LA ÚLTIMA VERSIÓN DE EXCALIBUR
Sinopsis: Corre el año 476 de nuestra Era en Roma, cada vez más débil y más asediada por los mismos bárbaros que hasta la fecha han trabajado para ellos como mercenarios. El joven Romulus Augustus será coronado emperador por su padre Orestes (Ian Glen) bajo la protección del oficial Aurelius (Colin Firth), quien será su guardia personal. Pero la víspera de la coronación, el jefe godo

Bebiendo de las diversas fuentes artúricas, y sobre todo de la novela homónima de Valerio Massimo Manfredi, “La última legión” nos cuenta una historia a caballo entre la ficción y la realidad. Aunque por el guión han pasado diferentes guionistas, fue David Leland el responsable del texto final, quien ya había escrito los guiones para la serie “Pendragon” (también relacionada con el mito artúrico), producida por Steven Spielberg para la cadena de televisión norteamericana HBO. Raffaella De Laurentiis, su productora, puso la vista en Doug Lefler para la dirección.
No es algo nuevo que el mito artúrico sea fuente de inspiración para una película. De hecho, esta película no dista demasiado de la trama argumental básica que pudimos ver en “El Rey Arturo” (Antoine Fuqua, 2004). Y es que en los últimos años, todos los investigadores y especialistas del mito artúrico, parecen coincidir cada vez más con que la historia ocurrió, grosso modo, como nos la cuentan en estas dos películas.
Hasta ahora, estábamos acostumbrados a la leyenda artúrica tradicional,

“La última legión” no es una gran película, pero tiene el olor de los clásicos de aventuras, algo que las producciones de Laurentiis saben hacer muy bien desde hace años. Salvando las distancias, tiene un aire casi nostálgico que nos recuerda a “Ivanhoe” (Richard Torpe, 1952), “El Capitán Blood” (Michael Curtiz, 1935), “Robin de los Bosques” (Michael Curtiz, 1938) o “El Príncipe Valiente” (Henry Hathaway, 1954). Plagada de estereotipos argumentales que parecen querer apostar sobre seguro, la cinta se sustenta sobre unos personajes no menos estereotipados pero resultones, con los que el espectador se familiariza muy pronto. La sobriedad casi aséptica de Colin Firth, queda compensada por la atracción casi hipnótica de una actriz india de nombre casi impronunciable, Aishwarya Rai, y que es todo un mito en su país, además de haber sido proclamada Miss Mundo en 1994. El apoyo logístico llega de la mano del siempre fabuloso Ben Kingsley, cuya fuerza y carisma desbordan la pantalla a cada plano en que aparece.
Para los meticulosos, decir que los productores se han permitido más de una licencia histórica en lo que al atrezzo se refiere, así que no esperen una película histórica calibrada concienzudamente, ni siquiera aunque aparezca el nombre de Valerio Massimo Manfredi de por medio. El exotismo de Aishwarya Rai o de Nonso Anozie, que sólo parecen estar destinados a cumplir el cupo racial, como ya hemos visto en alguna otra producción de Laurentiis (“Conan, el destructor”, 1984), a falta de la posibilidad de incluir elfos, enanos y orcos. Q

Pero en el fondo, al espectador no le molesta en absoluto que se hayan tomado tantas licencias históricas. Sabemos desde el primer minuto que, lo que nos van a contar en esta cinta, es un cuento a caballo entre la realidad y la ficción. Querer medirlo con la barra del rigor histórico, es un error que no debemos cometer, máxime cuando el mito artúrico, mal que nos pese, será siempre un tema que lindará antes con la ficción que con la realidad histórica. No se trata de un estudio histórico, sino de un espectáculo de entretenimiento pensado para las grandes audiencias. Dejen de lado el ojo clínico, y disfruten de una película de aventuras a la vieja usanza. No lo lamentarán.
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