FURIA DE TITANES
estreno el 31 de marzo


miércoles, 23 de diciembre de 2009

"NINJA ASSASSIN"

EL ASESINO EN LA SOMBRA

Sinopsis: Tras formarse en el mítico clan Ozunu, Raizo se convierte en el asesino más despiadado que quepa imaginar. Desde niño, tras ser sacado de las calles y salvado de la mendicidad, Raizo aprende co
n rigor severo las oscuras artes marciales del ninjitsu. La terrible muerte de su amiga a manos de los propios miembros de su clan, provoca la huida de Raizo, quien se jura a sí mismo llevar a cabo una cruenta venganza. En Berlín, conocerá a la agente Mika Coretti, que investiga toda una trama de financiación que vincula varios asesinatos políticos con una misteriosa red de asesinos provenientes del Lejano Oriente. La agente Coretti se encontrará a partir de ese momento en el punto de mira del clan Ozunu y de su cabecilla, el sanguinario Takeshi, y tanto ella como Raizo deberán confiar el uno en el otro si quieren llevar a cabo sus planes contra el misterioso y escurridizo clan ninja.

El director de esta sanguinaria y actualizada visita a la temática ninja, James McTeigue, nos sorprendió gratamente con su película “V de Vendetta” (2005), bajo el prot
ectorado y promoción de los más que consagrados hermanos Wachowski. Ahora, el mismo tándem pretende repetir éxito pero con diferente fortuna, con una revisión del género de las películas de artes marciales ninja, que exhibe un exagerado y excesivamente videoclipero lifting visual y estético que, aunque pretende parecer actualizado, no puede evitar arrastrar el lastre de tantas y tantas producciones de los setenta y ochenta – e incluso alguna que otra de los noventa – a las que pretende hacer honor.
En ese sentido, parece claro que el rango del público al que pretende llegar McTeigue, es aquel comprendido dentro del tramo teenager, a quienes gratifica con litros y litros de sangre derramada en las numerosas escenas de virtuosa coreografía marcial, escenas ralentizadas al más puro estilo videoclipero, y otras pretendidamente aceleradas, con el único propósito de no darle al espectador ningún respiro salvo para ver, con la precisión diáfana que permiten los primeros planos, amputaciones de miembros, decapitaciones y cercenados varios que harán las delicias de la bestia oculta entre los amantes del gore de baja densidad.
La falta de un guión sólido o giro argumental mínimamente interesante que pudiera permitir añadir cualquier tipo de introspección o profundidad en la personalidad de sus protagonistas, McTeigue opta por establecer dos líneas de discurso paralelas a las que recurre frecuentemente entre el flashback y la línea argumental actual. En esos flashback, podemos comprender el monstruo en el que se convierte Raizo, y la dureza de las enseñanzas de su sensei, el siempre espléndido Sho Kosugi, que vuelve una
vez más a enfundarse el ropaje ninja y subirse a un tatami, para las delicias de los fans del cine ninja y de las artes marciales en general.
Y entre tanta
sangre, golpes y patadas, no podemos dejar de hablar de las numerosas armas ninja – que tan prolíficamente hemos podido ver en acción en cualquiera de los títulos del género – , que en esta nueva producción son bastante menos numerosas. De hecho, exceptuando las shuriken – o Estrella de la Muerte – y el tantô y el ninja-to, pocas armas más aparecen en la película (algo que puede que noten en falta los grandes aficionados al género), y a mi parecer se hace un uso excesivo de ese tantô con cadena que manejan algunos de los protagonistas como si de un exagerado mayal cortante se tratara.
Pero a pesar de todo, no hay que quitarle el mérito que posee la cinta, con una puesta en escena de los combates verdaderamente impactante, que no dejará indiferente a nadie, a pesar del uso un tanto exagerado y en ocasiones innecesario de los efectos digitales.

domingo, 1 de noviembre de 2009

"PANDORUM"

UN THRILLER SCI-FI

Sinopsis: Dos de los tripulantes de una nave espacial, el teniente Payton y el cabo Bower, despiertan de la hibernación sumidos en una profunda amnesia. No recuerdan nada de lo que ha sucedido, ni quiénes son ni qué hacen a bordo de esa nave cuyo destino y misión no recuerdan. Sólo hay un modo de intentar dar respuesta a tanta incógnita: adentrarse en el interior de la nave en busca de pistas. No tardarán en averiguar que no se encuentran solos en ella, y que una desconocida y terrible amenaza acecha en las oscuras y sórdidas entrañas de la nave. De ellos depende, no sólo el éxito de la misión, sino incluso el destino de la raza humana.

Christian Alvart se ha configurado a lo largo de su corta filmografía (“Antikörper, el ángel de la oscuridad”, 2005; “Expediente 39”, 2009; “Pandorum”, 2009) como un director con una más que interesante perspectiva plástica para el género del thriller y el terror. Y es que el realizador germano, ha sabido manifestar hasta el momento una personalidad bastante definida en el terreno del thriller psicológico –género común, dentro de las variantes, a toda su filmografía–, pero sin abandonar ciertos clichés del género que siempre resultan ser baza segura para el éxito de una película.En el caso que nos atañe, la última obra de Alvart se convierte en un estimulante thriller sci-fi que bebe directamente del mayor de los clásicos modernos en este género, “Alien, el octavo pasajero” (Ridley Scott, 1979). No es gratuita tampoco la similitud –guiño, dirían algunos– entre los seres que pueblan la nave y los “morlocks” que inventó H.G. Wells para su novela “La máquina del tiempo” (1895). Pero dejando de lado el tema de los morlocks, hay que decir que es mayor la deuda que tiene “Pandorum” con el film de Scott, innegable tanto desde el punto de vista conceptual como compositivo.Concluir con ello que “Pandorum” no es más que un refrito de otros estándares anteriores, sería una conclusión equivocada a la que no deberíamos llegar.

Es de agradecer que Alvart nos gratifique con un arranque de cinta bastante más interesante e inquietante de lo habitual, con escenas tan oscuras y plomizas que logran que el espectador se sienta ya asfixiado sin que nada haya sucedido aún. Se puede oler el miedo en el aire, se puede palpar la tensión y el desconcierto en el más que interesante encuentro entre un siempre carismático Dennis Quaid y un correctísimo Ben Foster, que consiguen despertar el interés en el espectador desde el primer minuto de cinta. El significado del título en sí mismo –“Pandorum” significa “síndrome disfuncional orbital”–, ya dice mucho del carácter de la obra que estamos viendo.Desgraciadamente, ese aire casi existencial que supura al inicio, se convierte súbitamente en un macabro juego del escondite que acabará siendo excesivamente convencional, como si con ello pretendieran agradar a un público demasiado malacostumbrado a un tipo de cine concreto y que, muy al contrario, agradece esos cambios de perspectiva que se esbozan al principio del film.
Por suerte, al final se retoma ese interesante debate que da inicio a la cinta, y que acaba convirtiéndose en un auténtico galimatías perfectamente orquestado y nada mentiroso, cuya resolución no dejará indiferente a nadie por el mensaje implícito que conlleva. Un mensaje que, por otro lado, aún sigue estando en boga hoy en día.

sábado, 1 de agosto de 2009

"EXORCISMO EN CONNECTICUT"

LA ÚLTIMA CASA ENCANTADA

Sinopsis: La familia Campbell pasa por dificultades económicas debido al tratamiento que está llevando a cabo su hijo Matt, quien sufre un cáncer en estado terminal. Por ese motivo se ven obligados a trasladarse a una antigua casa en Connecticut, mucho más asequible a sus posibilidades. Lo que no saben aún, es que Matt comenzará a convertirse en un polo atrayente, en una esp
ecie de antena que conectará el mundo de los vivos con las fuerzas del más allá, que intentarán transmitir un oscuro mensaje sobre algo que ocurrió en aquella siniestra casa hace muchos años.

¿Cómo realizar una buena película de “casa encantada”? La respuesta es fácil: una buena historia, emociones fuertes y un ambiente opresivo y lóbrego. La solución, en cambio, ya no lo es tanto: no todo el mundo sabe hacerlo. Algunos se ciñen al susto fácil, con las recurrentes subidas de volumen en la partitura musical o en los efectos sonoros, mientras que para obtener ese ambiente opresivo y lóbrego, se limitan a oscurecer ángulos y rincones mientras los protagonistas se desplazan por los pasillos de la casa en cuestión suspirando entrecortadamente como monjas en celo. Y respecto a lo de la buena historia –esa que echamos tanto en falta últimamente–, ya ni hablemos. Prefieren dejarlo todo a la suerte del efectismo de los efectos especiales y a ver qué pasa, algo que no solía ocurrir en otro tiempo en el que, a falta de ordenadores que hiciesen ese trabajo, había que escurrirse un poco más la mollera para conseguir el efecto deseado.
“Exorcismo en Connecticut” (Peter Cornwell, 2009) es una obra más que destacada dentro del subgénero en lo que llevamos de década. Cumple a la perfección con sus
pretensiones, configurando una puesta en escena brillante, en la que la inquietud y la sensación de que va a ocurrir algo en cualquier momento, flota como una pesada neblina durante gran parte del metraje. No es casualidad. La casa en la que se ha rodado la película, al igual que aquella en la que se inspira, también fue una funeraria en otro tiempo.
Posee algo de lo que suelen carecer las películas de este tipo, y es la inserción de personajes con un fuerte componente humano, que aportan un nivel más, otra capa en la que profundizar y que nos acerca mucho
más al sufrimiento de los protagonistas. En este caso, lo hace a través del cáncer, uno de los peores males del siglo XX y, al paso que vamos, también del siglo XXI. El elenco de actores sabe dotar a sus roles de la fuerza necesaria para matizar y enfatizar esos rasgos definitorios que les han dado. De este modo, consiguen darle otra vuelta de tuerca al vínculo empático establecido entre ellos y el espectador.
Partiendo de esta sólida base de personajes con cuerpo, y una puesta en escena correctísima, lo único que queda es el factor paranormal. El uso de flashbacks para ir dando pinceladas de los terr
oríficos hechos acaecidos en la casa de Connecticut, nos proporcionan un considerable poso de intriga para fortalecer los hechos que van a suceder en la actualidad. Tal vez lo más trillado sean los inevitables crujidos del entarimado, las puertas y demás quejidos típicos de estas viejas casas victorianas, pero que contribuyen indefectiblemente al efectismo que siempre se pretende en este tipo de producciones. Lo que sí debe ser destacado, es el carácter terroríficamente carnal de los cadáveres, de un realismo tan extremo que su sola visión produce pánico, con esos tatuajes, las uñas rotas y los ojos blancos, que recuerda tremendamente a las alucinaciones que suele escribir Cliver Barker, y que nos aproxima aún más ese mundo fantasmagórico, casi etéreo de los fantasmas y el más allá. Al convertir ese mundo en algo carnal y, consecuentemente, más próximo a nosotros, lo que hace es convertirlo a su vez en un terror, en una amenaza más próxima de lo que estamos acostumbrados a considerar.
Sólo hay un aspecto negativo en esta producción, y es que al final, se deja llevar por los convencionalismos del subgénero, haciendo uso de todos los tópicos cuando, hasta el momento, el metraje había destacado precisamente por lo inusual del trato. Con ello rompen un poco esa aura especial, y acabas saliendo del cine con la sensación de que podía haberse hecho mucho más con todo el material que han desplegado ante nuestros ojos.

lunes, 20 de julio de 2009

"IMAGO MORTIS"

NO SABER QUÉ HACER CON EL SABER HACER

Sinopsis: En plena crisis tras una reciente tragedia familiar, Bruno Márquez, estudiante de la Escuela Internacional de Cine Murnau, comienza a sufrir unas extrañas visiones en las que, lo que parece ser el espíritu de un joven fallecido, comienza a mostrarle una serie de misteriosas pistas que le dirigen hacia un secreto oscuro. Las visiones pondrán en jaque su propia cordura, hasta que comienza a descubrir de qué se trata ese oscuro secreto:
el descubrimiento realizado por el científico del siglo XVII Girolamo Fumagalli, según el cual la retina capturaba la última visión de un fallecido. Dicha imagen podía ser recuperada e impresa en un papel si se le arrancaban los ojos al muerto justo en el momento de la muerte. A ese método, se le dio el nombre de “tanatografía”, y ahora parece ser que alguien está usando la máquina de Fumagalli para cometer crímenes en la Escuela Murnau.

El director Stefano Bessoni rinde con esta cinta un loable homenaje al cine expresi
onista alemán, y más en concreto al gran Friedrich Wilhelm Murnau, director de la magistral “Nosferatu” (1922), confiriéndole a la película un ambiente opresivo plagado de tenues luces e impenetrables sombras, que reinan por doquier en medio de un paisaje desolador, solitario y claustrofóbico, que en pocas o ninguna ocasión llega a hacernos sentir la sensación de que nos encontramos inmersos en medio de una escuela de cine. La sordidez de los escenarios, la depuración técnica con que ha sabido capturar cada momento de su largo, merecen una mención especial, un reconocimiento a una labor ardua que, sin embargo, se queda en agua de borrajas al no haber sabido profundizar justamente en una trama que acaba siendo tan espesa como las sombras que fotografía. Y es que, para ser justos, lo reiterativo de los escenarios, la falta de sentido en muchas de las secuencias y la flaccidez de la trama argumental, acaba por restarle credibilidad a todo aquello que estamos viendo, atemperando así todo el esfuerzo técnico y compositivo desplegado a lo largo del film.
Sus protagonistas, acartonados y torpes en papeles que son meros comparsas de una trama pobre y d
esdibujada, no consiguen liberarse de la pobreza con que han sido concebidos, a pesar de contar con nombres como el de Geraldine Chaplin o el de Álex Angulo, que bien poco pueden hacer por darle algo de empaque a sus roles. Tampoco las escabrosas muertes con que pretenden generar tensión en el espectador, consiguen llegar a transmitir ningún tipo de sentimiento a la platea, a no ser la inevitable sensación de asco al ver cómo les arrancan los ojos a las víctimas. Pero sin lugar a dudas, lo peor de todo es el final, con toda una serie de despropósitos argumentales sin sentido, todo para acabar malvendiendo los principios sobre los que se fundamentaba la cinta, y desembocar en un increíble e irrisorio happy ending que supone el descalabro final de un espectáculo para olvidar. Y por si fuera poco, además el ritmo narrativo llega a ser realmente soporífero, pues ni siquiera la correcta banda sonora de Zacarías M. de la Riva consigue conferirle algo de pulso a la narración.
Pero al menos, nos queda ese regusto ligeramente dulzón de haber asistido a un ejercicio más que interesante en cuanto a la fotografía, la iluminación y la composición, con esa proliferación de tonos sepia que responde directamente al espíritu netamente cinemático que pretende transmitirnos la película. Y tal vez la sensación de que, a pesar de lo caótico y descalabrado del resultado, la idea y la intención, en sus orígenes, no eran malas del todo.

viernes, 3 de julio de 2009

"ARRÁSTRAME AL INFIERNO"

EL NUEVO INFIERNO DE RAIMI


Sinopsis: La vida de Christine Brown es casi digna de un cuento de hadas. A punto de triunfar en el banco para el que trabaja, y con un novio encantador y educado, parece que todo le va viento en popa... hasta que se cruza en su camino la extraña Sra. Ganush, pidiéndole por favor que autorice el aplazamiento de las mensualidades de su hipoteca. Su decisión hará que la anciana pierda su casa, y en su ánimo de venganza, la anciana le lanzará una extraña y terrorífica maldición, por la que un ser diabólico intentará arrastrar a Christine al infierno del que viene.

Al sentarme en la butaca frente a la oscuridad, dispuesto a destapar el nuevo y esperado terror de Sam Raimi, me sentí como si me hubiera adentrado de nuevo en aquellos castillos encantados de feria a los que tanto miedo les tuve de pequeño. Supongo que Raimi necesitaba aire fresco, o más bien debería decir aire enrarecido, abandonando las apacibles alturas
de Nueva York y colgar las mallas rojas y azules por un tiempo. Supongo que necesitaba volver a sus orígenes, recoger su particular caja de Pandora para desempolvarla y abrirla, en su particular ejercicio de estilo terrorífico-sarcástico, para reencontrarse, a su modo, con los orígenes del gran director que fue, es y será. Y estoy seguro de que también nosotros lo necesitábamos, tanto aquellos que recordamos con añoranza sus posesiones infernales (“Posesión infernal” en 1982, “Terroríficamente muertos” en 1987, y “El Ejército de las Tinieblas” en 1992), como quienes sólo recuerdan a Raimi por haber llevado con tanto acierto a la gran pantalla a nuestro Cabeza de Red favorito.
Pero dejando el corazón a un lado, lo cierto es que “Arrástrame al infierno” es un verdadero espectáculo audiovisual, una lección de savoir faire que supura la elegancia del terror al más puro estilo clásico, con el sarcasmo y la risa que puso de moda su director con la trilogía del maltrecho y desafortunado Ash (que interpretó Bruce Campbell, su actor fetiche). Los
puristas del cine de terror, como ya ocurriera en su momento, encontrarán tal vez excesivos los gags en los que la mezcla de terror y risa se decanta a favor de ésta última, pero lo cierto es que no podía prescindir de ese sello inconfundible que no sólo caracterizó su cine, sino que le catapultó a la fama. Para los otros, aquellos que disfrutábamos y aún lo hacemos con este tipo de cine, los guiños pueden acabar sabiendo a una posible falta de ideas, pues desprenden un tufo a guiso recalentado que no acaba de convencer (como la escena en que toda la casa palpita con la presencia del espíritu).
Estas cosas las acabaremos perdonando, si prestamos atención a la perfección con que está rodada la cinta –estilísticamente hablando–, con planos de lo más interesantes, y un sentido del ritmo y de la composición que nos mantiene pegados a la butaca con la boca abierta en una macabra media sonrisa, a la espera del siguiente giro argumental. Y en ese sentido, Raimi no llega a sorprendernos, pero no por ello deja de incluir secuencias que pretenden mante
nernos en vilo a lo largo de todo el metraje. Y todo a pesar de que la repetitiva partitura de Christopher Young, de excesivo volumen en los momentos clave, intenta infructuosamente arrancarnos respingos de terror. Tal vez lo peor de todo sea el hecho de que la línea argumental sea excesivamente esquemática, tanto que no deja lugar a la improvisación y a la sorpresa, por lo que la película acaba convirtiéndose en un surtido escaparate de bromas y sustos, de risas y locura que cuanto menos consigue darle al género un lifting fresco y vigoroso, muy de agradecer en medio del panorama del terror moderno, tan saturado de orientalismos sobados y remakes estériles.
Lo indudable, a pesar de todo, es que todos salimos ganando algo: nosotros saldremos del cine con una media sonrisa, recordando con cierto morbo tres o cuatro momentos concretos del film, y muchos más de aquel pasado de posesiones infernales. Respecto al bueno de Sam, le da un respiro, le cura de su morriña de los 80, y le permite enfocar el futuro con la mente más despejada y el bolsillo más lleno.

martes, 21 de abril de 2009

"X-MEN ORÍGENES: LOBEZNO"

UN LOBO ANDA SUELTO

Sinopsis: Hugh Jackman vuelve a meterse en la piel de Lobezno, un mutante con extraordinarios poderes sensitivos, capacidad regenerativa y huesos y garras recubiertas de adamantium, que posee unas facultades innatas para el combate. La película nos adentra en sus orígenes, cuando descubre sus increíbles facultades a muy temprana e
dad, y nos adentra en la compleja relación que tiene con Victor Creed (Dientes de Sable), un hombre con poderes muy similares a los suyos, y su relación con el proyecto Arma-X. Un esperadísimo spin-off en el que iremos conociendo a viejas leyendas del mundo mutante creado por Marvel comics.

A pesar de no ser en absoluto uno de los miembros fundadores de los X-Men –en aquel entonces, en España eran conocidos aún como la Patrulla-X–, desde su aparición en el nº 180 de “Hulk” allá por 1974, se convirtió en uno de los superhéroes más admirados del universo Marvel. Creado por Len Wein (“Swamp Thing”) y John Romita Sr. (“Amazing Spider-man”), marcó un antes y un después en el concepto del superhéroe. Su actitud canallesca, rozando el sadismo casi criminal, lo convirtió de inmediato en un referente por su singularidad. Antes lo intentaron con otros superhéroes como el Motorista Fantasma (Ghost Rider) o El Castigador (The Punisher), pero ninguno de ellos logró aunar con tanto éxito ese cara y cruz que supone el bien y el mal, y sobre cuya fina línea se encuentran siempre los defensores de la justicia.
El éxito de la trilogía “X-Men” ha llevado a sus productores a plantearse el seguimiento de una estratagema de marketing que ya hace largo tiempo que viene desarrollando la industria del comic. Se trata sencillamente de los llamados spin-off, es decir, derivados de series originales que convierten en protagonista a alguno de sus personajes. O sea, otro modo más de hacer dinero fácil.
La película se basa en una miniserie de seis comics que fueron publicados entre finales de 2001 y principios de 2002, y que tuvo un éxito enorme entre los aficionados al mundo del comic. Su director, Gavin Hood (“Tsotsi”, 2005; “Expediente Anwar”, 2007), ha sabido combinar con bastante acier
to los conceptos básicos del relato gráfico con la estética y el ritmo visual de la serie fílmica de los “X-Men”, haciéndonos sentir como si esta fuera una especie de precuela en la que Lobezno tiene un papel decisivo en la formación de los X-Men. Hugh Jackman, quien ya demostró en las tres películas anteriores su enorme implicación con el personaje –al que interpreta con una solidez digna de alabanza–, cumple a la perfección su rol. Sin embargo, los más avezados echarán en falta el sadismo, el espíritu salvaje que tanto ha caracterizado a Lobezno a lo largo de toda su trayectoria.
Respecto a la trama, nos encontramos ante un guión correcto pero algo edulcorado, que no llega a aprovechar al máximo las múltiples posibilidades que brindaba un personaje mucho más complejo de lo que llegamos a apreciar en la pantalla. La aparición de Liev Schreiber en la cinta consigue darle la réplica con bastante efectividad a un Hugh Jackman muy por encima del resto de personajes que aparecen, y compensar –en la medida de lo posible– el desaprovechamiento tan absoluto de personajes tan capaces como Gámbito o La Mole. Sin embargo, incluso puede también que Dientes de Sable sea demasiado humano, para lo que se espera de él.
Las escenas de combates, elaboradas e impactantes tanto en su coreografía como en sus efectos especiales, merecen una mención especial por su espectacularidad. En ese sentido, Lobezno podría ser definida como una cinta muy entretenida y de grata lectura, pero que peca de no querer –o no saber– adentrarse tanto como era de esperar en un mundo tan vasto, que su pobre incursión apenas queda reducida a una gota de agua en medio de un inmenso océano.

martes, 10 de marzo de 2009

"UNDERWORLD 3: LA REBELIÓN DE LOS LICÁNTROPOS"

LA GUERRA DE LAS TINIEBLAS

Sinopsis: La tercera entrega de la saga “Underworld” nos llega en forma de precuela, sumergiéndonos en la más pura leyenda, relatándonos con detalle los orígenes de la enemistad primigenia entre vampiros y licántropos. En ella, Sonja, la hija de Viktor, el líder de los vampiros, se enamora de Lucian, un licántropo que fue salvado siendo ap
enas un bebé por el propio Viktor. El amor surgido entre ellos, desencadenará un enfrentamiento entre las dos razas como jamás antes se había visto.

“Underworld 3: la rebelión de los licántropos” (Patrick Tatopoulos, 2009),
se aprovecha del universo creado por Len Wiseman en sus dos cintas predecesoras de 2003 y 2006, para profundizar ligeramente en este mundo de tinieblas, apoyándose en los esbozos que ya pudimos ver durante la segunda entrega de la serie, “Underworld Evolution”. De hecho, poco más nos adentra en la historia, salvo por el hecho de que pueda aportar algunos detalles adicionales más a una historia que, por otro lado, no nos es en absoluto desconocida.
Lo primero que puede llamar la atención al espectador en esta nueva entrega, es el hecho de que no aparezcan ni Kate Beckinsale en el papel principal, ni su esposo Len Wiseman en la dirección –aunque este últi
mo sí lo ha hecho como productor–. Tal vez por ello han optado por la precuela, encubriendo de este modo la ausencia de su actriz principal, que únicamente aparece en un plano final –tal vez incluso rescatado de algún descarte de las anteriores entregas–. Todo esto nos puede llevar a sospechar –con algo de acierto– que esta tercera parte no llegue a estar a la altura de las otras dos, y en cierto modo así es. Es un divertimento que, por suerte, no pretende otra cosa que hacer pasar un buen rato al espectador, especialmente a aquel que se considera un buen amante de las películas del género, recuperando en cierto modo ese espíritu más típico de las películas de serie B o incluso Z, que de las grandes producciones de Hollywood. Así, por ejemplo, los efectos especiales dejan bastante que desear, teniendo en cuenta todo lo que hemos visto durante los últimos dos años por las carteleras, pero no por ello deja de estar en la línea de sus predecesoras. El despliegue de secuencias y movimientos rápidos en las escenas de acción, así como el uso de una fotografía lúgubre plagada de azules metalizados y blancos lunares que comulga plenamente con la estética impuesta en la saga, ayuda notablemente a disimular la falta de presupuesto (40 milloncejos de dólares de nada) a la hora de ofrecernos unos efectos especiales a la altura con estos tiempos. Y es que no hay que olvidar que su director, Tatopoulos, ha sido, no sólo el responsable de los efectos especiales de las dos anteriores entregas, sino también de los de “Soy leyenda”, “Yo, Robot”, “Stargate”, “Independence Day”, “Godzilla” y “10.000”, entre otros, por lo que es de suponer que estamos hablando de alguien con el talento y saber hacer suficientes como para llevar a buen puerto una película como ésta.
Pasando a otras cosas, hay que destacar el encomiable duelo interpretativo entre Michael Sheen y Bill Nighy, dos actores que últimamente han demostrado unas cualidade
s excepcionales en sus interpretaciones, y que ya habían aparecido con anterioridad en la serie. De todos modos, a raíz de algunas de sus últimas películas (“The Queen” y “El desafío: Frost contra Nixon” en el caso de Sheen, y “Love Actually” y “Piratas del Caribe” en el caso de Nighy) los productores han optado por otorgarles un mayor protagonismo aún, si cabe, en esta nueva entrega. Harina de otro costal es la incorporación de Rhona Mitra en el reparto, pretendido e infructuoso contrapunto a la ausencia de Beckinsale que no consigue sino hacernos lamentar su ausencia más aún. Su carácter rudo y su fría mirada, no contribuyen para nada en darle a su personaje el peso necesario para que su relación con Lucian funcione como es debido.
Por todo ello, el espectador debe entender que “Underworld 3: la rebelión de los licántropos”, no busca rizar el rizo, ni exhibe mayores pretensiones que las de hacer pasar un buen rato a los amantes del género. Hay que ser justos con una película que ofrece noventa minutos de entretenimiento puro, desataviada de exigencias autoimpuestas que sólo sirven para entorpecer el resultado. Lo que queda claro, sea como fuere, es que los amantes de la saga “Underworld” disfrutarán sobradamente con esta precuela que, aunque parece ser al mismo tiempo un punto y final a la serie, deja abiertas en cambio todas las posibilidades de un mundo en el que no está, ni mucho menos, todo dicho.

domingo, 1 de febrero de 2009

"EL CURIOSO CASO DE BENJAMIN BUTON"

EL DESEO DEL RELOJERO CIEGO

Sinopsis: Benjamin Button es un niño que nace con una extraña enfermedad que le hace parecer físicamente tan viejo como un hombre de 80 años. Pero las cosas empeoran cuando comienza a rejuvenecer a medida que pasan los años. Benjamin Button nos arrastrará desde Nueva Orleáns hasta los más recónditos y exóticos lugares del planeta, en un intento por enfrentarse a su aciago destino y a la dudosa bendición que le ha sido otorgada.


Uno no puede dejar de maravillarse por el modo en que el extraordinario David Fincher (“Seven”, “El Club de la Lucha”, “Seven”, “Zodiac”) se redefine a sí mismo con cada nuevo largometraje que nos brinda. Ha dejado de lado el salvajismo visual y el retrato de la parte más oscura del corazón humano –con el que nos embargó en sus exitosas “Seven” (1995) y “El Club de la Lucha” (1999)–, para profundizar de un modo especial en la materia intangible que forma los sueños y temores de la mente y el corazón humanos. Partiendo de un conceptualismo ciertamente surrealista, desde esquemas marcadamente literarios –no en vano está basada en un relato corto de F. Scott Fitzgerald–, y utilizando como vehículo narrativo un mensaje epistolar que toma forma de diario, Fincher solapa el pasado y el futuro a través de un cuento imposible de tintes clásicos que llega a converger en ciertos puntos con el particular mundo de Tim Burton. Digno de Burton sería el relojero ciego, que construye un reloj que gira en sentido contrario como metáfora del tiempo que nos atrapa y nos cambia, que destruye nuestros sueños mientras nos empeñamos en construir un futuro que jamás llega, y que se erige de este modo en responsable indirecto de lo que estamos a punto de presenciar, como una especie de oráculo que vaticina lo imposible y provoca la extraña “maldición” que caerá sobre Benjamin Button al nacer, justo el mismo día en que finaliza la Gran Guerra. Una maldición que, dicho sea de paso, puede recordarnos de algún modo a la que sufre el protagonista de “El increíble hombre menguante” (Jack Arnold, 1957).
Pero salvando cualquier otra distancia y comparación, “El curioso caso de Benjamin Button” es una auténtica obra de orfebrería, una compleja maquinaria que trabaja a la perfección, con cada una de sus piezas minuciosamente diseñadas, construidas y engrasadas para que funcionen bien hasta en el más mínimo detalle, como si se tratara del reloj de la estación de Nueva Orleáns, con el que comienza la narración. Puede que el mayor de sus logros, sea la solidez con que está construida toda la historia, sustentada sobre unos personajes completos y detallistas que evolucionan a cada minuto que pasa y que están espléndida y sólidamente interpretados. En ese sentido, el excelen
te trabajo de Eric Roth consigue despertar en el espectador el sentir hacia los personajes, convirtiéndoles en testigos en primera persona de su envejecer físico y resistencia espiritual, de sus búsquedas y desencuentros, y de todo cuanto significa el hecho –tan sencillo y complicado a la vez– de vivir nuestras propias vidas y ser testigos al mismo tiempo de las vidas de aquellos que nos rodean.
Hay que hacer una mención especial al sorprendente y realista trabajo de maquillaje –especialmente al de Brad Pitt–, así como a la comedida y cuidad
a interpretación de los actores, que consiguen ser consecuentes con la evolución de sus personajes y hacérnoslos de este modo creíbles. De no haber sido así, la historia habría perdido gran parte de su solidez.
La poderosa banda sonora y una excelente fotografía contribuyen, y no poco, a reforzar el aura casi mágica de cuento que transpira toda la cinta, sin que por ello abandone en ningún momento la sensación de realismo d
e la que hablábamos. Una curiosa y difícil simbiosis que Fincher consigue llevar a buen puerto de un modo verdaderamente loable. Y para aquellos que aún quieran saber más, decir que Fincher se supera a sí mismo evitando sobrepasar los límites dramáticos, huyendo de la melosidad a la que se pudiera haber prestado por la propia naturaleza de su obra, y midiendo al mismo tiempo con precisión de cirujano los márgenes de una historia de amor e infortunio que bien pudiera haber repercutido en exceso sobre la cinta de un modo innecesariamente melodramático. Esos excesos evitados, esos límites no alcanzados, los compensa con un poderoso mensaje existencial que en ningún momento llega a ser cargante o pretencioso, sino más bien sencillo y próximo. Sencillo porque no busca misterios que no sepamos. Próximo, porque nada lo es más que los entresijos de la vida, del tiempo, y de lo que seamos capaces de hacer con ellos mientras estemos de paso por este mundo.