FURIA DE TITANES
estreno el 31 de marzo


jueves, 10 de noviembre de 2005

"EL EXORCISMO DE EMILY ROSE"

EN EL NOMBRE DE DIOS

Sinopsis: Emily Rose, una joven universitaria que ha abandonado su entorno rural para ir a la universidad, sufre una noche una aterradora experiencia paranormal que, en un principio, atribuye a una alucinación. El hecho se repite, cada vez con mayor frecuencia e insistencia, hasta que aterrada y desorientada, decide someterse a un exorcismo dirigido por el cura de su parroquia, el padre Richard Moore. La joven muere durante el e
xorcismo, y las autoridades acusan al sacerdote por homicidio negligente. Comienza aquí una frenética investigación durante el juicio, en la que la fe se enfrenta a la razón en un caso que está basado en hechos reales, y que no tuvo parangón.

En 1973
William Friedkin se atrevió a presentarnos una cara del terror desconocida en las pantallas hasta la fecha, siendo ésta de tal magnitud que provocó infartos entre el público y, según cuentan, incluso el aborto de una espectadora. Tal fue la repercusión de la cinta que en Estados Unidos (alarmistas como ellos solos) que llegaron a poner incluso unidades móviles UVI en las puertas de los cines donde se proyectaba la película. Desde “El Exorcista”, ni secuelas ni precuelas ni otros sucedáneos han conseguido provocar en los espectadores la sensación que causó aquella. Pero “El exorcismo de Emily Rose” ha vuelto a despertar en nosotros la fe en el buen cine de terror. Y es que ambas historias coinciden en un aspecto fundamental que las hace especialmente aterradoras: están basadas en hechos reales.
“El Exorcista” estaba basada en la novela homónima de William Peter Blaty, que a su vez se inspiró en un caso real acaecido presuntamente (dejemos lugar al escepticismo) en Mount Rainier (Washington) en 1949, donde un muchacho de 14 años llamado Robbie Mannheim fue exorcizado por una presunta posesión demoníaca. Robbie solía jugar a la ouija con su tía Harriet hasta que esta murió, y a partir del momento en que intentó ponerse de nuevo en contacto con ella, comenzaron los sucesos demoníacos. Uno piensa que en estos casos la
ficción superará la realidad, pero el hecho de que a Robbie se le practicasen más de 30 exorcismos durante 3 largos meses, revela que no es así.
Por su parte, “El exorcismo de Emily Rose” se inspiró en los hechos que perturbaron a la joven alemana Anneliese Michel hasta provocarle la muerte por inanición en 1976. Su tragedia duró prácticamente 9 años, desde que en 1968 le diagnosticaran “epilepsia del Grand Mal”. Al igual que nos cuentan en la película, sus padres jamás creyeron éste diagnóstico, y pocos años después, al ver que no mejoraba, sino más bien todo lo contrario, la llevaron a var
ios sacerdotes exorcistas. El sacerdote Ernst Alt pidió el permiso para la realización del exorcismo en 1974, y aunque le fue denegado en aquel momento, lo obtuvo en 1975. La orden procedía del obispo de Wurzburgo, Josef Stangl, y en ella se indicaba que fuese practicado por los padres Ernst Alt y Arnold Renz. Desde entonces, y hasta la muerte de Anneliese Michel el 1 de julio de 1976, le fue practicada una sesión de exorcismo cada semana. En el momento de su muerte, superando de nuevo a la ficción por más ficción que nos pueda parecer, Anneliese Michel padecía neumonía, inanición crítica y tenía incluso las rodillas rotas debido a las más de 600 genuflexiones que realizó durante los exorcismos. Sus padres y los dos exorcistas fueron acusados frente a un tribunal por homicidio negligente, pero nada le ocurrió al obispo Josef Stangl por permitirlo.
Con inmensa mayor fortuna que en sus anteriores participaciones en el cine de género –en “Leyenda Urbana 2” (2000) como guionista y en “Hellraiser: Infierno” (2000) como director–, Scott Derrickson ha hecho una minuciosa y prudente radiografía del caso de Anneliese Michel, llamada aquí Emily Rose. Todos los nombres han sido omitidos en favor de los implicados, pero los hechos siguen siendo básicamente los mismos. Tal vez aquellos espectadores más exigentes hubiesen preferido un exorcismo más en la línea del film de Friedkin, pero es que en nada pretende parecérsele. Mientras que “El Exorcista” presenta una línea argumental más que tradicional de planteamiento-nudo-desenlace, en “El exorcismo de Emily Rose” el director
nos ofrece una estructura narrativa muy diferente, en la que utilizando como base el desarrollo del juicio al padre Richard Moore, se intercalan numerosos flashbacks que van recomponiendo la historia paulatinamente, manteniéndonos en todo momento en vilo mientras nos desvelan los hechos tal y como fueron ocurriendo. Lo más interesante del planteamiento estructural, lejos de ser novedoso, es el hecho de que los flashbacks sitúen las dos perspectivas del asunto con equidad, puestas sobre una especie de tabula rasa que nos obliga a opinar y decidir, como espectadores, más allá de juicios religiosos o morales.
A los más avezados ésta estructura tal vez les traiga a la memoria la película “Rashomon” (1950), en la que tres personajes discutían un juicio a un ladrón con flashbacks que nos iban narrando la historia desde distintos puntos de vista. Y no es casualidad, ya que Derrickson ha afirmado en repetidas ocasiones ser un admirador incondicional de Kurosawa.
Dejando de lado el tema estructural, lo que más llama la atención de la película es la elegancia con que Derrickson ha sabido hacer uso de los efectos especiales, sencillos pero precisos, presentados de un modo virtuoso y nada exagerado, sin el apoyo efectista de sonidos guturales ni músicas ambientales, con un continuo aprovechamiento de juegos de luces y sombras que confieren a los siniestros y puntuales efectos especiales un carácter sobrecogedor e inteligente como no se había visto en mucho tiempo.
Una sorprendente Jennifer Carpenter en el papel de Emily Rose logra hacernos sentir el horror de la demencia a través de sus ojos, y una sobria Laura Linney como la abogada Erin Bruner que sabe transmitir su propio conflicto existencial a medida que va desarrollándose el juicio, se alzan como pilares interpretativos de una película que se aleja del simple placer de causar terror, para ir más allá y contemplar cómo encajan las creencias humanas en el rígido esquema de nuestras propias leyes.
Como podrán comprobar los espectadores, no tiene precio la sorprendente sensación de seguridad que se siente cuando termina cada flashback y volvemos a la sala del tribunal, o el alivio que nos embarga cuando termina la noche y los miedos que atenazan a la abogada Erin Bruner desaparecen por completo. Derrickson ha tenido la argucia de realizar una película inaudita hasta la fecha, donde el cine judicial y el de terror se entrelazan con osadía, donde a pesar de saber cuándo vamos a sentir miedo y cuándo no debido a la delimitación casi lineal de los dos géneros, no podemos dejar de acurrucarnos en la butaca a la espera del siguiente sobresalto.

martes, 25 de octubre de 2005

"THE DARK"

TERROR ISLEÑO

Sinopsis: La película nos cuenta la historia de Adelle (Maria Bello) y su hija Sarah (Sophie Stuckey), quienes van a visitar a James (Sean Bean), marido y padre de estas respectivamente, a una remota localización de la costa galesa. Allí desaparecerá Sarah bajo las olas ante la impotencia de sus padres, momento en que aparecerá una extraña y misteriosa niña llamada Ebrill (Abigail Stone), que supuestamente murió hace ahora cincuenta años. Esto llevará a Adelle a creer que esa niña posee el conocimiento de dónde está su hija y cómo traerla de nuevo a su mundo.

“The Dark” se manifiesta en un principio como una propuesta interesante dentro del panorama actual del cine de terror. Un plantel de actores que parecen estar en pleno apogeo de sus carreras (Maria Bello y Sean Bean), un director (John Fawcett) que ha recibido unas sorprendentes buenas crí
ticas por su película “Ginger Snaps” (2000) –críticas que no dejan de sorprender por su excesiva benevolencia– y una historia interesante basada en la novela “Sheep”, de Simon Magín (1994) y en cuyo guión participó el mismo guionista que en “Ginger Snaps”, Stephen Massicotte. Y lo cierto es que todo aquello que propone “The Dark” parece ir cumpliéndose, al menos hasta poco más de mitad de metraje cuando, como suele ir siendo habitual últimamente en el cine del género, los realizadores parecen perderse por completo en medio de sus propias cavilaciones y acaban por no saber cómo ni cuándo llevar la película a buen puerto.
En el caso que nos ocupa,
esta historia queda entretejida en un cúmulo de relaciones infructuosas, rencores, amor y esperanzas que pretenden con mayor o menor éxito convertir a los personajes en algo más que simples papeles de cartón; y en cierto modo Fawcett lo consigue a través de dos actores que se caracterizan por su fuerza interpretativa. Pronto nos damos cuenta, sin embargo, de que esto no va a ser suficiente para salvar la película. Estamos frente a un film de terror, y como tal esperamos que nos proporcione esa sensación. A los espectadores inteligentes no les van a valer ya las simples y recurrentes escenas subliminales con un grito o lamento cuyo volumen ha sido subido al máximo para asegurarse la sensación. Y sin embargo echan mano de él con bastante frecuencia a través de fotogramas que parecen sacados de un videoclip, con la típica niña de rostro blanquecino y ojos enfermizos frente a un trasfondo oscuro y húmedo.
Pero todo esto aún no nos debe importar demasiado, pues la historia promete y esperamos que esa misteriosa secta que practicó un suicidio colectivo hace casi cincuenta años, nos proporcione las sensaciones de miedo que tanto ansiamos. Por desgracia, la historia de la secta no irá más allá. Incluso las alusiones que hace, casi a modo de tenues pinceladas, a la mitología gaélica, no dejan de ser una esp
ecie de débiles atrezzos en una historia que pretende asentar sus cimientos en temas más sentimentales y humanos que sobrenaturales. En este sentido, el tema de la película se centra casi exclusivamente en el sentimiento de pérdida de una hija, y girará desde ese momento alrededor del amor entre padres e hijos, la necesidad de perdón y redención, y la fuerza del amor incondicional como instrumento que mueve al valor más profundo e irracional.
Tal vez por ello l
a película se queda en última instancia a medias tintas, recogida en un ámbito demasiado sentimental donde el terror va sintiéndose desplazado poco a poco hacia un segundo plano, y por tanto desilusionando al espectador que espera en todo momento la culminación de un planteamiento interesante con un desarrollo bastante pobre, y que al final sólo va a encontrarse con un refrito que nos recordará ineludiblemente a producciones anteriores de mayor gracia y fortuna, dejándonos con un regusto amargo y la sensación de que los realizadores podían haber mucho más para hacerse gustar.

lunes, 3 de octubre de 2005

"FRÁGILES"

LA FUERZA DEL TERROR PATRIO

“Frágiles” se nos presenta como un claro reflejo de lo que en su día ya fue “Darkness”. Jaume Balagueró vuelve a hacer uso de la fórmula que tanto éxito le propició en su momento, es decir, casas encantadas, presencias atormentadas e historias siniestras del pasado empaquetadas en un paisaje malsano y hostil, lluvioso y oscuro, que consigue acrecentar con la pesadez de su atmósfera la sensación de peligro y desasosiego. En un panorama actual del cine de terror donde las insensateces de los adolescentes se baten en franca retirada, donde el terror oriental comienza a hacer gala de una cansina repetición de conceptos, y donde la desconfianza hacia otro tipo de enfoques del género parece remitir a grandes zancadas en favor de películas de otras nacionalidades (largometrajes como “Creep”, “The descent” o “El internado” nos demostraron que así es), Balagueró se alza como una de nuestras más destacadas insignias en el panorama internacional del cine fantástico y de terror.
“Frágiles” nos narra la historia de un hospital infantil afincado en la Isla de Wight (Gran Bretaña) que está a punto de clausurar sus puertas. En ese momento, y coincidiendo con la llegada de una enfermera americana llamada Amy (Calista Flockhart), comienzan a ocurrir una serie de acontecimientos y accidentes que mantienen en vilo a la nueva empleada, pero sobre todo a los últimos niños que aún quedan en el centro. Poco a poco la curiosidad lleva a Amy a indagar en los oscuros corredores del hospital, y especialmente en el segundo piso, sellado no se sabe por qué desde hace mucho tiempo.
Una Calista Flockhart apática y muy poco convincente en la primera media hora se convierte en hilo conductor entre los niños de Mercy Falls y los adultos que cuidan de ellos, manifestando un especial vínculo con Maggie, una niña sensible a los extraños eventos que allí ocurren. El actor Richard Roxburgh interpreta a Robert, el médico de guardia con el que Amy coincide durante el turno de noche. También él parece un poco fuera de órbita. No creo que nadie eche de menos que los personajes no estén tan elaborados como en “Darkness” o “Los Sin Nombre”, ya que esta vez Balagueró ha roto una lanza más en favor de la historia y la ambientación.
Hay que hacer especial hincapié en algunas pinceladas de gran calidad en la fotografía de Xavi Giménez (quien se supera a sí mismo desde “Darkness”) y también en la música de Roque Baños, puesto que en ambos casos se contribuye a enfatizar el minucioso paisaje de la obra. Pero sin lugar a dudas lo mejor de todo es la puesta en escena de la tenebrosa segunda planta del Hospital Mercy Falls, pues es en estas secuencias donde la música y la fotografía ayudan de manera más sensacional a bordar los momentos que constituyen el clímax de la cinta.
Pero, por otro lado, Balagueró ha cometido un error clásico en las películas del género que, pese a ser efectivo, no deja de resultar innecesario, y hace entrever una sospechosa falta de talento o, cuanto menos, pocas ganas de hacer buen uso de oficio. Me estoy refiriendo al empleo excesivo de los recursos de audio, como puedan ser la música, los efectos sonoros o incluso el volumen de las voces (como por ejemplo cuando Amy está oyendo voces extrañas por el teléfono y Robert la llama con un tono doblado o incluso triplicado). No se quiere entender que lo que asusta no es la escena en sí, sino el mero hecho de aumentar el volumen de los sonidos, y sin embargo todos ellos parecen convencidos de estar haciéndolo bien. A esto hay que sumar un epílogo en tonos pastel que disminuye relativamente el gusto agridulce de los últimos diez minutos de la cinta.
Por suerte, estos odiosos y reiterativos errores de concepto quedan difuminados bajo la excelente puesta en escena que nos brinda Balagueró, con un final trepidante y sobrio que dejará a los espectadores anclados al brazo de sus butacas (si no al de sus acompañantes), demostrando que no en vano ha pasado a ser uno de los directores nacionales con mayor reconocimiento y proyección dentro del cine fantástico internacional.