NO SABER QUÉ HACER CON EL SABER HACER
Sinopsis: En plena crisis tras una reciente tragedia familiar, Bruno Márquez, estudiante de la Escuela Internacional de Cine Murnau, comienza a sufrir unas extrañas visiones en las que, lo que parece ser el espíritu de un joven fallecido, comienza a mostrarle una serie de misteriosas pistas que le dirigen hacia un secreto oscuro. Las visiones pondrán en jaque su propia cordura, hasta que comienza a descubrir de qué se trata ese oscuro secreto: el descubrimiento realizado por el científico del siglo XVII Girolamo Fumagalli, según el cual la retina capturaba la última visión de un fallecido. Dicha imagen podía ser recuperada e impresa en un papel si se le arrancaban los ojos al muerto justo en el momento de la muerte. A ese método, se le dio el nombre de “tanatografía”, y ahora parece ser que alguien está usando la máquin

El director Stefano Bessoni rinde con esta cinta un loable homenaje al cine expresionista alemán, y más en concreto al gran Friedrich Wilhelm Murnau, director de la magistral “Nosferatu” (1922), confiriéndole a la película un ambiente opresivo plagado de tenues luces e impenetrables sombras, que reinan por doquier en medio de un paisaje desolador, solitario y claustrofóbico, que en pocas o ninguna ocasión llega a hacernos sentir la sensación de que nos encontramos inmersos en medio de una escuela de cine. La sordidez de los escenarios, la depuración técnica con que ha sabido capturar cada momento de su largo, merecen una mención especial, un reconocimiento a una labor ardua que, sin embargo, se queda en agua de borrajas al no haber sabido profundizar justamente en una trama que acaba siendo tan espesa como las sombras que fotografía. Y es que, para ser justos, lo reiterativo de los escenarios, la falta de sentido en muchas de las secuencias y la flaccidez de la trama argumental, acaba por restarle credibilidad a todo aquello que estamos viendo, atemp

Sus protagonistas, acartonados y torpes en papeles que son meros comparsas de una trama pobre y desdibujada, no consiguen liberarse de la pobreza con que han sido concebidos, a pesar de contar con nombres como el de Geraldine Chaplin o el de Álex Angulo, que bien poco pueden hacer por darle algo de empaque a sus roles. Tampoco las escabrosas muertes con que pretenden generar tensión en el espectador, consiguen llegar a transmitir ningún tipo de sentimiento a la platea, a no

Pero al menos, nos queda ese regusto ligeramente dulzón de haber asistido a un ejercicio más que interesante en cuanto a la fotografía, la iluminación y la composición, con esa proliferación de tonos sepia que responde directamente al espíritu netamente cinemático que pretende transmitirnos la película. Y tal vez la sensación de que, a pesar de lo caótico y descalabrado del resultado, la idea y la intención, en sus orígenes, no eran malas del todo.