, la fuerza del relato de fantasmas más tradicional corre con inusitada fuerza por cada fotograma de su metraje. Tampoco hay engaños ocultos, ni mentiras sacadas de la chistera. Es tan solo un mostrador repleto de fuerzas sobrenaturales e inexplicables, aunadas en un paquete clásico para presentarnos al Mal desvinculado de la carcasa humana que tantas veces lo recubre. Un Mal autosuficiente y primigenio, e inteligente, que no necesita mayor explicación que el hecho de saber que existe y que no depende de nada ni de nadie.

"LA ISLA DE LOS CONDENADOS"

GRAN HORMONA

Sinopsis: Nos encontramos frente a una nueva generación de reality show en la que la televisión no sacará tajada. A través de internet, cualquiera que tenga tarjeta de crédito podrá ver un espectáculo sin igual en el que diez condenados a muertes de diferentes cárceles del tercer mundo, se verán obligados a enfrentarse entre ellos a muerte hasta que sólo quede uno. Lo harán en una remota isla del Pacífico, y tienen treinta horas para hacerlo, si no quieren ver cómo explota el dispositivo que les han adherido al tobillo. Treinta horas para matar, o morir.

En 1979, un escritor completamente desconocido por aquel entonces sorprendió al mundo entero con una fascinante novela titulada “La larga marcha”, repitiendo éxito en 1982 con otra novela de ciencia-ficción de índole similar, “El fugitivo”, que más tarde sería destrozada en el cine por Arnold Schwarzenegger (Paul Michael Glaser, 1987). Aquel escritor se llamaba Richard Bachman. Todos querían saber qui
én era aquel desconocido al que la crítica ya había bautizado como el nuevo Isaac Asimov, y que presagiaba un mundo futuro en el que el espectáculo televisivo se convertiría en una especie de moderno circo romano. Al final resultó que aquel desconocido, no era sino el pseudónimo de uno de los grandes escritores de nuestro tiempo: Stephen King.
Ahora, casi veinte años después, nos encontramos con que la televisión ya ha comenzado a sufrir el grotesco cambio presagiado por el maestro del terror contemporáneo. Programas como “Gran Hermano” o “La isla de los famosos”, se cuentan entre aquellos con mayor índice de audiencia, y los reality show, sean de la índole que sean, campan a sus anchas por las diferentes cadenas televisivas y por internet.
Por eso tenemos
ante nosotros “La isla de los condenados”, un calculado producto que alza su voz para criticar, no a aquellos que elaboran dichos programas, sino a los que contribuyen a que sigan apareciendo como espárragos en época de lluvias. Coproducida por la World Wrestling Association y encabezada en el reparto por el wrestler Steve Austin y el exfutbolista británico Vinnie Jones en papeles antagónicos, el menú contiene testosterona y escotes pronunciados a partes iguales para satisfacer a todo el mundo, violencia para los amantes del género y crítica constructiva para sus detractores, todo ello mezclado convenientemente en una cinta algo por encima de la media.
No hay mayo
r aspiración en ella que la presentada a lo largo de todo el metraje donde, mientras Austin luce músculos y piedad por doquier, se nos plantea una duda razonable sobre la legitimidad de nuestros actos, sobre nuestra contribución en estos espectáculos y en la deformación que está sufriendo la televisión –y el cine, no lo olvidemos–, que se ve abocada cada vez más a convertirse en un mero espectáculo degradante y degradado, lobotomizado y lobotomizante, exento de cualquier otra obligación que no sea la de dar a ganar dinero.
Mal que nos pese, esta película consigue al menos hacer una autocrítica bastante sólida y sincera, y poner en tela de juicio nuestra actitud como espectadores, poniéndose a ella misma como irónico ejemplo de toda esta degradación.

domingo, 2 de diciembre de 2007

"ALIEN VS. PREDATOR: REQUIEM"

ALIMAÑAS DEL ESPACIO

Sinopsis: La tranquilidad de la ciudad de Gunnison se verá quebrantada por un acontecimiento sin igual: una nave extraterrestre se ha estrellado en los bosques que lindan con la pequeña población. Lo que nadie espera, es que hayan sobrevivido algunos de sus ocupantes, una raza alienígena peligrosísima que utilizará a cuantos humanos se encuentre por el camino para incubar en ellos a sus crías. Por suerte o por desgracia para la raza humana, otra especie extraterrestre ha seguido el rastro de la nave siniestrada. Se trata de una raza depredadora de la anterior, con una tecnología superior a cualquier otra. El enfrentamiento entre todos ellos, desencadenará una lucha de proporciones épicas, no sólo por la supervivencia de sus respectivas especies, sino por el propio dominio del planeta en que se libra, la Tierra. Lo que nadie sabe aún, es que hay una cuarta raza inmersa en el conflicto: el Predalien.

Dos monstruosos clásicos del cine de ciencia-ficción son los que sirven de punto de apoyo a la franquicia que nos atañe: “Alien, el octavo pasajero” (Ridley Scott, 1979) y “Depredador” (John McTiernan, 1987). Casi una década separaba a estas dos increíbles criaturas, pero eso no fue impedimento para que, prácticamente desde que apareciera el depredador, comenzara a gestarse en distintos foros la idea de enfrentarlos en una misma película. Recuerdo que todo comenzó con un par de preguntas muy sencillas: ¿por qué el Alien tiene ácido por sangre? Y, ¿para protegerse de
qué?. El guiño a esta posibilidad se dejó ver en “Depredador 2” (Stephen Hopkins, 1990), cuando vemos el interior de la nave, con los trofeos que atesora el Depredador. El ojo más avezado descubrirá que hay un cráneo de Alien entre los trofeos.
Alien vs. Predator (Paul W.S. Anderson, 2004) vio la luz sin demasiado optimismo. Su director optó por presentar las mejores escenas de acción posibles entre las dos criaturas, conocedor tal vez de que el listón dejado por Scott y McTiernan era demasiado alto para intentar rebasarlo, y creó una película destinada al puro entretenimiento, y a la creación de una franquicia (AVP) que movería mucho dinero en el ámbito de los videojuegos, cómics y merchandising de toda clase.
Ahora pretenden revitalizar dicha franquicia con AVPR, o lo que es lo mismo, “Alien vs. Predator: Réquiem”, que en España han titulado “Alien vs. Predator 2” (Colin y Greg Strause, 2007), conscientes tal vez de lo único que pretende ser esta película. Se encontrarán frente a una extensión de su predecesora, cuyo mayor mérito parece ser el de incluir a un nuevo protagonista: el Predalien. Concebido como una mezcolanza entre ambos extraterrestres, supondrá el mayor aliciente de la cinta, que difícilmente consigue superar a su predecesora.
Esta vez la acción se sitúa en la Tierra, intentando transmitir con ello un mayor desasosiego al espectador, quien deseará que los humanos se aparten del medio para, por lo menos, disfrutar de los minutos en que las dos razas se enfrentan a muerte. El hecho de que sea un único Depredador quien se enfrente a todos los Aliens, supondrá otro de los aspectos más notables de esta producción, donde el ser humano apenas se convierte en un mero vehículo para expresar nuestros propios sentimientos, y de paso no convertir la película en un monólogo de ininteligibles gruñidos extraterrestres. Exceptuando al Predalien y su nuevo sistema de procreación (incuba los huevos directamente en su huésped y en mayor número, por lo que la procreación es mucho más rápida), el resto es más de lo mismo.
Al menos servirá para que las nuevas generaciones repasen estos dos grandes clásicos de la ciencia-ficción, y para que los incondicionales se tomen su correspondiente dosis alienígena. Para el resto, vayan con la sola idea de disfrutar de las escenas de acción que, a pesar de los esfuerzos, y por el hecho de no ser en absoluto novedosas, no llegarán a entusiasmarles como es debido. Eso sí, el duelo final entre el Depredador y el Predalien, no tiene precio.

sábado, 1 de diciembre de 2007

ESPECIAL BLADE RUNNER

BLADE RUNNER: 25 AÑOS ESPERANDO EL FUTURO
Veinticinco años han pasado desde que se estrenó Blade Runner (1982), y siempre sigue pareciendo que falten veinticinco años más para que nos adentremos en su decadente y futurista mundo, visionado por Ridley Scott y, antes que él, por Phillip K. Dick, su verdadero padre. Ahora, con motivo de esta fecha tan singular, su director se prepara para lanzar la que será la tercera revisión de una de las obras cumbres del cine de ciencia-ficción de todos los tiempos, en donde podremos ver nuevas escenas que han sido filmadas expresamente para tan especial celebración.

Uno puede no sorprenderse por éste hecho, pero no puede eludir la sorpresa que se siente al descubrir que, el mundo de Blade Runner, sigue siendo igual de distante y posible. Es un mérito indiscutible y raro, muy poco habitual en las películas del género, y justamente por ello mucho más meritorio. A pesar de su estética netamente futurista, Blade Runner posee el encanto del cine negro clásico. Dos elementos en particular, esa voz en off de Harrison Ford a lo Raymond Chandler, y una fantástica Sean Young en un atrayente papel de femme fatale, no pretenden sino subrayar el carácter policíaco del filme al más puro estilo del cine negro clásico. El propio Ridley Scott lo dijo el año mismo de su estreno: “es una película situada dentro de cuarenta años, hecha en el estilo de hace cuarenta años”. Solo que ya son sesenta y cinco los años que la separan de la época dorada del cine negro, y ahora parece que no son cuarenta, sino otros sesenta y cinco los años que nos quedan para llegar al futuro que vaticina casi de un modo profético. Syd Mead fue el responsable de realizar toda la concepción gráfica de esta cinta, siempre bajo la supervisión y apuntes del propio Scott. Así por ejemplo, uno de los elementos más característicos del filme, el spinner, vehículo de la policía que no es más que el resultado de un cuidado tunning aplicado a un automóvil de los años 80, que contrasta con el uso de bicicletas en el atiborrado barrio chino. Esto es resultado del intento –fructuoso– del director por mostrarnos una sociedad pluralizada y multiétnica, un mundo en el que la identidad y la herencia cultural son una caótica amalgama que, a su vez, genera una identidad propia y única, por imposible que parezca. Lo vemos también en los planos de la ciudad, donde los McDonalds han sido sustituidos por pequeños establecimientos en donde se vende comida china precocinada, a orillas de grandes edificios y calles húmedas por una perpetua lluvia que ya presagiaba el cambio climático. Piramidales fachadas vítreas de aspecto colosal y frío, se contraponen a edificios que son orgulloso vestigio de un mundo más antiguo, donde esculturas y gárgolas, volutas y acantos neoclásicos tallados en piedra, siguen resistiendo el maltrato del tiempo y el olvido. Se puede rastrear en su arquitectura la herencia de “Metropolis”, de Fritz Lang, hecho que Scott ha reconocido sin tapujos. Siempre es de noche, y siempre llueve. Encontramos tiendas de comida-basura junto a almacenes de suministros varios para la ingeniería genética aplicada a los androides, mientras enormes carteles luminosos se empeñan en bombardear constantemente a los habitantes de esa monstruosa ciudad con anuncios reiterativos y asfixiantes. Parece como si la más terrible oscuridad se hubiese cernido sobre el futuro de los hombres en un mundo dominado por el caos y la indefinición. De hecho, los expertos afirman que, con Blade Runner, el subgénero del cyberpunk cobró forma por primera vez. Era un nuevo concepto dentro de la ciencia-ficción, surgido de la simbiosis entre el arte New Age, y el postmodernismo académico más avanzado, al que se le añaden ecos del cine negro.
La excelente banda sonora de Vangelis, quien acababa de ganar un Oscar por la BSO de “Carros de fuego”, se convirtió en un auténtico icono musical para los amantes de las BSO y de la música New Age, y que no sólo dotó de mayor personalidad a la cinta, sino que marcó el inicio de una nueva era para las bandas sonoras. Esa extraña y grata mezcolanza entre el jazz y el blues, fusionados a su vez con la música electrónica, y unos toques puntuales de noise, la convirtieron en una obra maestra sin precedentes. Sus notas melancólicas y dulzonas armonizaban con las facetas más neogóticas de la película, mientras que aquellas más electrónicas, se encargaban de recordarnos que sus personajes estaban viviendo en un futuro próximo.
Gracias a esta película saltó al estrellato el actor holandés Rutger Hauer, gracias a su fabulosa e inquietante interpretación del replicante nexus 6, Roy Batty, un moderno monstruo de Frankenstein humanizado hasta límites insospechados, un villano convertido en mártir de su propia causa. Su gran monólogo al final de la película, ha quedado inmortalizado como uno de los más famosos de la historia del cine, y por ello me daré el gustazo de transcribirlo aquí, para mi deleite y el de muchos otros:
“Yo... he visto cosas que vosotros no creeríais. He visto atacar naves ardiendo más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir”.
Blade Runner es una de esas películas que dejan una huella imborrable en el espectador, y no únicamente en el espectador casual, sino en aquel más avezado, el que es capaz de detenerse y leer entre líneas el mensaje que hay implícito en ella. Prueba de esto fue su fracaso en las taquillas, donde durante la primera semana de proyección, tan sólo recaudó poco más de 6 millones de dólares. En gran parte, éste fracaso se debió a que su estreno coincidió con el de “E.T., el Extraterrestre”, película que sí iba dirigida a un público bastante menos exigente y capaz, más interesado en pasar un rato agradable sentado en su butaca que en devanarse los sesos frente a planteamientos metafóricos, proféticos y catastrofistas que ponían en tela de juicio un posible futuro deshumanizado y falto de esperanzas.
Hoy en día, nadie niega que Blade Runner, es una película única en su género. De su impagable herencia han bebido películas posteriores como “Matrix”, “Terminator”, “Dark City”, “El Cuervo”, “Robocop”, “El Quinto Elemento”, “Días Extraños”, “Desafío Total”, “Minority Report” o “Johnny Mnemonic”, entre otras muchas. Y eso sólo en lo que al mundo del cine se refiere. En la literatura tenemos toda una corriente de escritores cyberpunk, como William Gibson (autor de la archifamosa “Neuromante”), Bruce Sterling, Pat Cadigan o Rudy Rucker, e inspiró algunos juegos de rol de los 80, como “Shadowrun” o “Cyberpunk”.
Ahora tenemos la oportunidad de poder disfrutarla de nuevo en el cine, en el que se ha dado en llamar “Blade Runner: Final Cut”. Y con éste, irán siete versiones, aunque sólo dos de ellas fueron estrenadas en salas (“Blade Runner” y “Blade Runner: Director’s Cut”), claro signo del difícil parto que supuso su rodaje y proyección. Según se rumorea –y uno no puede fiarse siempre de la rumorología–, Scott ha rodado alguna escena nueva, e incluso ha vuelto a rodar alguna que otra escena original, como aquella en la que Deckard da muerte a Zhora, la replicante. Parte de ese rumor dice que, para la escena, Scott necesitó echar mano del hijo mayor de Ford, quien guarda un parecido más que razonable con su padre. Si no hay cambios, se espera su reestreno en cines para finales de éste verano de 2007, y una edición definitiva en una caja de DVD que incluirá las tres ediciones oficiales proyectadas en los cines: “Blade Runner”, “Blade Runner: Director’s Cut” y “Blade Runner: Final Cut”. Imagino yo, que ya puestos le añadirán una nutrida cantidad de extras.
A buen seguro que los nuevos espectadores encontrarán en ella un futuro igual de desesperanzado que aquel que nosotros, los afortunados generacionales, pudimos disfrutar en su momento.
Pero no os preocupéis si habéis llegado tarde. Ese futuro, aún está por llegar.