UN THRILLER SCI-FI
Sinopsis: Dos Christian Alvart se ha configurado a lo largo de su corta filmografía (“Antikörper, el ángel de la oscuridad”, 2005; “Expediente 39” , 2009; “Pandorum”, 2009) como un director con una más que interesante perspectiva plástica para el género del thriller y el terror. Y es que el realizador germano, ha sabido manifestar hasta el momento una personalidad bastante definida en el terreno del thriller psicológico –género común, dentro de las variantes, a toda su filmografía–, pero sin abandonar ciertos clichés del género que siempre resultan ser baza segura para el éxito de una película. En el caso que nos atañe, la última obra de Alvart se convierte en un estimulante thriller sci-fi que bebe directamente del mayor de los clásicos modernos en este género, “Alien, el octavo pasajero” (Ridley Scott, 1979). No es gratuita tampoco la similitud –guiño, dirían algunos– entre los seres que pueblan la nave y los “morlocks” que inventó H.G. Wells para su novela “La máquina del tiempo” (1895). Pero dejando de lado el tema de los morlocks, hay que decir que es mayor la deuda que tiene “Pandorum” con el film de Scott, innegable tanto desde el punto de vista conceptual como compositivo. Concluir con ello que “Pandorum” no es más que un refrito de otros estándares anteriores, sería una conclusión equivocada a la que no deberíamos llegar.
Es de agradecer que Alvart nos gratifique con un arranque de cinta bastante más interesante e inquietante de lo habitual, con escenas tan oscuras y plomizas que logran que el espectador se sienta ya asfixiado sin que nada haya sucedido aún. Se puede oler el miedo en el aire, se puede palpar la tensión y el desconcierto en el más que interesante encuentro entre un siempre carismático Dennis Quaid y un correctísimo Ben Foster, que consiguen despertar el interés en el espectador desde el primer minuto de cinta. El significado del título en sí mismo –“Pandorum” significa “síndrome disfuncional orbital”–, ya dice mucho del carácter de la obra que estamos viendo. Desgraciadamente, ese aire casi existencial que supura al inicio, se convierte súbitamente en un macabro juego del escondite que acabará siendo excesivamente convencional, como si con ello pretendieran agradar a un público demasiado malacostumbrado a un tipo de cine concreto y que, muy al contrario, agradece esos cambios de perspectiva que se esbozan al principio del film.
Por suerte, al final se retoma ese interesante debate que da inicio a la cinta, y que acaba convirtiéndose en un auténtico galimatías perfectamente orquestado y nada mentiroso, cuya resolución no dejará indiferente a nadie por el mensaje implícito que conlleva. Un mensaje que, por otro lado, aún sigue estando en boga hoy en día.