FURIA DE TITANES
estreno el 31 de marzo


lunes, 17 de diciembre de 2007

"LA NIÑERA"

LOCURA Y SOLEDAD

Sinopsis: Frank, Julie y su hijo recién nacido, Sam, se mudan a una apartada casa en una zona rural despoblada. Julie está afectada de estrés posparto, y Frank está haciendo lo imposible por intentar ayudarla a él y a su hijo mientras trabaja en su libro. Mientras tanto, ambos comenzarán a enfermar, y en medio de atormentadoras pesadillas, comenzarán a descubrir que no están solos.

Lukas Haas, el niño de “Único testigo” (Peter Weir, 1985) ya se nos ha hecho mayor, a pesar de que parece seguir teniendo la misma cara. Tras sorprendernos el pasado año con interpretaciones como la de “Brick” (Rian Jonson, 2006), la de “Alpha Dog” (Nick Cassavetes, 2007) o la de “Last Days” (Gus Van Sant, 2007), ahora lo hace con menos acierto junto a Tim Brown, quien se lanza a la aventura de la dirección con “La niñera” (2007), en la que sobresalen con demasiada claridad tanto su inexperiencia como sus deficiencias como direc
tor.
Lo hace para presentarnos una historia sencilla y sin pretensiones, destinada claramente a su consumo directo en DVD, y en la que Lukas Haas es el eje principal de un argumento intenso, soportando con dificultad el peso interpretativo de toda la cinta. Consigue
algo muy difícil hoy en día, y es llegar a captar la atención del espectador y generar en él cierta intriga hasta los últimos quince minutos de película. Y todo ello sin recurrir a hipérboles sensoriales ni a efectos manidos, salvo tal vez la presencia del espíritu junto a la cuna, cuyo dedo acusador, camisón sucio y greñas mugrientas nos llega a recordar a los espíritus torturados de tantas y tantas cintas de terror oriental.
En ella nos regala un gratificante viaje por la soledad y la locura durante el cual, Frank (Lukas Haas) y Julie (Emily Hampshire) se verán abocados a un progresivo distanciamiento que les trastornará. El insomnio y la soledad, el amor y el odio, conforman los elementos fundamentales de este thriller de engañoso título y peor carátula (junto a estas líneas ofrezco la versión canadiense, bastante más sugerente y acertada), que sembrará en el espectador un cierto desasosiego a medida que vayan transcurriendo los minutos.

Apunte especial merecen algunas de las secuencias de la cámara de video y del escucha para bebés, que provocará ecos en los más avezados, recordándoles ciertos pasajes de “La habitación del niño” (Alex de la Iglesia, 2006).
Por contra, la pesadez y falta de pulso del tempo narrativo, hace que por momentos nos dé la sensación de que la historia no avanza, y que fluctúe nuestra atención por los hechos narrados, algo que no debe cegarnos a la hora de apreciar las virtudes de una cinta que, contada por otro director con más experiencia de un modo más convencional, lograría resultados ciertamente mejores.

sábado, 15 de diciembre de 2007

"LA BÚSQUEDA: EL DIARIO SECRETO"

EL PRIMO FEO DE LARA CROFT

Sinopsis: El famoso cazador de tesoros Benjamin Franklin Gates, descubre esta vez un barco cargado de oro hundido en 1867 frente a las costas de Dry Tortugas, en Florida. Las iniciales de una pequeña cajita hallada a bordo indican que perteneció a Thomas Gates, un antepasado suyo. Su antepasado defendió la existencia de una conspiración para matar a Lincoln a cargo de una orden secreta conocida por el nombre de los Caballeros del Cír
culo Dorado, y que acabó siendo cometido por John Wilkes Booth. Thomas se encontró con Booth en una taberna horas antes del asesinato del presidente, y allí le propuso asociarse con el fin de descifrar un código secreto que les llevaría hasta la mítica ciudad de oro de Cíbola, cuyo paradero es desconocido desde hace siglos. Benjamín Franklin Gates tendrá que enfrentarse a esta nueva búsqueda, y a las calumnias que involucran a su antepasado convirtiéndole en uno de los hombres que asesinaron a Abraham Lincoln.

Si algo funciona, no lo toques. Esa parece haber sido la máxima con la que Jon Turteltaub ha afrontado la segunda entrega de las aventuras de Benjamín Franklin Gates, a juzgar por el resultado, el de un producto destinado claramente a la diversión navideña y el lucro personal de los implicados, desde Nicolas Cage, hasta la mismís
ima factoría Disney. Y es que en estas fechas, y ante tantas opciones, lanzar una película de esta índole es apostar a caballo ganador.
A medio camino entre Indiana Jones y Lara Croft, con menos estilo que aquel y menos gancho que esta, este aventurero de nombre tan poco comercial parece empeñado en instalarse definitivamente en el imaginario colectivo con esta secuela de La Búsqueda (Jon Turteltaub, 2004). Situaciones
rocambolescas, pruebas complicadas y mucha imaginación, son los elementos empleados por sus creadores para potenciar las deficiencias de un personaje que no llega a estar a la altura de los grandes aventureros de la pantalla, entre ellos, los anteriormente mencionados. Y todo ello combinado en un continuo espectáculo de deducciones, mensajes cifrados y mecanismos ocultos que parecen ser un cruce entre el Brain Training y los juegos de Tomb Raider, pero a los que le falta la elegancia minuciosa de un trabajo concienzudo y, sobre todo, mucha credibilidad.
En el plano de actores, además de repetir Nicolas Cage, Jon Voight y Harvey Keitel, la aparición de Helen Mirren en el papel de la madre de Gates, aporta un importante aditivo al film (está imponente, como siempre), así como la presencia del gran Ed Harris, que en esta ocasión ha aceptado un papel que le permite lucirse bien poco, al contrario de lo que ocurrió en la primera entrega de la serie con uno de los malos por antonomasia del cine, Sean Bean.

Bien resuelta a nivel de factura, la cinta exhibe ciertas secuencias que superan con creces a su predecesora, como los complicados planos de persecución por el centro de Londres. Por otro lado, la incredibilidad de ciertos aspectos, en contraposición al intento de rigor histórico que se pretende exhibir durante todo el metraje, le resta puntos a una película que no pasará a la historia por ser una de las mejores películas del género ni de lejos.
En definitiva, una producción al estilo más puramente hollywoodiense, más pretenciosa que sincera, pero efectiva a fin de cuentas, y que no desagradará en absoluto a los amantes del cine de aventuras, que podrán ir haciendo boca hasta que llegue la próxima Indiana Jones y, si el tiempo lo permite, la tercera de Lara Croft.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

"SOY LEYENDA"

VAMPIROS POSMODERNOS

Sinopsis: El científico militar Robert Neville (Will Smith), se ha convertido en el único hombre vivo sobre la faz de la tierra. Un virus de laboratorio se ha propagado con inusitada y mortífera rapidez, aniquilando por completo el mundo tal y como lo conocemos. Abocado en una desesperada búsqueda or salvar su cordura y al mundo mismo, Neville se enfrentará con sus fantasmas interiores, y con seres humanos convertidos en terroríficas criaturas de la noche.

Hay algo en la novela de Richard Matheson ("Soy leyenda", 1954") que me hizo estremecer de desasosiego cuando la leí, hace ahora ya más de diez años. Tal vez fuera ese intento casi maníaco de Robert Neville por salvar su propia cordura, o puede que el simple hecho de encontrarme frente a la que es sin duda una de las mejores obras literarias del terror contemporáneo. Por desgracia, poco de ello encontramos esta vez en la que es la tercera adaptación cinematográfica de la obra cumbre de Richard Matheson.

A quien esto suscribe le sorprendió gratamente la primera versión ("El último hombre sobre la Tierra", Ubaldo Ragona, 1964), con un impecable Vincent Price un poco teatral. Charlton Heston hizo de las suyas en la segunda adaptación ("El último hombre... vivo", Boris Sagal, 1971), en cuyo guión su creador ni siquiera llegó a participar, aunque sí que lo hizo en la primera. Acorde a aquellos tiempos, esta versión fue bastante más apocalíptica, dejando de lado gran parte del bagaje humano que caracterizaba a la obra. Desgraciadamente, "Soy leyenda" (Francis Lawrence, 2007) es antes un remake de ésta última que una fiel adaptación de la novela.
Para aquellos a quienes esto no les importe, sigan adelante. Se encontrarán frente a una película que sin duda satisfará sus apetitos navideños, con una impecable puesta en escena donde destacan, sobre todo, las apabullantes y desérticas escenas de una ciudad de Nueva York asolada por la vegetación, y manadas de animales campando por doquier, mientras Will Smith recorre las calles fusil en mano, como antaño hiciera el que fuera presidente de la National Rifle Association. Lo peor de todo es que, esta vez, la grandeza del personaje de Robert Neville ha quedado convertida en poco más que una mera anécdota, en un puñado de flashbacks sin espíritu ni motivación, insertos en la cinta con escaso acierto y mucha desgana. Los esfuerzos de Smith por manifestar credibilidad, dada la grandeza del personaje literario, no sirven para mejorar en demasía las deficiencias del film. Sus responsables lo intentan suplir con la adición de unas innecesarias pero impactantes criaturas digitales, a medio camino entre el Gollum de "Las Dos Torres" (Peter Jackson, 2002) y los seres subterráneos de "The Descent" (Neil Marshall, 2005), a las que añaden una pizca de los agónicos alaridos del sacerdote Imhotep en "The Mummy" (Stephen Sommers, 1999). Las adrenalínicas escenas en las que aparecen dichas criaturas, desvestidas una vez más de la humanidad e inteligencia que les confirió su creador en la obra literaria, consiguen al menos mantener en vilo al espectador, pero pierden a su vez todo el sentido que tenían inicialmente. Los originales vampiros endémicos que volvieron del revés el concepto clásico del terror como si de un calcetín se tratara, se convierten en esta cinta en poco más que una incontrolada jauría de pseudozombis dispuestos a arrasar con todo lo que encuentren a su paso. El acoso sufrido por el personaje tanto en la novela como en las dos anteriores adaptaciones, ha quedado reducido a cenizas por unas criaturas salvajes que apenas se limitan a gruñir obscenamente.

Y por último, ese mensaje esperanzador y casi empalagoso que caracteriza las producciones hollywoodienses, alejado infinitamente del mensaje primigenio recogido en la obra de Matheson, y maquillado conveniente y apresuradamente para parecer algo que no es, y que nos proporciona un final pobre que no está a la altura del concepto general de la cinta y mucho menos de la obra.
En definitiva, un producto apto para el consuño navideño,diseñado para el lucimiento personal de la estrella Will Smith (y del perro que le acompaña), y convertida en otra ocasión perdida para adaptar como merece una de las obras cumbres de la literatura de terror y ciencia-ficción contemporáneas.

lunes, 10 de diciembre de 2007

"1408"

UNA DE FANTASMAS

Sinopsis: Basada en un relato del maestro Stephen King, nos narra las vivencias de Mike Eslin (John Cusack), un escritor de investigaciones paranormales de segunda fila pero con bastante fama, ha vivido a base del descrédito que le ha proporcionado a un montón de lugares supuestamente encantados. Incapaz de aceptar aquello que no pueda ver con sus propios ojos, Eslin se enfrentará al más sorprendente y escalofriante de cuantos lugares encantados ha conocido: la habitación 1408 del Hotel Dolphin.

Aunque el binomio King-Cusack pueda ser suficiente para atraer per se a más de uno, es de justicia advertirles que no esperen hallar en esta cint
a un producto destacable. Basada en el relato homónimo publicado en su libro “Todo es eventual”, nos encontramos frente a una historia de fantasmas de corte clásico. Stephen King la define en su prólogo como una “historia de posada encantada”, de esas que todo escritor de terror que se precie debería tener en su haber. Pueden imaginar cuán trillado está ya el tema, y también cuánto pueden esperar de la película. Por otro lado, hay que decir en su favor que es una historia bien resuelta, de esas que nos alegramos de ver de vez en cuando en las carteleras, sin histrionismos innecesarios ni facturas complejas, con un protagonista impecable que le da credibilidad a la historia, que profundiza en la complejidad de la mente humana y sus trastornos, haciéndonos sentir un miedo e impotencia que no queda supeditado a sustos gratuitos ni a grandilocuentes efectos sonoros innecesariamente ensalzados.
“1408” es una sencilla historia de fantasmas que no pretende ocultar misteriosas e intrincadas razones ocultas, sino únicamente presentarnos un repertorio de sucesos paranormales elaborados de un modo casi artesanal, a la vieja usanza, haciendo eco de los elementos que tan bien supo tratar su autor en otras historias suyas de la misma índole, como en “El Resplandor”. De hecho, en ocasiones puede llegar a recordarnos vagamente a aquella, aun lejos de alcanzar la brillantez con que nos la presentó Kubrick en su momento.
Mikael Håfström ya ha demostrado con anterioridad su maestría en algunos aspectos de esta cinta. Así, trató con gran fuerza y realismo la maldad del espíritu humano y sus complejidades en la excelente “Evil
” (2003), e hizo una precaria pero efectiva primera incursión en el género del terror con “El fantasma del lago” (2004). “1408” es floja en comparación con la fuerza de “Evil”, pero superior a “El fantasma del lago”, lo cual la convierte en un claro producto de subsistencia que requiere del reclamo King-Cusack a falta de algo mejor. Y por si eso fuera poco, se ha asegurado la siempre infalible baza de contar con el efectivo Samuel L. Jackson en un papel que bien pudiera haber interpretado cualquier otro con igual fortuna, pero que le asegura la asistencia de ese sector del público al que Cusack les dice bien poco. Pero estamos de suerte y está ahí para acompañarnos en la pesadilla.
En su sobriedad, “1408” tiene el aire de las películas clásicas de terror, elaborada con una disciplina casi académica, tocando todos los palos con la soltura de quien sabe que juega una mano ganadora. No hay nada nuevo en ella y, sin embargo, la fuerza del relato de fantasmas más tradicional corre con inusitada fuerza por cada fotograma de su metraje. Tampoco hay engaños ocultos, ni mentiras sacadas de la chistera. Es tan solo un mostrador repleto de fuerzas sobrenaturales e inexplicables, aunadas en un paquete clásico para presentarnos al Mal desvinculado de la carcasa humana que tantas veces lo recubre. Un Mal autosuficiente y primigenio, e inteligente, que no necesita mayor explicación que el hecho de saber que existe y que no depende de nada ni de nadie.

"LA ISLA DE LOS CONDENADOS"

GRAN HORMONA

Sinopsis: Nos encontramos frente a una nueva generación de reality show en la que la televisión no sacará tajada. A través de internet, cualquiera que tenga tarjeta de crédito podrá ver un espectáculo sin igual en el que diez condenados a muertes de diferentes cárceles del tercer mundo, se verán obligados a enfrentarse entre ellos a muerte hasta que sólo quede uno. Lo harán en una remota isla del Pacífico, y tienen treinta horas para hacerlo, si no quieren ver cómo explota el dispositivo que les han adherido al tobillo. Treinta horas para matar, o morir.

En 1979, un escritor completamente desconocido por aquel entonces sorprendió al mundo entero con una fascinante novela titulada “La larga marcha”, repitiendo éxito en 1982 con otra novela de ciencia-ficción de índole similar, “El fugitivo”, que más tarde sería destrozada en el cine por Arnold Schwarzenegger (Paul Michael Glaser, 1987). Aquel escritor se llamaba Richard Bachman. Todos querían saber qui
én era aquel desconocido al que la crítica ya había bautizado como el nuevo Isaac Asimov, y que presagiaba un mundo futuro en el que el espectáculo televisivo se convertiría en una especie de moderno circo romano. Al final resultó que aquel desconocido, no era sino el pseudónimo de uno de los grandes escritores de nuestro tiempo: Stephen King.
Ahora, casi veinte años después, nos encontramos con que la televisión ya ha comenzado a sufrir el grotesco cambio presagiado por el maestro del terror contemporáneo. Programas como “Gran Hermano” o “La isla de los famosos”, se cuentan entre aquellos con mayor índice de audiencia, y los reality show, sean de la índole que sean, campan a sus anchas por las diferentes cadenas televisivas y por internet.
Por eso tenemos
ante nosotros “La isla de los condenados”, un calculado producto que alza su voz para criticar, no a aquellos que elaboran dichos programas, sino a los que contribuyen a que sigan apareciendo como espárragos en época de lluvias. Coproducida por la World Wrestling Association y encabezada en el reparto por el wrestler Steve Austin y el exfutbolista británico Vinnie Jones en papeles antagónicos, el menú contiene testosterona y escotes pronunciados a partes iguales para satisfacer a todo el mundo, violencia para los amantes del género y crítica constructiva para sus detractores, todo ello mezclado convenientemente en una cinta algo por encima de la media.
No hay mayo
r aspiración en ella que la presentada a lo largo de todo el metraje donde, mientras Austin luce músculos y piedad por doquier, se nos plantea una duda razonable sobre la legitimidad de nuestros actos, sobre nuestra contribución en estos espectáculos y en la deformación que está sufriendo la televisión –y el cine, no lo olvidemos–, que se ve abocada cada vez más a convertirse en un mero espectáculo degradante y degradado, lobotomizado y lobotomizante, exento de cualquier otra obligación que no sea la de dar a ganar dinero.
Mal que nos pese, esta película consigue al menos hacer una autocrítica bastante sólida y sincera, y poner en tela de juicio nuestra actitud como espectadores, poniéndose a ella misma como irónico ejemplo de toda esta degradación.

domingo, 2 de diciembre de 2007

"ALIEN VS. PREDATOR: REQUIEM"

ALIMAÑAS DEL ESPACIO

Sinopsis: La tranquilidad de la ciudad de Gunnison se verá quebrantada por un acontecimiento sin igual: una nave extraterrestre se ha estrellado en los bosques que lindan con la pequeña población. Lo que nadie espera, es que hayan sobrevivido algunos de sus ocupantes, una raza alienígena peligrosísima que utilizará a cuantos humanos se encuentre por el camino para incubar en ellos a sus crías. Por suerte o por desgracia para la raza humana, otra especie extraterrestre ha seguido el rastro de la nave siniestrada. Se trata de una raza depredadora de la anterior, con una tecnología superior a cualquier otra. El enfrentamiento entre todos ellos, desencadenará una lucha de proporciones épicas, no sólo por la supervivencia de sus respectivas especies, sino por el propio dominio del planeta en que se libra, la Tierra. Lo que nadie sabe aún, es que hay una cuarta raza inmersa en el conflicto: el Predalien.

Dos monstruosos clásicos del cine de ciencia-ficción son los que sirven de punto de apoyo a la franquicia que nos atañe: “Alien, el octavo pasajero” (Ridley Scott, 1979) y “Depredador” (John McTiernan, 1987). Casi una década separaba a estas dos increíbles criaturas, pero eso no fue impedimento para que, prácticamente desde que apareciera el depredador, comenzara a gestarse en distintos foros la idea de enfrentarlos en una misma película. Recuerdo que todo comenzó con un par de preguntas muy sencillas: ¿por qué el Alien tiene ácido por sangre? Y, ¿para protegerse de
qué?. El guiño a esta posibilidad se dejó ver en “Depredador 2” (Stephen Hopkins, 1990), cuando vemos el interior de la nave, con los trofeos que atesora el Depredador. El ojo más avezado descubrirá que hay un cráneo de Alien entre los trofeos.
Alien vs. Predator (Paul W.S. Anderson, 2004) vio la luz sin demasiado optimismo. Su director optó por presentar las mejores escenas de acción posibles entre las dos criaturas, conocedor tal vez de que el listón dejado por Scott y McTiernan era demasiado alto para intentar rebasarlo, y creó una película destinada al puro entretenimiento, y a la creación de una franquicia (AVP) que movería mucho dinero en el ámbito de los videojuegos, cómics y merchandising de toda clase.
Ahora pretenden revitalizar dicha franquicia con AVPR, o lo que es lo mismo, “Alien vs. Predator: Réquiem”, que en España han titulado “Alien vs. Predator 2” (Colin y Greg Strause, 2007), conscientes tal vez de lo único que pretende ser esta película. Se encontrarán frente a una extensión de su predecesora, cuyo mayor mérito parece ser el de incluir a un nuevo protagonista: el Predalien. Concebido como una mezcolanza entre ambos extraterrestres, supondrá el mayor aliciente de la cinta, que difícilmente consigue superar a su predecesora.
Esta vez la acción se sitúa en la Tierra, intentando transmitir con ello un mayor desasosiego al espectador, quien deseará que los humanos se aparten del medio para, por lo menos, disfrutar de los minutos en que las dos razas se enfrentan a muerte. El hecho de que sea un único Depredador quien se enfrente a todos los Aliens, supondrá otro de los aspectos más notables de esta producción, donde el ser humano apenas se convierte en un mero vehículo para expresar nuestros propios sentimientos, y de paso no convertir la película en un monólogo de ininteligibles gruñidos extraterrestres. Exceptuando al Predalien y su nuevo sistema de procreación (incuba los huevos directamente en su huésped y en mayor número, por lo que la procreación es mucho más rápida), el resto es más de lo mismo.
Al menos servirá para que las nuevas generaciones repasen estos dos grandes clásicos de la ciencia-ficción, y para que los incondicionales se tomen su correspondiente dosis alienígena. Para el resto, vayan con la sola idea de disfrutar de las escenas de acción que, a pesar de los esfuerzos, y por el hecho de no ser en absoluto novedosas, no llegarán a entusiasmarles como es debido. Eso sí, el duelo final entre el Depredador y el Predalien, no tiene precio.

sábado, 1 de diciembre de 2007

ESPECIAL BLADE RUNNER

BLADE RUNNER: 25 AÑOS ESPERANDO EL FUTURO
Veinticinco años han pasado desde que se estrenó Blade Runner (1982), y siempre sigue pareciendo que falten veinticinco años más para que nos adentremos en su decadente y futurista mundo, visionado por Ridley Scott y, antes que él, por Phillip K. Dick, su verdadero padre. Ahora, con motivo de esta fecha tan singular, su director se prepara para lanzar la que será la tercera revisión de una de las obras cumbres del cine de ciencia-ficción de todos los tiempos, en donde podremos ver nuevas escenas que han sido filmadas expresamente para tan especial celebración.

Uno puede no sorprenderse por éste hecho, pero no puede eludir la sorpresa que se siente al descubrir que, el mundo de Blade Runner, sigue siendo igual de distante y posible. Es un mérito indiscutible y raro, muy poco habitual en las películas del género, y justamente por ello mucho más meritorio. A pesar de su estética netamente futurista, Blade Runner posee el encanto del cine negro clásico. Dos elementos en particular, esa voz en off de Harrison Ford a lo Raymond Chandler, y una fantástica Sean Young en un atrayente papel de femme fatale, no pretenden sino subrayar el carácter policíaco del filme al más puro estilo del cine negro clásico. El propio Ridley Scott lo dijo el año mismo de su estreno: “es una película situada dentro de cuarenta años, hecha en el estilo de hace cuarenta años”. Solo que ya son sesenta y cinco los años que la separan de la época dorada del cine negro, y ahora parece que no son cuarenta, sino otros sesenta y cinco los años que nos quedan para llegar al futuro que vaticina casi de un modo profético. Syd Mead fue el responsable de realizar toda la concepción gráfica de esta cinta, siempre bajo la supervisión y apuntes del propio Scott. Así por ejemplo, uno de los elementos más característicos del filme, el spinner, vehículo de la policía que no es más que el resultado de un cuidado tunning aplicado a un automóvil de los años 80, que contrasta con el uso de bicicletas en el atiborrado barrio chino. Esto es resultado del intento –fructuoso– del director por mostrarnos una sociedad pluralizada y multiétnica, un mundo en el que la identidad y la herencia cultural son una caótica amalgama que, a su vez, genera una identidad propia y única, por imposible que parezca. Lo vemos también en los planos de la ciudad, donde los McDonalds han sido sustituidos por pequeños establecimientos en donde se vende comida china precocinada, a orillas de grandes edificios y calles húmedas por una perpetua lluvia que ya presagiaba el cambio climático. Piramidales fachadas vítreas de aspecto colosal y frío, se contraponen a edificios que son orgulloso vestigio de un mundo más antiguo, donde esculturas y gárgolas, volutas y acantos neoclásicos tallados en piedra, siguen resistiendo el maltrato del tiempo y el olvido. Se puede rastrear en su arquitectura la herencia de “Metropolis”, de Fritz Lang, hecho que Scott ha reconocido sin tapujos. Siempre es de noche, y siempre llueve. Encontramos tiendas de comida-basura junto a almacenes de suministros varios para la ingeniería genética aplicada a los androides, mientras enormes carteles luminosos se empeñan en bombardear constantemente a los habitantes de esa monstruosa ciudad con anuncios reiterativos y asfixiantes. Parece como si la más terrible oscuridad se hubiese cernido sobre el futuro de los hombres en un mundo dominado por el caos y la indefinición. De hecho, los expertos afirman que, con Blade Runner, el subgénero del cyberpunk cobró forma por primera vez. Era un nuevo concepto dentro de la ciencia-ficción, surgido de la simbiosis entre el arte New Age, y el postmodernismo académico más avanzado, al que se le añaden ecos del cine negro.
La excelente banda sonora de Vangelis, quien acababa de ganar un Oscar por la BSO de “Carros de fuego”, se convirtió en un auténtico icono musical para los amantes de las BSO y de la música New Age, y que no sólo dotó de mayor personalidad a la cinta, sino que marcó el inicio de una nueva era para las bandas sonoras. Esa extraña y grata mezcolanza entre el jazz y el blues, fusionados a su vez con la música electrónica, y unos toques puntuales de noise, la convirtieron en una obra maestra sin precedentes. Sus notas melancólicas y dulzonas armonizaban con las facetas más neogóticas de la película, mientras que aquellas más electrónicas, se encargaban de recordarnos que sus personajes estaban viviendo en un futuro próximo.
Gracias a esta película saltó al estrellato el actor holandés Rutger Hauer, gracias a su fabulosa e inquietante interpretación del replicante nexus 6, Roy Batty, un moderno monstruo de Frankenstein humanizado hasta límites insospechados, un villano convertido en mártir de su propia causa. Su gran monólogo al final de la película, ha quedado inmortalizado como uno de los más famosos de la historia del cine, y por ello me daré el gustazo de transcribirlo aquí, para mi deleite y el de muchos otros:
“Yo... he visto cosas que vosotros no creeríais. He visto atacar naves ardiendo más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir”.
Blade Runner es una de esas películas que dejan una huella imborrable en el espectador, y no únicamente en el espectador casual, sino en aquel más avezado, el que es capaz de detenerse y leer entre líneas el mensaje que hay implícito en ella. Prueba de esto fue su fracaso en las taquillas, donde durante la primera semana de proyección, tan sólo recaudó poco más de 6 millones de dólares. En gran parte, éste fracaso se debió a que su estreno coincidió con el de “E.T., el Extraterrestre”, película que sí iba dirigida a un público bastante menos exigente y capaz, más interesado en pasar un rato agradable sentado en su butaca que en devanarse los sesos frente a planteamientos metafóricos, proféticos y catastrofistas que ponían en tela de juicio un posible futuro deshumanizado y falto de esperanzas.
Hoy en día, nadie niega que Blade Runner, es una película única en su género. De su impagable herencia han bebido películas posteriores como “Matrix”, “Terminator”, “Dark City”, “El Cuervo”, “Robocop”, “El Quinto Elemento”, “Días Extraños”, “Desafío Total”, “Minority Report” o “Johnny Mnemonic”, entre otras muchas. Y eso sólo en lo que al mundo del cine se refiere. En la literatura tenemos toda una corriente de escritores cyberpunk, como William Gibson (autor de la archifamosa “Neuromante”), Bruce Sterling, Pat Cadigan o Rudy Rucker, e inspiró algunos juegos de rol de los 80, como “Shadowrun” o “Cyberpunk”.
Ahora tenemos la oportunidad de poder disfrutarla de nuevo en el cine, en el que se ha dado en llamar “Blade Runner: Final Cut”. Y con éste, irán siete versiones, aunque sólo dos de ellas fueron estrenadas en salas (“Blade Runner” y “Blade Runner: Director’s Cut”), claro signo del difícil parto que supuso su rodaje y proyección. Según se rumorea –y uno no puede fiarse siempre de la rumorología–, Scott ha rodado alguna escena nueva, e incluso ha vuelto a rodar alguna que otra escena original, como aquella en la que Deckard da muerte a Zhora, la replicante. Parte de ese rumor dice que, para la escena, Scott necesitó echar mano del hijo mayor de Ford, quien guarda un parecido más que razonable con su padre. Si no hay cambios, se espera su reestreno en cines para finales de éste verano de 2007, y una edición definitiva en una caja de DVD que incluirá las tres ediciones oficiales proyectadas en los cines: “Blade Runner”, “Blade Runner: Director’s Cut” y “Blade Runner: Final Cut”. Imagino yo, que ya puestos le añadirán una nutrida cantidad de extras.
A buen seguro que los nuevos espectadores encontrarán en ella un futuro igual de desesperanzado que aquel que nosotros, los afortunados generacionales, pudimos disfrutar en su momento.
Pero no os preocupéis si habéis llegado tarde. Ese futuro, aún está por llegar.

sábado, 20 de octubre de 2007

"SAW IV"

OTRA PIEZA PARA UN PUZZLE MACABRO

Sinopsis: Puzzle está muerto, y también su aprendiz. Pero todo indica que con sus muertes, el macabro juego de Puzzle no ha hecho más que empezar. Mientras los agentes del FBI Strahm y Pérez colaboran con el agente de policía Hoffman en la investigación del último asesinato de Puzzle, el agente de los SWAT Rigg se verá obligado a participar en el último y macabro juego del famoso asesino, en el que tendrá que intentar superar una serie de temibles pruebas llenas de trampas relacionadas entre
sí, y que le llevarán por toda la ciudad en busca de dos de sus compañeros. Mientras tanto, las nuevas pistas que irán encontrando Strahm y Pérez les llevarán a interrogar de nuevo a Jill, quien fuera esposa de Puzzle.

Parece ser que definitivamente Darren Lynn Bousman se ha hecho con el poder en la dirección de la que sin duda está siendo una de las franquicias cinematográficas más rentables de esta década. Por suerte, le han apartado del guión después del pinchazo conceptual de la secuela de la ya mítica “Saw” (James Wan, 2004). Y es que el guión de “Saw III” (Darren Lynn Bousman, 2006) retomaba la historia justo donde terminó “Saw”, soslayando por completo la anterior secuela, y profundizando mucho más en el inquietante y enigmático asesino en serie llamado Puzzle.
“Saw IV” sigue al cien por cien el estilo y filosofía con que los productores cuñaron a la tercera entrega, pero imprimiendo un ritmo algo más frenético que queda remarcado por una banda sonora suave e inquietante, que apenas nos da algunos segundos de
respiro. Son especialmente impactantes los primeros quince minutos de película. Por un lado, porque presenciamos la autopsia de Puzzle, muy realista y tal vez demasiado “gore”. Por otro lado, porque nos plantean uno de los mejores juegos de toda la serie, con un par de desconocidos encadenados juntos, uno de ellos con los párpados cosidos y el otro con los labios, en una increíble secuencia que nos deja anclados a la butaca.
Pero sin lugar a dudas, lo más destacable de la película son los “flashbacks” que hacen referencia al ignoto pasado de Puzzle, a los orígenes mismos de un hombre corriente que se convirtió en un monstruo atormentado, narrados directamente por una fuente de primera magnitud como es su ex mujer, Jill. Y es especialmente remarcable dicho aspecto porque con ello se dota a este villano de una solidez inigualable, como no ha tenido ningún otro asesino del celuloide, ni siquiera por el archifamoso Hannibal Lecter.
Al otro lado de la balanza tenemos el testigo dejado por Puzzle, cada vez más enrevesado e increíble, que va pasando de mano en mano por los más variados personajes, sin que los guionistas se m
olesten en proporcionarles un mínimo de credibilidad, y que se limitan a convertirlos en meros comparsas de un juego con la muerte, que debe seguir porque sigue siendo rentable. Y justo por eso llama más la atención el contraste, por la enorme consistencia de la personalidad de Puzzle, y la visible falta de solidez y de motivación de los herederos de su macabra filosofía.
Por suerte, Puzzle es lo bastante enigmático, inquietante e imprevisible como para seguir insuflándole oxígeno a la serie, y sin duda sus productores ya están planeando atacar de nuevo con la que será la quinta entrega. La cuestión es, si podrán seguir manteniendo el nivel de las pruebas planteadas por Puzzle y sus secuaces.

"INVASIÓN"

LA AMENAZA QUE VINO DEL ESPACIO

Sinopsis: Una extraña sustancia gelatinosa ha quedado adherida a los fragmentos de la nave Patriot al explotar mientras entraba en la atmósfera terrestre, resistiendo temperaturas extremas, pero el gobierno acalla rápidamente los rumores intentando en vano hacerse con todos los fragmentos diseminados. Mientras tanto, una extraña epidemia comienza a extenderse entre la población, y la psiquiatra Carol B
ennett comienza a sospechar que hay una extraña relación entre lo sucedido con la lanzadera, la epidemia y el comportamiento anómalo que alguno de sus pacientes ha comenzado a detectar en sus familiares más allegados.

Esta es la c
uarta adaptación de “La invasión de los ladrones de cuerpos”, la inquietante novela de Jack Finney que trataba de forma alegórica la pérdida de la individualidad, la deshumanización y alienación ideológica en las sociedades humanas modernas.
Primero fue una adaptación homónima (Don Siegel, 1956) en la que la productora obligó a Siegel a incluir un epílogo en el que lograban desmantelar la invasión. Lo peor de todo cuanto aportó, fue la pincelada anticomunista camuflada de macartismo con que Siegel dotó a su cinta, innecesaria en una historia cuyo metafórico mensaje ya tenía suficiente importancia por sí mismo.

Luego tuvimos “La invasión de los ultracuerpos” (Philip Kaufman, 1978). La aportación más importante respecto a la anterior, fue la invasión a gran escala, ambientada en una gran ciudad como es San Francisco, y subrayando de este modo el terror apocalíptico por encima incluso de la ciencia-ficción.
Nada aporta la tercera adaptación, la nefasta “Secuestradores de cuerpos” (A
bel Ferrara, 1993), que no merece mayor atención que el hecho de ser mencionada.
Tras el éxito de crítica
de las premiadas “El Experimento” (2001) y “El hundimiento” (2004), todos esperábamos algo más del prometedor director germano Oliver Hirschbiegel, máxime cuando las estrellas de su nueva película eran Nicole Kidman y Daniel Craig. Pero nos encontramos sólo ante un producto más para consumo multitudinario que no aporta casi nada desde el punto de vista creativo.
“Invasión” parece querer seguir la estela de las películas de zombies, cambiándolos a estos por alienados conciudadanos casi igual de descerebrados. La profundidad del tratamiento humano al que nos tenía acostumbrados Hirschbiegel, desaparece en esta cinta casi por completo, hasta tal punto que ni siquiera Kidman es capaz de transmitirnos un sentimiento de humanidad, de ansia incontenible ante lo que le está sucediendo, y perdiendo por tanto ese contrapunto que supondría el mantenimiento de la identidad humana como luz imperecedera frente a la deshumanización que se está sufriendo.
La acción gana puntos en esta adaptación, restándoselos al terror psicológico y perdiendo de este modo la fuerza narrativa que se podía esperar de un relato como éste, convirtiéndolo en poco más que un telefilme vespertino. El hilo narrativo, que comenzó con una silenciosa invasión de origen extraterre
stre, se convierte de pronto en una historia simplona que narra la lucha de una madre por salvar la vida de su hijo. Ni siquiera se percibe un atisbo de nerviosismo por parte de las autoridades, que parecen estar de vacaciones durante todo el metraje, y que, como en las peores películas, sólo aparecen cuando ya ha terminado todo.
Puede que la mejor aportación respecto a sus precedentes, sea ese final ambiguo y abierto, que deja en el espectador un sabor agridulce que sólo podía provenir del atrevimiento de un director europeo. Pero ahí acaba todo. “Invasión” no llega a inquietar en ningún momento, ni siquiera en sus asépticas persecuciones, y al no conseguir generar ningún tipo de sentimiento en el espectador tampoco deja lugar para la reflexión sobre la condición humana y la pérdida de la individualidad intelectual.

miércoles, 12 de septiembre de 2007

"CABEZA DE MUERTE"

TERROR EN LATA


Sinopsis: Un grupo de jóvenes norteamericanos viajan hasta Irlanda, donde les espera un amigo, Jake, quien les pretende enseñar el placer de buscar y degustar las setas del mundo. Pero les advierte que no prueben un hongo conocido como “cabeza de muerte”, ya que su ingesta puede provocar hasta la muerte. Además, según cuentan las leyendas irlandesas, puede llegar a otorgar fuerza sobrehumana, la habilidad de cambiar de forma, la premonición e incluso el don de poder hablar con los muertos. Jake les cuenta también la leyenda de un niño deforme que fue maltratado en un orfanato cercano y quien, según cuentan, aún está vivo, y se dedica a matar turistas ocasionales desprevenidos. Todo empeora cuando Tara ingiere una de esas setas alucinógenas, y empieza a tener premoniciones de la muerte de algunos de sus amigos.

Normalmente el cine europeo suele sorprendernos gratamente al presentarnos una película de terror de fabricación propia. Suelen ser obras con una identidad propia y que, a pesar de seguir bebiendo de algún modo de los modelos de Hollywood, nos presentan enfoques y facturas mucho más originales, que llegan a sorprender a propios y extraños, y que se diferencia cultural y conceptualmente del terror que nos llega de oriente. Ejemplos los tenemos por docenas, desde “Los Otros” (Alejandro Amenazar, 2001) y “Darkness” (Jaume Balagueró, 2002) hasta “The Descent” (Neil Marshall, 2005) y “28 días después” (Danny Boyle, 2002), pasando por “28 semanas después” o “Intacto” (Juan Carlos Fresnadillo, 2007 y 2001 respectivamente). Sin embargo, en el caso que nos atañe nos encontramos frente a una película desestructurada y mal concebida por la que vamos perdiendo progresivamente el interés a medida que avanza el metraje. Pretende ser un continuo guiño a todas las escuelas y estilos, guiño que acaba convirtiéndose en un inquieto y molesto tic que absorbe cualquier indicio de identidad propia que pudiera tener la película. Desde los referentes obvios al terror teen y psycho que tanto han sabido explotar nos norteamericanos, hasta los referentes orientales más actuales, pasando por una fotografía y ambientación de tintes claramente europeos, “Cabeza de muerte” se convierte en un soporífero expositor de tendencias. Su director, Paddy Breathnach, llegó a afirmar que pretendía unir la fuerza narrativa del terror americano con el poder visual del terror oriental. Y al decirlo, confesó sin querer la poca originalidad de esta cinta.
Es tal el popurrí, no sólo conceptual y estilístico, sino también argumental, que antes de mediar el cenit de la película ya hemos perdido todo interés en ella. Nos queda claro que los hongos alucinógenos están produciendo estragos, pero también que todo cuanto ocurre es mentira, y que al final el director pretende sorprendernos con un final que, de tan inesperado que es, se vuelve previsible.
En definitiva, un producto de baja calidad, con medios pero sin arte, terror en lata que no consigue otra cosa que defraudar tanto al espectador como al amante del buen cine de terror.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

"EL ORFANATO"

OTRA VUELTA DE TUERCA

Sinopsis: Laura, Carlos y su hijo Simón, se instalan en un viejo caserón que en el pasado fue el orfanato donde creció Laura, dispuestos a comenzar un nuevo proyecto cuidando a niños discapacitados. El pequeño Simón comienza a manifestar una extraña actitud que le hace crear amigos imaginarios con los que comparte crípticos juegos, y en los que pronto se verá involucrada Laura. Una serie de acontecimientos obligará a la madre a enfrentarse con el pasado del orfanato que fue su hogar de infancia y, a la vez, también con su propio pasado.

Que el cine de terror en España está pasando por una etapa de bonanza, no es nada nuevo, pero no podemos dejar de sentirnos orgullosos al ver que seguimos sin despeinarnos frente la visible falta de ideas que están sufriendo otros mercados. Y no es cuestión de que seamos mejores o peores, sino que insistimos en reinventarnos a nosotros mismos y dejar de mirar de reojo qué es lo más conveniente para la taquilla.
En el caso de la película que nos concierne, “El Orfanato” (Juan Antonio Bayona, 2007) tiene la virtud de contarnos una historia recurrente de un modo tan personal que hasta llega a parecer original. Uno de los referentes más antiguos de esta trama, lo encontramos tal vez en la novela de Henry James, “La otra vuelta de tuerca”, de 1898, de la cual ha habido numerosas adaptaciones cinematográficas, entre ellas “T
he innocents” (Jack Clayton, 1961), o la homónima “Otra vuelta de tuerca” (Eloy de la Iglesia, 1985). Siguiendo su estela en territorio nacional, pero siempre con características estilísticas propias que han sido sobradamente reconocidas por la crítica tanto nacional como internacional, tenemos “Los Otros” (Alejandro Amenábar, 2001) o “Frágiles” (Jaume Balagueró, 2005).
Pero por suerte, no debemos ni tendremos que comparar a “El Orfanato” con e
stas películas en ningún otro aspecto que no sea el de la recurrencia de la trama principal de la historia, porque en lo demás, nos encontramos frente a un planteamiento muy personal y cuidadamente dramático, que proporciona una profundidad psicológica a los personajes que es de agradecer. Cierto es que también recurre a determinados aspectos arcaizantes, como era de esperar en una película que pone su mirada en el género del terror clásico. Así, las grandes orquestaciones (a veces un poco manidas en su clasicismo), las ambientaciones góticas del enorme caserón asturiano donde ha sido rodada, la máscara de saco que utiliza Tomás (y que nos recuerda a un siniestro espantapájaros, o a cualquier asesino en serie que seamos capaces de recordar) e incluso ciertos planos y secuencias que beben directamente de los cánones básicos del buen cine de terror, nos devuelven con renovada frescura los recuerdos del cine de terror de toda la vida, aquel que, por desgracia, es cada vez menos frecuente. Y todo ello, sin efectos especiales exagerados, para presentarnos una historia de fantasmas tan material y palpable, tan real, que la creemos posible en todo momento, facturada con la gracia y simpleza con que se rodaban las películas cuando la informática era una ficción en sí misma.
En el plano de actores, subrayar la excelente interpretación de Belén Rueda, para nada hiperbólica, dramática y sobria al mismo tiempo, y sin la cual hubiese sido imposible llevar a buen puerto una historia que se sustenta básicamente sobre ella. En ella ha demostrado un excelente savoir-faire, y que no es exclusivamente necesario recurrir a actrices extranjeras para que nuestro cine funcione en taquilla. Aún así, se agradece la presencia de Geraldine Chaplin en el papel de la médium, que con apenas unos minutos de presencia dota a la película de un sorprendente glamour con su sola y lóbrega presencia.

Pero no podemos despedirnos sin decir que se nota que es una película novel, básicamente por la inconsistencia de algunos aspectos de la trama, una serie de cabos sueltos que quedan sin atar, así como por los pequeños gazapos cronológicos que chirrían ligeramente (como por ejemplo, la diferencia de edad entre Benigna y Laura, muchísimo menos acusada cuando eran niñas).
Puede también que el final de la película sea demasiado dilatado, con una serie de reiterativos epílogos que frenan súbitamente el ritmo que Bayona ha sido capaz de imprimir durante el resto del metraje, y que lo único que hacen es diluir ese logradísimo sentimiento final que consigue en los espectadores. Y todo en favor de una metáfora a lo Peter Pan, que ya ha sido más que tratada a lo largo de todo el metraje con Laura como una Wendy a la española.
A pesar de todo, la fuerza del relato y el buen pulso narrativo alejan al espectador corriente de ese sentimiento de ligera inconsistencia argumental, dejando en él un grato sabor agridulce que convierte una sorprendente historia de fantasmas en un triste y oscuro cuento para las noches de invierno. Como dijo Herny James, otra vuelta de tuerca.

lunes, 20 de agosto de 2007

"CARRETERA AL INFIERNO"

NO SUBAS A DESCONOCIDOS

Sinopsis:
Jim Halsey (Zachary Knighton) y Grace Andrews (Sophia Bush) son una pareja de universitarios que se disponen a pasar unas vacaciones cuando en su camino se cruzan con un hombre que cambiará sus vidas. Al subir a John Ryder (Sean Bean) en su coche, un autostopista que parece estar en apuros, descubrirán que lo único que han hecho es ayudar a un despiadado psicópata que, no sólo les hará la vida imposible, sino que intentará implicarles en crímenes que no han com
etido.

En 1986 el realizador Robert Harmon nos sorprendió con una película que pasaría a convertirse en un auténtico film de culto, un referente indispensable a caballo entre un road movie y los thriller, un agraciado híbrido que hoy en día es considerado un punto d
e inflexión dentro de las películas del género. No se puede decir que inventara nada nuevo, pero nadie puede negar que sí lo reinventó. Es una de esas películas valoradas a posteriori, con la perspectiva cómoda que proporciona el hecho de saber qué es lo que ha ocurrido después. Y precisamente por ello, este remake que podemos disfrutar ahora en nuestras pantallas se convierte en un claro exponente de lo que esta película supuso para el cine del suspense en general.
Tras ella teníamos auténticas joyas de la serie B cuya influencia no puede ser soslayada, como es el caso de “Mad Max” (George Miller, 1979), “Las colinas tienen ojos” (Wes Craven, 1977), “La matanza de Texas” (Tobe Hooper, 1974), que quedan lejos de los road movies tradicionales del estilo de “El Salvaje” (Laszlo Bebedek, 1954), “Buscando mi destino” (Dennis Hooper, 1969) o “Bonnie and Clyde” (Arthur Penn, 1967). Sin embargo, y a pesar de sus
méritos, ninguna de ellas parece encajar con el estilo de la película que nos atañe hoy. Así pues, ¿qué tiene de especial “Carretera al Infierno?
Una de los aspectos que más llama la atención, es que sus personajes son mucho más humanos. No nos encontramos ante una mera cacería indiscriminada, ni siquiera un festival de sangre y víctimas predestinadas, como ocurría en “La matanza de Texas” o en “Las colinas tienen ojos”, sino frente a un asesino frío y calculador, inteligente, que llega a hacernos sentir miedo con su mera presencia. Se trata de Rutger Hauer en su otro gran papel (el primero fue, inevitablemente, el del replicante Blatty en “Blade Runner”). Tampoco nos proponen al héroe trágico de “Mad Max”, sino a un hombre normal y corriente obligado po
r las circunstancias. No es un héroe, sino un superviviente, interpretado con gran acierto por C. Thomas Howell, probablemente el más desafortunado de los rebelde de Coppola.
La elección del actor para interpretar a John Ryder en este remake, no fue tarea sencilla para los realizadores, aunque el nombre de Sean Bean (el impecable Boromir de la trilogía de Peter Jackson) estuvo sobre la mesa desde un primer momento. No era fácil igualar la interpretación y la profundidad psicológica de Hauer, y si hay algún actor que esté a esa altura, ese es Sean Bean, quien ha tenido la gracia de dotar de mayor inteligencia y salvajismo aún –si cabe– al villano John Ryder. El éxito de la película se sustentaba básicamente en el éxito en la elección de este personaje, y hay que decir que lo han logrado.
La mayor parte de la película sigue paso a paso la trama argumental de la original, y en muchas escenas se repiten incluso los posicionamientos de cámara y los planos, pero sin llegar a los extremos casi tediosos del remake de “Psicosis” (Gus Van Sant, 1998).
El otro gran aliciente de esta nueva versión, es sin duda alguna su crudeza, incrementada exponencialmente con respecto a la original, pero sin llegar a los extremos casi gores de “Las colinas tienen ojos” o “La matanza de Texas”.
Hay dos aspectos negativo que apuntar en esta nueva versión. El primero de ellos es la escasa solidez de los personajes protagonistas respecto al antagonista, especialmente el de Zachary Knighton como relevo de C. Thomas Howell, que no logra plantarle cara –interpretativamente hablando– ni a su compañera de reparto, Sophia Bush, ni por supuesto a Sean Bean.
El segundo punto es la falta de ritmo dramático en ciertos momentos de la cinta, que en ocasiones nos presenta secuencias un tanto fuera de lugar e incluso innecesarias, con la única pretensión de consolidar –infructuosamente– a los personajes.
Saldrán del cine con un regusto placentero a la vez que escalofriante al pensar en el personaje interpretado por Sean Bean: un hombre sin pasado, sin nombre, que disecciona fragmentos de las personalidades de las víctimas con que va sembrando su camino. Un fantasma venido de ninguna parte, que logrará aterrorizarles de verdad. Después de la película, les aseguro que no dudarán en pasar de lado cuando vean a un autostopista.

"LA ÚLTIMA LEGIÓN"

LA ÚLTIMA VERSIÓN DE EXCALIBUR

Sinopsis: Corre el año 476 de nuestra Era en Roma, cada vez más débil y más asediada por los mismos bárbaros que hasta la fecha han trabajado para ellos como mercenarios. El joven Romulus Augustus será coronado emperador por su padre Orestes (Ian Glen) bajo la protección del oficial Aurelius (Colin Firth), quien será su guardia personal. Pero la víspera de la coronación, el jefe godo
Odoacer (Peter Mullan) asedia el palacio y se hace con el control de Roma y del Imperio. Con la ayuda de Aurelius, el joven César consigue escapar, y junto a sus incondicionales buscarán el amparo de la última legión romana, asentada en la zona más septentrional del Imperio: en el Muro de Adriano, frontera que mantiene a raya a los peligrosos pictos.

Bebiendo
de las diversas fuentes artúricas, y sobre todo de la novela homónima de Valerio Massimo Manfredi, “La última legión” nos cuenta una historia a caballo entre la ficción y la realidad. Aunque por el guión han pasado diferentes guionistas, fue David Leland el responsable del texto final, quien ya había escrito los guiones para la serie “Pendragon” (también relacionada con el mito artúrico), producida por Steven Spielberg para la cadena de televisión norteamericana HBO. Raffaella De Laurentiis, su productora, puso la vista en Doug Lefler para la dirección.
No es algo nuevo que el mito artúrico sea fuente de inspiración para una película. De hecho, esta película no dista demasiado de la trama argumental básica que pudimos ver en “El Rey Arturo” (Antoine Fuqua, 2004). Y es que en los últimos años, todos los investigadores y especialistas del mito artúrico
, parecen coincidir cada vez más con que la historia ocurrió, grosso modo, como nos la cuentan en estas dos películas.
Hasta ahora, estábamos acostumbrados a la leyenda artúrica tradicional,
es decir, al mito recogido por Thomas Malory, en cuyo texto, “La Morte d’Arthur” está basado el guión de John Boorman y Rospo Pallenberg para “Excalibur” (John Boorman, 1981). El resto, a decir verdad, se reduce a dos o tres comedias para el público infantil que sólo utilizan el mito artúrico como pretexto para contar alguna desfachatez pseudocómica, como es el caso de “Un astronauta en la corte del rey Arturo” (Russ Mayberry, 1979).
“La última legión” no es una gran película, pero tiene el olor de los clásicos de aventuras, algo que las producciones de Laurentiis saben hacer muy bien desde hace años. Salvando las distancias, tiene un aire casi nostálgico que nos recuerda a “Ivanhoe” (Richard Torpe, 1952), “El Capitán Blood” (Michael Curtiz, 1935), “Robin de los Bosques” (Michael Curtiz, 1938) o “El Príncipe Valiente” (Henry Hathaway, 1954). Plagada de estereotipos argumentales que parecen que
rer apostar sobre seguro, la cinta se sustenta sobre unos personajes no menos estereotipados pero resultones, con los que el espectador se familiariza muy pronto. La sobriedad casi aséptica de Colin Firth, queda compensada por la atracción casi hipnótica de una actriz india de nombre casi impronunciable, Aishwarya Rai, y que es todo un mito en su país, además de haber sido proclamada Miss Mundo en 1994. El apoyo logístico llega de la mano del siempre fabuloso Ben Kingsley, cuya fuerza y carisma desbordan la pantalla a cada plano en que aparece.
Para los meticulosos, decir que los productores se han permitido más de una licencia histórica en lo que al atrezzo se refiere, así que no esperen una película histórica calibrada concienzudamente, ni siquiera aunque aparezca el nombre de Valerio Massimo Manfredi de por medio. El exotismo de Aishwarya Rai o de Nonso Anozie, que sólo parecen estar destinados a cumplir el cupo racial, como ya hemos visto en alguna otra producción de Laurentiis (“Conan, el destructor”, 1984), a falta de la posibilidad de incluir elfos, enanos y orcos. Q
ue quiere seguir la estela del Señor de los Anillos de Jackson, parece quedar bastante claro, especialmente en las secuencias en que cruzan los Alpes, que nos recuerdan exageradamente al Paso de Karathras, y no solo por la nieve y las montañas: tenemos a Kingsley como Gandalf, a Sangster como Frodo, y el resto de actores cumpliendo el mencionado cupo racial del grupo. El toque fantástico de la película también lo podemos apreciar gracias a la irrealidad casi fantástica de la fortaleza de Capri, una mezcla entre la Esparta de “Troya” y las fortalezas de “El Señor de los Anillos”. Respecto a los gadgets armamentísticos que utiliza la heroína, también quedan justificados por el propio exotismo de quien los lleva, al igual que la mítica Excalibur forjada a partir de un extraño metal cósmico.
Pero en el fondo, al espectador no le molesta en absoluto que se hayan tomado tantas licencias históricas. Sabemos desde el primer minuto que, lo que nos van a contar en esta cinta, es un cuento a caballo entre la realidad y la ficción. Querer medirlo con la barra del rigor histórico, es un error que no debemos cometer, máxime cuando el mito artúrico, mal que nos pese, será siempre un tema que lindará antes con la ficción que con la realidad histórica. No se trata de un estudio histórico, sino de un espectáculo de entretenimiento pensado para las grandes audiencias. Dejen de lado el ojo clínico, y disfruten de una película de aventuras a la vieja usanza. No lo lamentarán.

martes, 24 de julio de 2007

"TURISTAS"

YANKEES, GO HOME

Sinopsis: Un grupo de turistas estadounidenses viajan por Brasil en un autobús, cuando este sufre un accidente. A la espera de que venga a recogerles otro autobús, deciden bajar a la playa, donde les han dicho que hay un chiringuito, y tomarse allí unas caipirinhas para ir pasando el rato. Lo que no sospechan es que los turistas son un cebo fácil y codiciado para algunas personas. Tras ser drog
ados y robados, descubrirán que su pesadilla no ha hecho más que empezar.

Cierto que no hay nada nuevo bajo el sol, y esta película es un claro ejemplo de ello. Con un grupúsculo de protagonistas hartamente recurrido en los últimos diez años (un grupo de jóvenes impertinentes y prepotentes estadounidenses que las van a pasar peor que el Diablo en una iglesia), y un argumento sobado hasta la saciedad (un peligro inminente y terrorífico que les hace partícipes de un peculiar “tonto el último” por salvar sus vidas), John Stockwell hace un esfuerzo notable por intentar salvar los papeles y hacernos sentir miedo. Tengo que admitir, a pesar de lo que diga parte de la crítica, que en cierto modo lo ha conseguido. No voy a despanzurrarles la película, así que baste decir que la motivación que mueve a los villanos de esta cinta, es tan real –y existente, por qué no decirlo– que más de uno se lo pensará dos veces antes de hacer cualquiera de las estupideces que exhiben los protagonistas de esta película. Y es ahí donde reside uno de los pocos factores benéficos de esta producción, en la credibilidad de los hechos que nos cuentan.
Casi todos los protago
nistas provienen de series de la pequeña pantalla (Josh Duhamel sale en “Las Vegas”, Melissa George en “Alias”, Olivia Wilde en “O.C.”, Beau Garret en “El séquito” y Desmond Askew en “Roswell). Tal vez pensaron que así sería todo más fácil, pero no lo ha sido. Los personajes están mal trabajados. Son planos, sin profundidad (y eso que ya son más bien treintañeros, y no adolescentes imberbes), estereotipados y previsibles. Con ellos, Stockwell parece haber seguido al pie de la letra el “Manual de lo cutre”. Tan mal desarrollados están, que hay momentos en los que, tras haber susurrado en voz baja que no hagan lo que van a hacer, incluso te alegras de que les pase lo que les pasa. Tan mal trabajada está la historia, que en cuanto aparecen los dos suecos y se hacen amigos, sabes que serán los primeros en palmarla (ya que no son americanos y no hay negros chistosos en el grupo pues... ¡a por ellos!). Y por si esto fuera poco, todo empieza a suceder cuando llevamos más de cuarenta minutos de película adivinando curvas sinuosas y testosterona por doquier bajo prendas mínimas y transparentes, por lo que al final los hechos se precipitan con demasiada rapidez y sin mucho orden.
Para compensar un poco el balance negativo, hay que darle una buena puntuación a toda la escena acuática en las cuevas, que consigue una tensión narrativa digna de los mejores thrillers. Y una escena gore en particular se lleva la palma, por su sencillez, por sus excelentes efectos especiales y por el estoicismo maquiavélico con que el malvado doctor (y no diré más) lleva a cabo su trabajo. Y en ese sentido, hay que decir que esas escenas están muy bien filmadas (de hecho, más que en otras cintas de terror con más renombre).
En definitiva, una cinta más de entretenimiento veraniego para amantes de los thrillers de adolescentes, que al menos consigue mantenernos en vilo y plantearnos si merece la pena hacer esas vacaciones que teníamos planteadas.

miércoles, 18 de julio de 2007

"PATHFINDER, EL GUÍA DEL DESFILADERO"

COLÓN NO LLEGÓ PRIMERO

Sinopsis: Tomando como punto de partida las nuevas teorías sobre el choque de culturas entre Europa y América, “Pathfinder, El Guía del Desfiladero”, nos narra la hipotética epopeya de un drakkar encallado en las costas de Norteamérica, y de cómo un joven vikingo, es adoptado y criado por los indios nativos de la zona. Siendo ya adulto, los vikingos regresan a aquellas costas para arrasarlo todo, y él se verá obligado a enfrentarse con los fantasmas de su pasado, y a defender a su pueblo y a la mujer que ama de aquellas gentes que fueron, en otro tiempo, su verdadero pueblo.

Si Cristóbal Colón levantara la cabeza para ver esta película, se sentiría más que indignado al ver lo que en ella se plantea. Y, reconozcámoslo de paso, también los españolitos de a pie nos unimos a ese sentimiento patrio que nos hiere en lo más profundo del alma. Ya nos fastidia bastante la idea de que Colón pudiera ser genovés, como para que ahora nos vengan con que hasta los vikingos (no los romanos ni los griegos, sino los vikingos) llegaron a América antes que nosotros, y no por medio cuerpo, sino la friolera de cuatro siglos antes.
Y lo peor de todo es que los últimos descubrimientos arqueológicos parecen apuntar la realidad de que así fue, por lo que no nos queda otro remedio que callar y esperar ingenuamente a que las evidencias queden en evidencia por sí solas. Menos mal que a ese carro también se apuntaron ahora los chinos y los sudamericanos, quienes parecen defender a capa y espada que también ellos llegaron antes que los tres navíos españoles.
En cualquier caso, y para que sirva de advertencia para aquellos que piensen lo contrario, lo que se plantea en “Pathfinder, El Guía del Desfiladero”, no deja de ser un mero contexto en el que enmarcar una historia desdibujada e imprecisa. No es sino un remake más que libre de otra película de 1987 titulada casi del mismo modo (“Pathfinder, El Guía del Desfiladero Maldito”), y que obtuvo el Oscar a la Mejor Película Extranjera ese mismo año. Aquella, sin embargo, se basaba en una antiquísima leyenda lapona según la cual, un joven veía cómo su pacífico poblado era arrasado por unas hordas enemigas, mientras él, casualidades del destino y caprichos de la fortuna, se veía de la noche a la mañana convertido en líder de su pueblo y en héroe para la posteridad. Los productores de esta nueva versión, Mike Medavoy y Arnold W. Messer, fuertemente impresionados por la fuerza y el mensaje que emanaba dicha cinta, decidieron hacer un remake de la misma, pero dándole unos toques de maquillaje que permitiesen actualizarla y convertirla en un fuerte reclamo para la taquilla. Y ni qué decir tiene que, sin duda, lo han logrado. A su joven director, Marcus Nispel, quien ya nos sorprendió con su poderosa revisión de un clásico del terror como es “La Masacre de Texas”, ya le había rondado por la cabeza una idea similar desde hacía años, y eso contribuyó enormemente a que director y productores, estrecharan sus manos en este proyecto.
Pero tampoco esperen una película con un gran guión ni una trama compleja. Nada más lejos de la realidad. “Pathfinder” es un mero corre-que-te-cojo, una exhibición de escenas de acción, cercenamientos y amputaciones varios, en un collage visual que sigue la estela de películas como “Sin City” o “300”, intentando amarrar en cada fotograma la fuerza visual de una novela gráfica convertida en cine. Y hay que decir que el esfuerzo ha merecido la pena. La increíble combinación de blancos, grises y negros, con la explosiva fuerza de los más gélidos paisajes canadienses, hacen de “Pathfinder” un más que interesante ensayo visual, al que se une una poderosa y atractiva banda sonora compuesta por Jonathan Elias, un músico en la sombra entre cuyo palmarés, se esconden algunas pequeñas joyas entre las que destacan piezas diversas para Alien, Gandhi o incluso Blade Runner. Tal vez por esa buscada similitud con las aclamadas adaptaciones de Frank Miller, la crítica no la vea con buenos ojos, y no les culparemos por ello. Una película necesita algo más que la simple estética visual para poder ser considerada arte.
En el reparto tenemos como protagonista a Karl Urban en el papel del héroe de la tribu Wampanoag, Ghost, quien nos sorprendió muy gratamente en su papel de Éomer en la trilogía de El Señor de los Anillos, pero que aquí se queda un poco carcomido bajo planos oscuros y una falta de sensibilidad latente en su interpretación. Aún así, no deja de ser un interesante héroe trágico (a mí me sorprendió muy gratamente en la adaptación de las novelas de Tolkien). Su Némesis no es otro que un fabuloso Clancy Brown en el papel de Gunnar, el capitán vikingo, haciendo un guiño a los espectadores más avezados, y que nos permite resucitar los mejores recuerdos de aquel legendario Kurgan de la película “Los Inmortales”, envejecido, pero siempre siniestro y brutal, aunque nada cómico. En definitiva, dos estereotipos que son bienvenidos, y que ayudan a fortalecer aún más el espíritu de novela gráfica que pretende ofrecernos la película.
Hay que destacar la fabulosa labor de Daniel C. Pearl, director de fotografía, que se ha visto obligado a enfrentarse a situaciones extremas debido al cambiante clima canadiense, y que dificultó enormemente su intento por mantener una uniformidad lumínica y fotográfica a lo largo de toda la película. A pesar de todos los inconvenientes (escenas rodadas indistintamente de día y de noche, con sol y con nubes, con lluvia y sin ella), hay que alabar la gran calidad de su trabajo. Incluso en esos inconvenientes, vio su director algo positivo al afirmar que “el tiempo se convirtió en otro participante de la película (...) cuando los actores empiezan a sudar o a temblar, cuando les corre verdaderamente la adrenalina, dejan de actuar y comienzan a ser reales. Entonces es cuando comienzan a ser vikingos y nativos americanos, y todo en la historia empieza a encajar en su sitio”.
Cierto que no es la mejor película de aventuras, y cierto también que no tiene un guión poderoso, a pesar de lo que pueda sugerir en un principio, pero no se ofusquen. Si van al cine, vean “Pathfinder” como lo que es: un entretenimiento bastante bien filmado y mejor fotografiado. Una historia de héroes trágicos y malvados de folletín, enmarcados en un cómic convertido en cinta, que no busca otra cosa que transmitir al espectador el ritmo salvaje y frenético de un enfrentamiento entre culturas primitivas, rodeados por un clima y un paisaje igual de ancestral y cruel que sus protagonistas. Y sobre todo no se fíen del poster: es espectacular, pero también lo era el de Ator el Poderoso y... ya saben.

domingo, 20 de mayo de 2007

"PIRATAS DEL CARIBE: EN EL FIN DEL MUNDO"

¡AL ABORDAJE!

Sinopsis: Con el Holandés Errante y su anterior capitán Davy Jones en su poder, Lord Cutler Beckett se dedica a destruir los barcos del almirante Norrington. Mientras tanto, Wil
l Turner (Orlando Bloom), Elisabeth Swann (Keira Knightley) y el capitán Barbossa (Geofrey Rush), se desesperan por reunir a los Nueve Lores de la Corte de Brethren, los únicos que pueden ayudarles a derrotar a Beckett. Pero sin Jack Sparrow (Johnny Depp) nada pueden hacer. Por ello viajarán hasta Singapur y se enfrentaran al temible pirata Sao Fen (Chow Yun Fat) para conseguir las cartas de navegación que les permitan llegar al fin del mundo y poder salvar al indefinido e indefinible Sparrow de las garras de la muerte.

Llega esta semana a nuestras pantallas una de las películas más esperadas de éste año, junto con “Spider-Man 3” y “Harry Potter 4”, convertida ya de antemano en una de las franquicias más rentables de todos los tiempos. Y lo es, no tanto por su gran calidad fílmica, que no la tiene, sin
o más bien por la repercusión que ha tenido socialmente. Su productor, Jerry Bruckheimer, jamás llegó a imaginar que alguna de las entregas de la serie basada en la atracción de un parque temático, pudiese llegar a convertirse en una producción supertaquillera, pero así fue. La segunda entrega, “El Cofre del Hombre Muerto”, recaudó más de 1.000 millones de dólares en todo el mundo, convirtiéndose de este modo en la tercera película más taquillera, hasta el momento, de la historia del cine, casi el doble de lo que recaudaron con la primera parte de la saga.
Con esta perspectiva, cualquiera no se atreve con una tercera parte. Y así lo han hecho. En “Piratas del Caribe: En el Fin del Mundo”, ya se prevé superar el éxito de la segunda entrega. Pero, hay que decirlo, no esperéis que mejore –como tampoco lo consiguió la
segunda parte– el nivel de la primera entrega. Tal vez por haber sido realizada con mayor precaución y enorme interés, “La Maldición de la Perla Negra” supuso todo un golpetazo para un género (el de los piratas) que se encontraba en franca decadencia desde hacía prácticamente una década. El último ejemplo –malo, diría yo– del que tenemos constancia fue “La Isla de las Cabezas Cortadas” (1995), un estrepitoso fracaso de Renny Harlin con el que debió perder un ojo de la cara (chiste fácil, lo sé, pero la culpa es suya).
Pero seamos sinceros: aunque“En el Fin del Mundo” puede parecer un divertimento por el que merezca la pena pagar unos cuantos euros, no se engañen. Sus casi tres horas de duración, a pesar de toda la acción que posee la cinta, llegan a hacerse eternas, especialmente al principio y al final de la película, donde los devaneos mentales de los guionistas llegan a ser insufribles en su intento por hacernos creer que la historia está dotada de un complejo entramado perfectamente calculado para que encajen a la perfección todas las piezas de un puzzle que no es sino una escombrera encajada a duras penas como mejor han sabido.
Los efectos especiales no aportan nada nuevo, aunque no por ello dejan de ser espectaculares, y suponen uno de los pocos encantos del filme, dirigido más al divertimento que a un digno intento por salvar un género
que hace mucho tiempo que ha caído en desgracia.
Sólo se salvan de la quema las espectaculares y muy bien coreografiadas escenas de acción, imprescindibles en toda buena película de piratas que se precie, el formidable personaje que ha creado Johnny Depp, a medio camino de ningún lado y de todas partes, con una personalidad tan propia que salva cualquier arquetipo que pudiéramos tener en la cabeza al pensar en la figura del pirata, y la partitura de Hans Zimmer, que ha logrado superarse a sí mismo en ésta nueva (que no última entrega).
En definitiva, si no tienen más remedio, lleven a sus infantes al cine, pero si van solos, háganlo también durante la sesión vespertina. Así no se dormirán tan fácilmente.