LA VERDAD NO EXISTE
Sinopsis: Martin es un joven norteamericano empeñado en conseguir que el eminente Arthur Seldom diriga su tesis doctoral. Todo da un giro cuando ambos descubren a la vez el cadáver de una anciana en las afueras de Oxford. Lo que en un principio parece ser un crimen más, acabará convirtiéndose en el primero de una serie de muertes, de asesinatos casi imperceptibles que parecen seguir un orden, una serie lógico-matemática que pondrá en juego no solo las aptitudes del profesor y el alumno, sino también sus propias convicciones matemáticas y su modo de entender el

Álex de la Iglesia se ha decidido por fin a dar el gran salto y darse a conocer en todo el mundo. Lo ha hecho en un momento especialmente dorado para el cine español, en el que actores y directores se ven gratamente valorados a nivel mundial (Banderas, Amenábar, Cruz, Bayona y, cómo no, Bardem), y se ha asegurado la baza incluyendo en el reparto a dos actores de renombre, Elijah Wood y el apabullante John Hurt. El éxito fluctuante, patente en toda su filmografía, le ha llevado a permanecer un poco al margen de los acontecimientos durante estos últimos años. Ahora, restablecido del batacazo económico que supuso “800 balas” (2002), reaparece con una producción que recupera la esencia de las películas clásicas detectivescas.
Hay algo en este tipo de obras que siempre despertará la admiración en el espectador. Puede que sea el respeto mutuo entre los cineastas y los cinéfilos, en el que los primeros no toman a los segundos por estúpidos, y les hacen partícipes de esa maraña de preguntas sin respuestas que claman por ser resueltas. Tal es el caso de “Los crímenes de Oxford”, despojada por completo de escondrijos secretos y malos malosos, para vestirse con las finas telas de la inteligencia humana, de la deducción lógica aplicada al conocimiento matemático.
Haciendo uso de un ambiente inmejorablemente romántico, como el de Oxford, Á

La magistral partitura de Roque Baños (que vuelve a poner su arte a disposición de De la Iglesia por enésima vez) consigue imbuir y acrecentar un cierto sentimiento de desasosiego, aportando con su música un ritmo perfectamente adecuado al tempo narrativo impuesto por su director.
Un poco dislocada se encuentra Leonor Watling, subyugada a un personaje de nulo peso dramático que parece metido a presión en una historia donde su inclusión es bastante prescindible por esa falta de peso, y cuyo único mérito es el de

La peor dolencia de la película es, tal vez, una creciente falta de ritmo a partir de la segunda mitad, momento en el que se sumerge en una ligera somnolencia que provocará en el espectador una progresiva falta de interés, recuperada por suerte en los últimos minutos de la cinta. Puede que algunos espectadores se sientan un poco confundidos en medio de tanta matemática y teorías filosóficas, a pesar de que se han amenizado considerablemente las terminologías, pero su inclusión resulta indispensable para el correcto desarrollo de la trama.
“Los crímenes de Oxford” es una apuesta inteligente y bienvenida en nuestras carteleras, necesaria en un momento en que el cine español necesita mantener encendida esa llama del éxito que tanto ha costado encender.
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