LOCURA Y SOLEDAD
Sinopsis: Frank, Julie y su hijo recién nacido, Sam, se mudan a una apartada casa en una zona rural despoblada. Julie está afectada de estrés posparto, y Frank está haciendo lo imposible por intentar ayudarla a él y a su hijo mientras trabaja en su libro. Mientras tanto, ambos comenzarán a enfermar, y en medio de atormentadoras pesadillas, comenzarán a descubrir que no están solos.
Lukas Haas, el niño de “Único testigo” (Peter Weir, 1985) ya se nos ha hecho mayor, a pesar de que parece seguir teniendo la misma cara. Tras sorprendernos el pasado año con interpretaciones como la de “Brick” (Rian Jonson, 2006), la de “Alpha Dog” (Nick Cassavetes, 2007) o la de “Last Days” (Gus Van Sant, 2007), ahora lo hace con menos acierto junto a Tim Brown, quien se lanza a la aventura de la dirección con “La niñera” (2007), en la que sobresalen con demasiada claridad tanto su inexperiencia como sus deficiencias como director.
Lo hace para presentarnos una historia sencilla y sin pretensiones, destinada claramente a su consumo directo en DVD, y en la que Lukas Haas es el eje principal de un argumento intenso, soportando con dificultad el peso interpretativo de toda la cinta. Consigue algo muy difícil hoy en día, y es llegar a captar la atención del espectador y generar en él cierta intriga hasta los últimos quince minutos de película. Y todo ello sin recurrir a hipérboles sensoriales ni a efectos manidos, salvo tal vez la presencia del espíritu junto a la cuna, cuyo dedo acusador, camisón sucio y greñas mugrientas nos llega a recordar a los espíritus torturados de tantas y tantas cintas de terror oriental.
En ella nos regala un gratificante viaje por la soledad y la locura durante el cual, Frank (Lukas Haas) y Julie (Emily Hampshire) se verán abocados a un progresivo distanciamiento que les trastornará. El insomnio y la soledad, el amor y el odio, conforman los elementos fundamentales de este thriller de engañoso título y peor carátula (junto a estas líneas ofrezco la versión canadiense, bastante más sugerente y acertada), que sembrará en el espectador un cierto desasosiego a medida que vayan transcurriendo los minutos.
Apunte especial merecen algunas de las secuencias de la cámara de video y del escucha para bebés, que provocará ecos en los más avezados, recordándoles ciertos pasajes de “La habitación del niño” (Alex de la Iglesia, 2006).
Por contra, la pesadez y falta de pulso del tempo narrativo, hace que por momentos nos dé la sensación de que la historia no avanza, y que fluctúe nuestra atención por los hechos narrados, algo que no debe cegarnos a la hora de apreciar las virtudes de una cinta que, contada por otro director con más experiencia de un modo más convencional, lograría resultados ciertamente mejores.
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