FURIA DE TITANES
estreno el 31 de marzo


lunes, 20 de julio de 2009

"IMAGO MORTIS"

NO SABER QUÉ HACER CON EL SABER HACER

Sinopsis: En plena crisis tras una reciente tragedia familiar, Bruno Márquez, estudiante de la Escuela Internacional de Cine Murnau, comienza a sufrir unas extrañas visiones en las que, lo que parece ser el espíritu de un joven fallecido, comienza a mostrarle una serie de misteriosas pistas que le dirigen hacia un secreto oscuro. Las visiones pondrán en jaque su propia cordura, hasta que comienza a descubrir de qué se trata ese oscuro secreto:
el descubrimiento realizado por el científico del siglo XVII Girolamo Fumagalli, según el cual la retina capturaba la última visión de un fallecido. Dicha imagen podía ser recuperada e impresa en un papel si se le arrancaban los ojos al muerto justo en el momento de la muerte. A ese método, se le dio el nombre de “tanatografía”, y ahora parece ser que alguien está usando la máquina de Fumagalli para cometer crímenes en la Escuela Murnau.

El director Stefano Bessoni rinde con esta cinta un loable homenaje al cine expresi
onista alemán, y más en concreto al gran Friedrich Wilhelm Murnau, director de la magistral “Nosferatu” (1922), confiriéndole a la película un ambiente opresivo plagado de tenues luces e impenetrables sombras, que reinan por doquier en medio de un paisaje desolador, solitario y claustrofóbico, que en pocas o ninguna ocasión llega a hacernos sentir la sensación de que nos encontramos inmersos en medio de una escuela de cine. La sordidez de los escenarios, la depuración técnica con que ha sabido capturar cada momento de su largo, merecen una mención especial, un reconocimiento a una labor ardua que, sin embargo, se queda en agua de borrajas al no haber sabido profundizar justamente en una trama que acaba siendo tan espesa como las sombras que fotografía. Y es que, para ser justos, lo reiterativo de los escenarios, la falta de sentido en muchas de las secuencias y la flaccidez de la trama argumental, acaba por restarle credibilidad a todo aquello que estamos viendo, atemperando así todo el esfuerzo técnico y compositivo desplegado a lo largo del film.
Sus protagonistas, acartonados y torpes en papeles que son meros comparsas de una trama pobre y d
esdibujada, no consiguen liberarse de la pobreza con que han sido concebidos, a pesar de contar con nombres como el de Geraldine Chaplin o el de Álex Angulo, que bien poco pueden hacer por darle algo de empaque a sus roles. Tampoco las escabrosas muertes con que pretenden generar tensión en el espectador, consiguen llegar a transmitir ningún tipo de sentimiento a la platea, a no ser la inevitable sensación de asco al ver cómo les arrancan los ojos a las víctimas. Pero sin lugar a dudas, lo peor de todo es el final, con toda una serie de despropósitos argumentales sin sentido, todo para acabar malvendiendo los principios sobre los que se fundamentaba la cinta, y desembocar en un increíble e irrisorio happy ending que supone el descalabro final de un espectáculo para olvidar. Y por si fuera poco, además el ritmo narrativo llega a ser realmente soporífero, pues ni siquiera la correcta banda sonora de Zacarías M. de la Riva consigue conferirle algo de pulso a la narración.
Pero al menos, nos queda ese regusto ligeramente dulzón de haber asistido a un ejercicio más que interesante en cuanto a la fotografía, la iluminación y la composición, con esa proliferación de tonos sepia que responde directamente al espíritu netamente cinemático que pretende transmitirnos la película. Y tal vez la sensación de que, a pesar de lo caótico y descalabrado del resultado, la idea y la intención, en sus orígenes, no eran malas del todo.

viernes, 3 de julio de 2009

"ARRÁSTRAME AL INFIERNO"

EL NUEVO INFIERNO DE RAIMI


Sinopsis: La vida de Christine Brown es casi digna de un cuento de hadas. A punto de triunfar en el banco para el que trabaja, y con un novio encantador y educado, parece que todo le va viento en popa... hasta que se cruza en su camino la extraña Sra. Ganush, pidiéndole por favor que autorice el aplazamiento de las mensualidades de su hipoteca. Su decisión hará que la anciana pierda su casa, y en su ánimo de venganza, la anciana le lanzará una extraña y terrorífica maldición, por la que un ser diabólico intentará arrastrar a Christine al infierno del que viene.

Al sentarme en la butaca frente a la oscuridad, dispuesto a destapar el nuevo y esperado terror de Sam Raimi, me sentí como si me hubiera adentrado de nuevo en aquellos castillos encantados de feria a los que tanto miedo les tuve de pequeño. Supongo que Raimi necesitaba aire fresco, o más bien debería decir aire enrarecido, abandonando las apacibles alturas
de Nueva York y colgar las mallas rojas y azules por un tiempo. Supongo que necesitaba volver a sus orígenes, recoger su particular caja de Pandora para desempolvarla y abrirla, en su particular ejercicio de estilo terrorífico-sarcástico, para reencontrarse, a su modo, con los orígenes del gran director que fue, es y será. Y estoy seguro de que también nosotros lo necesitábamos, tanto aquellos que recordamos con añoranza sus posesiones infernales (“Posesión infernal” en 1982, “Terroríficamente muertos” en 1987, y “El Ejército de las Tinieblas” en 1992), como quienes sólo recuerdan a Raimi por haber llevado con tanto acierto a la gran pantalla a nuestro Cabeza de Red favorito.
Pero dejando el corazón a un lado, lo cierto es que “Arrástrame al infierno” es un verdadero espectáculo audiovisual, una lección de savoir faire que supura la elegancia del terror al más puro estilo clásico, con el sarcasmo y la risa que puso de moda su director con la trilogía del maltrecho y desafortunado Ash (que interpretó Bruce Campbell, su actor fetiche). Los
puristas del cine de terror, como ya ocurriera en su momento, encontrarán tal vez excesivos los gags en los que la mezcla de terror y risa se decanta a favor de ésta última, pero lo cierto es que no podía prescindir de ese sello inconfundible que no sólo caracterizó su cine, sino que le catapultó a la fama. Para los otros, aquellos que disfrutábamos y aún lo hacemos con este tipo de cine, los guiños pueden acabar sabiendo a una posible falta de ideas, pues desprenden un tufo a guiso recalentado que no acaba de convencer (como la escena en que toda la casa palpita con la presencia del espíritu).
Estas cosas las acabaremos perdonando, si prestamos atención a la perfección con que está rodada la cinta –estilísticamente hablando–, con planos de lo más interesantes, y un sentido del ritmo y de la composición que nos mantiene pegados a la butaca con la boca abierta en una macabra media sonrisa, a la espera del siguiente giro argumental. Y en ese sentido, Raimi no llega a sorprendernos, pero no por ello deja de incluir secuencias que pretenden mante
nernos en vilo a lo largo de todo el metraje. Y todo a pesar de que la repetitiva partitura de Christopher Young, de excesivo volumen en los momentos clave, intenta infructuosamente arrancarnos respingos de terror. Tal vez lo peor de todo sea el hecho de que la línea argumental sea excesivamente esquemática, tanto que no deja lugar a la improvisación y a la sorpresa, por lo que la película acaba convirtiéndose en un surtido escaparate de bromas y sustos, de risas y locura que cuanto menos consigue darle al género un lifting fresco y vigoroso, muy de agradecer en medio del panorama del terror moderno, tan saturado de orientalismos sobados y remakes estériles.
Lo indudable, a pesar de todo, es que todos salimos ganando algo: nosotros saldremos del cine con una media sonrisa, recordando con cierto morbo tres o cuatro momentos concretos del film, y muchos más de aquel pasado de posesiones infernales. Respecto al bueno de Sam, le da un respiro, le cura de su morriña de los 80, y le permite enfocar el futuro con la mente más despejada y el bolsillo más lleno.