FURIA DE TITANES
estreno el 31 de marzo


viernes, 25 de julio de 2008

"LA MOMIA 3: LA TUMBA DEL EMPERADOR DRAGÓN"

EL ALUMNO SUPERA AL MAESTRO

Sinopsis: El explorador Rick O’Connell regresa a la aventura acompañado de su esposa Evelyn y su cuñado Jonathan. La petición de entrega de una joya por parte del Gobierno Británico, les llevará hasta la lejana China, en una aventura épica que irá desde los yacimientos y tumbas de la antigua China, hasta los picos del Himalaya. Al grupo se unirá también Alex, hijo de los O’Connell y responsable de la excavación causante del despertar de la maldición del Emperador Dragón. El grupo de aventureros se enfr
entarán a un mal ancestral que amenaza con someter a la humanidad entera.

El género pulp ha estado alimentando a generaciones enteras de fans
durante décadas con más o menos acierto. Desde las producciones pretendidamente serias –como la saga de Indiana Jones (Steven Spielberg), “Tras el Corazón Verde” (Robert Zemeckis, 1984) o “La Joya del Nilo” (Lewis Teague, 1985)– hasta algunas tristemente risibles –ejemplos los hay por docenas, como las prescindibles “El Templo del Oro” (J. Lee Thompson, 1986), “Las Minas del Rey Salomón” (J. Lee Thompson, 1985) o “Allan Quatermain y la Ciudad Perdida del Oro” (Gary Nelson, 1986), por nombrar algunas–, el abanico es tan amplio que aburre por reiterativo. Que todas ellas han bebido del género pulp –no se salva ni Indiana Jones–, es indiscutible, pero luego resta por analizar la elegancia con que lo han hecho, que en unos casos es mucha y en otros más bien nula.
La trilogía iniciada con “La Momia” (Stephen Sommers, 1999), ha sido un ejemplo único que cabe mencionar. Ha sabido conservar netamente el espíritu de las novelas pulp de las que bebe directamente, mezclando con bastante acierto la aventura y el humor, lo fantástico y lo mágico, en un cóctel verdaderamente genuino que la convierte en un referente para el género, y que logra distanciarla airos
amente de inevitables –y a veces sobadas– comparaciones con Indiana Jones, la serie cinematográfica pulp por excelencia. Y es que lo mejor es que ha sabido proporcionar acción y aventura, efectos especiales y magia, humor y amor en dosis perfectamente mesuradas y desmesuradas a la vez, creando un microcosmos que será recordado largo tiempo, y que seguirá proporcionando placer a los amantes del género, desde los más chicos a los adultos que no quieren envejecer. Desgraciadamente, la trilogía se ha establecido ya sus propias limitaciones, algo que hemos podido presenciar en esta tercera entrega, a saber: la momia ha sido, es y seguirá siendo (a juzgar por el comentario de Jonathan al final de la cinta) el eje central de la aventura, el Némesis perpetuo de Rick O’Connell –ya sea en Egipto, en China o en Perú– y un condicionante sine qua non para el desarrollo de la serie en cuestión.
Sin embargo esto no parece ser impedimento para que los productores sigan echando mano de ingenio y ofreciéndonos, no sólo un repertorio de efectos especiales, situaciones y aventuras cada vez más amplio y fresco, sino también un despliegue de esfuerzo que nos lleva de punta a punta del globo en un carrusel que apenas da tiempo al respiro. Tal vez lo peor de todo sea el comienzo de la película, donde el realizador nos muestra la actual vida de los O’Connell y el cambio que están a punto de experimentar. En ese sentido, esta parte de la cinta peca de una ligera lentitud que desaparecerá en cuanto pisen suelo chino. A partir de este momento, la alternancia de hu
mor y aventura irá dosificada como con un gotero de tubo ancho, manteniendo al espectador en vilo frente a unas secuencias realmente bien trabajadas, con unos efectos especiales que en la mayoría de los casos son inapelablemente grandiosos, y que en otros rozan lo vulgar –como es el caso de los Yetis–.
Grosso modo, podemos asegurar que “La Momia: la Tumba del Emperador Dragón” (Rob Cohen, 2008) es una opción de corte clásico y factura moderna altamente recomendable para el gran público, que nos traerá el regusto de las películas de aventuras pulp que tanto gustan al público en general y que, desgraciadamente, otras producciones con más medios y solera no han sabido llevar a cabo últimamente, a pesar de su enorme experiencia en el sector. Hasta tal punto es así que, visto lo visto, “Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal” no parece ser sino una burda copia de “La Momia: la Tumba del Emperador Dragón”. En ese sentido, el alumno ha logrado superar al maestro.
Y que conste que digo esto dolido en el alma, pues aunque es ineludible la obligación de admitir lo que es obvio, no por ello puedo dejar de ser un fan incondicional del hombre del sombrero.

sábado, 5 de julio de 2008

"HELLION, EL ÁNGEL CAÍDO"

OTRO DEMONIO MÁS

Sinopsis: Para Max Truemont, éste va a ser su último trabajo. Si todo sale bien, tendrá el dinero suficiente para reabrir ese bar en la esquina que últimamente se ha convertido en su sueño. Junto a su novia Roxanne, comenzará una nueva vida en la que no habrá más robos ni secuestros. Pero este último trabajo se complicará más de lo esperado. Lo que parecía un asunto sencillo, como es raptar a u
n niño y pedir un rescate a cambio, se convertirá en una auténtica pesadilla de un calibre como jamás pudieran haber imaginado.

No diré nada qu
e no se sepa ya nada más leer el título de la cinta que nos atañe, no más de lo que ya han destrozado cualquier misterio que pudiera haber, con esa soberbia traducción que del título original ha hecho la distribuidora española. Nada más decir, que la película se titula “Whisper” (Susurro), y aquí hemos preferido hacer –como en nuestros mejores tiempos– un auténtico spoiler que merece, como mínimo, cincuenta latigazos para los responsables. No se si ha sido la morriña por las viejas usanzas, o si en verdad se debe al miedo a no pillar ni una sabiendo que se enfrentaban a “La Momia: la Tumba del Emperador Dragón” (Rob Cohen, 2008). Sea como fuere, “Hellion: el Ángel Caído” (Stewart Hendler, 2008) jugaba contra la momia con las cartas marcadas. En primer lugar, tenemos a un director novel tras la cámara, algo que ya de por sí supone un riesgo en ocasiones, aunque no ha sido este el caso. En segundo lugar, se ha visto obligado a llevar a la gran pantalla la enésima historia que tiene como referente el advenimiento demoníaco, llámesele Anticristo, Hellion o como se quiera, embutido en el cuerpo de un niño de apenas diez años, de aspecto angelical y diabólico a la vez. A pesar de todo debemos decir que esta temática, salvo por su evidente carácter recurrente, no deja de poseer un atractivo claro para el público en general, que asiste una y otra vez dispuesto a presenciar un enfoque que, en la mayoría de los casos, ni siquiera aporta el más mínimo aspecto innovador.
Desde que, en 1968, Roman Polanski nos sorprendiera a todos con su excelente “La Semilla del Diablo” (otro magnífico ejemplo, típicamente nuestro, de cómo destrozar todo el misterio de la cinta en los dos segundos que se tarda en leer su título), el género del terror vio inaugurado una especie de nu
evo subgénero al que, con el tiempo, se irían incorporando más y más cintas con enfoques similares y resultados dispares. El ejemplo más claro de ello, fue sin lugar a dudas “La Profecía” (Richard Donner, 1976) –aquí sí acertaron con la traducción–, sin lugar a dudas la única que supo retomar la temática del Anticristo con gracia, ofreciendo no sólo una nueva perspectiva, sino también una dimensión del terror mucho más explícita y menos psicológica. Tanto éxito tuvo, que gozó de dos secuelas exitosas en taquilla pero mucho más vacuas de espíritu.
“Hellion: el Ángel Caído”, es la enésima de ellas, y precisamente por ello sufre el peso de la comparativa, que en algunos aspectos le perjudica y en otros le beneficia. Entre los primeros, se encuentran los inevitables paralelismos existentes entre el David que interpreta Blake Woodruff, y el Damien de la profecía, a saber: corte de pelo clásico, chaleco pijo de escuela privada, actitud sosa y mutismo inquietante. Estos clichés de los que ha echado mano su realizador, de un modo consabidamente torpe, nos obligan en todo momento a cotejar esta cinta con la de “La Profecía”, y a sacar nuestras inevitables conclusiones: no le llega ni a la suela de los zapatos. El propio Hendler definió su película durante una entrevista a la revista SciFiWorld: “la defino como El Rescate conoce a La Profecía”. Cómo obviar lo obvio, si incluso su propio padre no
puede obviarlo. Al final, la película se convierte en una sucesión de sustos poco elaborados, seguidos de un elenco de muertes de las que el espectador ya es conocedor antes incluso de que sucedan, y cuyo único encanto reside en el modo en que van a ser llevadas a cabo. El hecho de conocer con antelación cuál va a ser el siguiente paso, provoca una ligera sensación de hastío en el espectador, cuyo único interés reside ya en ver cómo va a suceder más que en qué es lo que va a suceder.
Pero por otra parte, hay cosas novedosas en esta producción, beneficios claros que al igual que los perjuicios, no pueden ser tampoco obviados. A pesar de que el planteamiento del niño diabólico es exageradamente mimético con sus predecesores del celuloide, la ausencia de las sectas satánicas sabedoras de su existencia le confiere a la cinta una nueva dimensión en la que, a falta de la riqueza que pudiera conferirle, le obliga a resaltar aspectos que, de otro modo, jamás verían la luz. Estos aspectos son en concreto los poderes sobrenaturales de que goza el joven demonio, desde
su habilidad para generar ilusiones hasta su capacidad para controlar la mente de sus víctimas, o conocer los secretos más recónditos y oscuros de su pasado. Estas nuevas características le convierte en un ser difícil de dominar, que no necesita de sicarios ni adoradores que le protejan –como ocurría con “La Semilla del Diablo” o “La Profecía–, y que no tiene otra razón de ser que su mera existencia para sembrar el mal y la cizaña entre los mortales. Hay que destacar también la banda sonora de Jeff Rona, que aunque a veces también se ve afectada por ese mimetismo de las bandas sonoras de sus predecesoras (como por ejemplo, en los coros eclesiásticos con tintes satánicos), subraya los momentos más inquietantes de la cinta. Por último, señalar que también el final es marcadamente diferente del de sus predecesoras. Si es mejor o peor, eso es algo que ya queda subordinado al gusto particular de cada consumidor. Yo, particularmente, sigo prefiriendo “La Profecía”.