FURIA DE TITANES
estreno el 31 de marzo


sábado, 12 de enero de 2008

"LOS CRÍMENES DE OXFORD"

LA VERDAD NO EXISTE

Sinopsis: Martin es un joven norteamericano empeñado en conseguir que el eminente Arthur Seldom diriga su tesis doctoral. Todo da un giro cuando ambos descubren a la vez el cadáver de una anciana en las afueras de Oxford. Lo que en un principio parece ser un crimen más, acabará convirtiéndose en el primero de una serie de muertes, de asesinatos casi imperceptibles que parecen seguir un orden, una serie lógico-matemática que pondrá en juego no solo las aptitudes del profesor y el alumno, sino también sus propias convicciones matemáticas y su modo de entender el
mundo.

Álex de la Iglesia se ha decidido por fin a dar el gran salto
y darse a conocer en todo el mundo. Lo ha hecho en un momento especialmente dorado para el cine español, en el que actores y directores se ven gratamente valorados a nivel mundial (Banderas, Amenábar, Cruz, Bayona y, cómo no, Bardem), y se ha asegurado la baza incluyendo en el reparto a dos actores de renombre, Elijah Wood y el apabullante John Hurt. El éxito fluctuante, patente en toda su filmografía, le ha llevado a permanecer un poco al margen de los acontecimientos durante estos últimos años. Ahora, restablecido del batacazo económico que supuso “800 balas” (2002), reaparece con una producción que recupera la esencia de las películas clásicas detectivescas.
Hay algo en este tipo de obras que siempre despertará la admiración en el espectador. Puede que sea el respeto mutuo entre los cineastas y los cinéfilos, en el que los primeros no toman a los segundos por estúpidos, y les hacen partícipes de esa maraña de preguntas sin respuestas que claman por ser resueltas. Tal es el caso de “Los crímenes de Oxford”, despojada por completo de escondrijos secretos y malos malosos, para vestirse con las finas telas de la inteligencia humana, de la deducción lógica aplicada al conocimiento matemático.
Haciendo uso de un ambiente inmejorablemente romántico, como el de Oxford, Á
lex de la Iglesia yuxtapone a dos personajes (Wood y Hurt) separados por un abismo generacional y diferentes perspectivas de la vida, que les aboca indefectiblemente a complementar sus aptitudes con las del otro en su afán por desvelar el misterio de los asesinatos que van a cometerse, y a enfrentar sus propios egos en un proceso en el que lo más importante ya no es evitar los asesinatos, sino ser el más inteligente. De la Iglesia se desenvuelve con elegancia en esta película, para la cual ha dejado de lado su propio estilo narrativo para hacerse eco del propio Hitchcock, manifestando con soltura sus dotes como director. Merece especial mención el descubrimiento del primer cadáver, en el cual, haciendo uso de un impresionante travelling convertido en un plano-secuencia, se sirve progresivamente de varios de los personajes de la obra para llevarnos de un lugar a otro y hacernos entender que nos encontramos en una comunidad hermética y minúscula, llena de secretos y engaños.
La magistral partitura de Roque Baños (que vuelve a poner su arte a disposición de De la Iglesia por enésima vez) consigue imbuir y acrecentar un cierto sentimiento de desasosiego, aportando con su música un ritmo perfectamente adecuado al tempo narrativo impuesto por su director.
Un poco dislocada se encuentra Leonor Watling, subyugada a un personaje de nulo peso dramático que parece metido a presión en una historia donde su inclusión es bastante prescindible por esa falta de peso, y cuyo único mérito es el de
proporcionarnos la espectacular visión de su escultural cuerpo. Al otro lado, tenemos a una magnífica Julie Cox, mucho más agraciada por el papel que le ha tocado interpretar, el de un personaje infeliz empeñado en contener unos sentimientos desbordados y perfectamente transmitidos a través de una mirada tan profunda como psicótica.
La peor dolencia de la película es, tal vez, una creciente falta de ritmo a partir de la segunda mitad, momento en el que se sumerge en una ligera somnolencia que provocará en el espectador una progresiva falta de interés, recuperada por suerte en los últimos minutos de la cinta. Puede que algunos espectadores se sientan un poco confundidos en medio de tanta matemática y teorías filosóficas, a pesar de que se han amenizado considerablemente las terminologías, pero su inclusión resulta indispensable para el correcto desarrollo de la trama.
“Los crímenes de Oxford” es una apuesta inteligente y bienvenida en nuestras carteleras, necesaria en un momento en que el cine español necesita mantener encendida esa llama del éxito que tanto ha costado encender.

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