FURIA DE TITANES
estreno el 31 de marzo


miércoles, 5 de septiembre de 2007

"EL ORFANATO"

OTRA VUELTA DE TUERCA

Sinopsis: Laura, Carlos y su hijo Simón, se instalan en un viejo caserón que en el pasado fue el orfanato donde creció Laura, dispuestos a comenzar un nuevo proyecto cuidando a niños discapacitados. El pequeño Simón comienza a manifestar una extraña actitud que le hace crear amigos imaginarios con los que comparte crípticos juegos, y en los que pronto se verá involucrada Laura. Una serie de acontecimientos obligará a la madre a enfrentarse con el pasado del orfanato que fue su hogar de infancia y, a la vez, también con su propio pasado.

Que el cine de terror en España está pasando por una etapa de bonanza, no es nada nuevo, pero no podemos dejar de sentirnos orgullosos al ver que seguimos sin despeinarnos frente la visible falta de ideas que están sufriendo otros mercados. Y no es cuestión de que seamos mejores o peores, sino que insistimos en reinventarnos a nosotros mismos y dejar de mirar de reojo qué es lo más conveniente para la taquilla.
En el caso de la película que nos concierne, “El Orfanato” (Juan Antonio Bayona, 2007) tiene la virtud de contarnos una historia recurrente de un modo tan personal que hasta llega a parecer original. Uno de los referentes más antiguos de esta trama, lo encontramos tal vez en la novela de Henry James, “La otra vuelta de tuerca”, de 1898, de la cual ha habido numerosas adaptaciones cinematográficas, entre ellas “T
he innocents” (Jack Clayton, 1961), o la homónima “Otra vuelta de tuerca” (Eloy de la Iglesia, 1985). Siguiendo su estela en territorio nacional, pero siempre con características estilísticas propias que han sido sobradamente reconocidas por la crítica tanto nacional como internacional, tenemos “Los Otros” (Alejandro Amenábar, 2001) o “Frágiles” (Jaume Balagueró, 2005).
Pero por suerte, no debemos ni tendremos que comparar a “El Orfanato” con e
stas películas en ningún otro aspecto que no sea el de la recurrencia de la trama principal de la historia, porque en lo demás, nos encontramos frente a un planteamiento muy personal y cuidadamente dramático, que proporciona una profundidad psicológica a los personajes que es de agradecer. Cierto es que también recurre a determinados aspectos arcaizantes, como era de esperar en una película que pone su mirada en el género del terror clásico. Así, las grandes orquestaciones (a veces un poco manidas en su clasicismo), las ambientaciones góticas del enorme caserón asturiano donde ha sido rodada, la máscara de saco que utiliza Tomás (y que nos recuerda a un siniestro espantapájaros, o a cualquier asesino en serie que seamos capaces de recordar) e incluso ciertos planos y secuencias que beben directamente de los cánones básicos del buen cine de terror, nos devuelven con renovada frescura los recuerdos del cine de terror de toda la vida, aquel que, por desgracia, es cada vez menos frecuente. Y todo ello, sin efectos especiales exagerados, para presentarnos una historia de fantasmas tan material y palpable, tan real, que la creemos posible en todo momento, facturada con la gracia y simpleza con que se rodaban las películas cuando la informática era una ficción en sí misma.
En el plano de actores, subrayar la excelente interpretación de Belén Rueda, para nada hiperbólica, dramática y sobria al mismo tiempo, y sin la cual hubiese sido imposible llevar a buen puerto una historia que se sustenta básicamente sobre ella. En ella ha demostrado un excelente savoir-faire, y que no es exclusivamente necesario recurrir a actrices extranjeras para que nuestro cine funcione en taquilla. Aún así, se agradece la presencia de Geraldine Chaplin en el papel de la médium, que con apenas unos minutos de presencia dota a la película de un sorprendente glamour con su sola y lóbrega presencia.

Pero no podemos despedirnos sin decir que se nota que es una película novel, básicamente por la inconsistencia de algunos aspectos de la trama, una serie de cabos sueltos que quedan sin atar, así como por los pequeños gazapos cronológicos que chirrían ligeramente (como por ejemplo, la diferencia de edad entre Benigna y Laura, muchísimo menos acusada cuando eran niñas).
Puede también que el final de la película sea demasiado dilatado, con una serie de reiterativos epílogos que frenan súbitamente el ritmo que Bayona ha sido capaz de imprimir durante el resto del metraje, y que lo único que hacen es diluir ese logradísimo sentimiento final que consigue en los espectadores. Y todo en favor de una metáfora a lo Peter Pan, que ya ha sido más que tratada a lo largo de todo el metraje con Laura como una Wendy a la española.
A pesar de todo, la fuerza del relato y el buen pulso narrativo alejan al espectador corriente de ese sentimiento de ligera inconsistencia argumental, dejando en él un grato sabor agridulce que convierte una sorprendente historia de fantasmas en un triste y oscuro cuento para las noches de invierno. Como dijo Herny James, otra vuelta de tuerca.

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